1922 – LOS QUE SE VAN – COSME SALVA HA MUERTO
Cuando aún no se había cicatrizado la honda y dolorosa herida que causó en nuestros corazones la reciente muerte de uno de nuestros carísimos compañeros, cuando aún llorábamos al malogrado Juan Marroig, la Parca vino a arrebatarnos a otro de nuestros más estimados camaradas.
El día 17 del corriente mes, víctima de una crónica enfermedad del estómago, falleció nuestro inolvidable compañero Cosme Salvà. Al día siguiente su cadáver fue conducido a la necrópolis de Palma. El entierro fue civil, como había encargado Salvà a su familia pocas horas antes de morir. Los concurrentes a dicho acto hicieron retirar el emblema constantiniano (la cruz) del coche fúnebre.
Numeroso gentío acudió al acompañamiento, prueba de las muchas simpatías que se había conquistado el finado con su proverbial bondad y afable trato con todo el mundo.
En la Rambla y antes de que se disolviera el compañamiento, el compañero José Pons Anglada, bastante emocionado, pero con un verdadero dominio de sí mismo, pronunció una sentidísima oración fúnebre, poniendo de relieve y enalteciendo los singulares dotes del finado y su intensa labor libertaria durante su vida, e invitó a los concurrentes a que imitasen la noble conducta de aquel.
El compañero Salvà era zapatero y había desempeñado delegaciones y cargos importantes en el seno de varias sociedades obreras.
Fue uno de los fundadores del Ateneo Sindicalista de Palma y del semanario CULTURA OBRERA, siendo durante mucho tiempo secretario general del primero y director del segundo, cuyos cargos desempeñó con gran acierto. Actualmente estaba procesado a raíz de un artículo firmado por un seudónimo, que publicó CULTURA siendo él director de dicho semanario, cuya causa tenía que verse a últimos de este mes en la Audiencia de Palma.
Salvà era aún bastante joven, tenia unos treinta años. Su muerte, lejos de ser natural, ha sido otro de los tantísimos crímenes cometidos por la infame burguesía, pues si en ves de tener que amoldar sus necesidades al mísero salario de un operario hubiese podido vivir en un medio desahogado, al que tenía un sacratísimo derecho como productor, seguramente habría logrado restablecerse en poco tiempo, o, mejor dicho, no habría enfermado.
Hemos sentido vivamente la muerte de tan buen compañero.
Reciba su desconsolada familia y en particular su hermano, su hermana y novia, quien dedicó al difunto una hermosa corona, nuestro más sentido pésame por tan irreparable pérdida.
Continuemos todos, sin desmayo, la obra libertaria que realizaba Salvà, y ya que nuestro compañero no pudo respirar aires de verdadera libertad, procuremos nosotros implantar el sublime ideal en quien el soñaba: el Ideal anarquista.
CULTURA OBRERA nº 132
25 de febrero de 1922