[ El socialismo ante la Gran Guerra]

La Primera Guerra Mundial

 

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La doctrina socialista internacional está en quiebra. El Buró socialista internacional había pedido, el 29 de julio de 1914, a todas las organizaciones socialistas en los Estados amenazador por la guerra, que se lanzaran vigorosas demostraciones para impedir el conflicto; no obtuvo nada. Por doquier las masas socialistas y casi todos sus jefes habían sido animados por un impulso patriótico: el sentimiento nacional había sumergido de golpe el ideal de solidaridad internacional de las clases obreras. Las grandes centrales sindicales no habían preparado huelgas ni manifestaciones. Los partidos socialistas habían dado su apoyo a sus respectivos gobiernos y votado los créditos de guerra. La adhesión de los grupos parlamentarios a la “unión sagrada” había sido unánime, tanto en París como en Berlín; en Londres, había sido casi unánime (sólo cuatro voces disidentes), a pesar de que el jefe del partido, Ramsay MacDonald, se declarara ‹‹neutralista››; en San Petersburgo, sólo algunos socialistas extremistas –una decena- habían votado contra la guerra: los representantes de la fracción extremista del partido socialdemócrata ruso, los bolcheviques, cuyo jefe, Lenin, vivía en el exilio. El Buró socialista internacional, consciente de su impotencia, no había intentado reaccionar.

La reanudación de las relaciones socialistas internacionales se efectúa, sin embargo, en septiembre de 1915. La iniciativa pertenece a socialistas neutrales, que reciben el apoyo de los dirigentes socialistas italianos (el único de estos dirigentes que hizo pasar el sentimiento nacional delante del internacional –Benito Mussolini- fue excluido del partido en enero de 1915). El grupo de bolcheviques refugiados en Suiza alrededor de Lenin o en París alrededor de Trotsky, los apoyan en seguida. Estos promotores quieren formar una nueva organización, que sustituiría al Buró socialista internacional, cuyo ‹‹desfallecimiento›› es evidente, y que uniría a los socialistas fieles a la doctrina de la solidaridad obrera. Tal es el hito de la conferencia reunida en Zimmervald, cerca de Berna, de 5 al 8 de septiembre de 1915. No agrupa más que a un pequeño número de militantes, una treintena, reclutados en Alemania dentro del grupo socialista independiente, en Gran Bretaña entre disidentes del partido laborista que han formado el Independant Labor Party, y en Francia entre los redactores del diario La vie ouvrière. No obstante, el Manifiesto que establece va a tener una gran difusión:

La guerra, ‹‹gigantesco matadero de hombres››, es ‹‹el producto del imperialismo››; sólo puede conducir a ‹‹la quiebra de la civilización, a la depresión económica y a la reacción política››, dice el Manifiesto. Los partidos socialistas y las organizaciones obreras que han aceptado la ‹‹unión sagrada›› han faltado a su deber. Los miembros de la conferencia ‹‹que han permanecido fieles a la solidaridad internacional del proletariado y a la lucha de clases›› quieren reanudar la lucha ‹‹por la fraternidad de los pueblos, por el socialismo›› y, también, la ‹‹lucha por la paz››. Esta paz deberá pactarse ‹‹sin anexiones ni indemnizaciones de guerra››, pero deberá respetar ‹‹el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos››, que es ‹‹el fundamento inquebrantable en el orden de las relaciones de nación a nación››.

Este texto, redactado por Trotsky, fue considerado ‹‹timorato›› por Lenin, que habría querido lanzar la consigna de ‹‹huelgas políticas›› e, incluso, de ‹‹guerra civil››. No obstante, Lenin no rehúsa participar en el nuevo movimiento, que tiene por órgano permanente una Comisión Socialista Internacional establecida en Berna (incluso no ha rehusado firmar el Manifiesto), pero organiza un grupo distinto, la ‹‹izquierda zimmervaldiana››: la lucha por la paz –declara en su diario, el Sozialdemokrat- sólo es ‹‹fraseología›› si no va ligada a la lucha de clases, a la lucha ‹‹revolucionaria›› del proletariado.

Sin embargo, estas fuerzas de disociación que amenazan la unanimidad nacional, en 1914 y 1915 sólo tienen un papel episódico. La influencia de los ‹‹zimmervaldianos›› está restringida a pequeños grupos de militantes que son más pacifistas que revolucionarios. [ … ]

Renouvin, Pierre

La Primera Guerra Mundial

Colección ¿qué sé?, nº 78

Oikos-tau ediciones, Barcelona, 1990

p. 9-10