1922 – La vista de una causa

 

El día 9 del actual mes, se vio en la primera sala de la Audiencia, la causa instruida, por el tribunal jurado, contra el compañero Antonio J. Torres por supuesto autor de un artículo insertado en este semanario, titulado “La Inquisición en Barcelona”.

 

La defensa corrió a cargo del abogado don Fernando Pou, quien con vivas y breves palabras, demostró la inculpabilidad de su defendido, haciendo resaltar que, lo mismo dicho por la prensa obrera durante la represión, la ha vendo a confirmar la vergonzosa destitución de los generales Martínez Anido y Arlegui.

 

-Además- dijo- actualmente hay periódicos que dicen mucho más de los del artículo con que se quiere condenar a mi defendido y no son molestaos por nadie.- Y añadió: -¿No sabéis por qué, señores jurados? Pues sencillamente, porque los que escriben en los grandes rotativos saben nadar y guardar su ropa, vulgarmente dicho; mientras que los hombres que escriben la prensa obrera no ha n entrado en la Universidad, son humildes trabajadores, que mientras los otros se entretienen en cosas pueriles, ellos se sacrifican cotidianamente luchando contra el despotismo y para un próximo porvenir de justicia. En fin, señores jurados –exclama- tengo la completa seguridad que absolveréis al procesado ya que hace poco por una causa idéntica fue absuelto por el tribunal de Derecho.

 

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La verdad, nosotros teníamos otro concepto de los jurados: creíamos que serían hombres más o menos competentes en el asunto en cuestión y no tercos como tuvimos ocasión de ver. Cada vez que el defensor hablaba asegurábamos la libertad del proceso, pero cuando veíamos que se quedaban embobados con las declaraciones del fiscal; cuando sus caras nos revelaban la falta de sentido común y recordábamos la posición social de algunos y el contenido del artículo, preveníamos un veredicto de culpabilidad. Y así fue, nuestro compañero fue condenado a cuatro años, nueve meses y once días de destierro a 25 kilómetros de Palma, más 500 pesetas de multa, por un tribunal de jurados que si sabe poco de leyes escritas, menos, mucho menos, conoce la verdadera justicia humana.

  

    CULTURA OBRERA nº 170

   18 de Noviembre de 1922