Memorias de la guerra /
L. Bellver Memoria Civil, núm. 26, Baleares, 29 junio 1986 Ibiza / Un rasgo de la generosidad característica del pueblo mallorquín y del inigualado entusiasmo por la causa del Movimiento Nacional. Aplastadas una de las cabezas del inmundo dragón rojo que quiso enseñorearse de nuestro suelo, nuestras fuerzas, que bien hubieran podido entregarse a un beatífico descanso bajo los laureles de una victoria absoluta, rehúsan la tregua y representadas en dos de sus más gloriosas ramas, Legión y Falange, van a abatir otra de las cabezas del dragón cuyos zarpazos destrozaban nuestra hermosa isla de Ibiza. Es una gesta que el pueblo de esta isla, todavía bajo los efectos del fatal dominio rojo, no ha podido apreciar. Pero la Historia y este mismo pueblo, en día no lejano, vuelto a sus espeluznantes visiones, hará justicia y apreciarán en todo su valor nuestra actitud de verdadera hermandad. Después de arriesgada travesía recorremos todas las calles, todas las casas, todos los rincones de la ciudad en plan de feroz ataque. Dios no quiso permitirnos el placer de encontrarnos el cobarde enemigo para hacerle polvo. Mejor que nadie, él mismo conoce nuestro arrojo y no puede menos de optar por una "heroica retirada" antes que presentar una "noble cara" que no puede tener.
No le encontramos. Pero sus zarpazos aparecieron por doquier. Puertas derribadas, casas revueltas y saqueadas y huellas de sangre aquí y allá. Y en el Castillo ... !Dios mío, qué huella! No es el zarpazo del Dragón, ni de lo más salvaje conocido. Se trata de un monstruo desconocido que en su hiel acumula la biles de todas las fieras y de todos los diablos. No acertamos a encontrar justo calificativo. Palmas de manos y chorros de sangre se dibujan en las barandillas de la escalera de entrada. Traspasamos el umbral y un fuerte olor de sangre ataca nuestro olfato. Aparece un reguero de sangre seca que no da una sola víctima. Y en la tétrica sala .. los pelos se ponen todavía de punta y críspanse los nervios ... un piso y unas paredes cubiertas de grueso tapiz rojo. Nuestros sentimientos se resisten a creer que se trata de sangre humana, pero las palabras del señor Teniente de Alcalde y de otros evadidos, brotados de labios de personas cuyas negras visiones no se han esfumado todavía ni se esfumarán en toda su vida, convencen en absoluto al más incrédulo yh precavido. La recia verja de la ventana, levantada a golpes de banco, el alto precipicio, salpicado de sangre, por donde hubieron de dejarse caer los pocos que lograron escapar (la Providencia no podía permitir faltaran testigos oculares del hecho de sangre más salvaje que registra la historia9 son pinceladas que avivan la negrura del cuadro. No puedo seguir bajo tan tétrica consideración, no quiero exasperar más los nervios del lector.
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Entre los caídos, cuya lista tengo en mis manos, figuran personas de todas condiciones. Padres con sus hijos, ricos y pobres, sacerdotes. Uno de éstos, un acianito, a quien se le había antojado no podría escapar a la muerte, al presentarse los rojos en su casa no supo hacer más que mostrarles toda su fortuna, consistente en 40 pesetas, y entregarse a ellos. Una oración para todos ellos y en particular para los 22 sacerdotes, algunos de los cuales sufriteron una muerte con todas las notas del martirio. Las iglesias presentan un aspecto desolador. La de San Antonio fue primeramente incendiada. Después quisieron desmontarla y le falta una bóveda. En la Catedral, un montón de escombros, en medio de los cuales se yergue una imagen del Sagrado Corazón arrancado y macheteado en diversos sitios. Del órgano no queda ni un solo tubo. La sepultura del obispo Carrasco profanada, etc. La iglesia de Santo Domingo, cuyas sepulturas están abiertas, fue convertida en almacén de los despojos de las demás iglesias y casas religiosas. Allí aparecen clasificados sin duda para proceder al reparto luego. Un montón de cálices, copones y otros objetos de orfebrería profanados y casi todos destruidos. Entre éstos se encontraba la noble Custodia de la Catedral.
Algunes esglésies foren convertides en magatzem. A la fotografia l'església de Santo Domingo La retirada no debió ser menos precipitada que la de Mallorca, pues nada de esto, que constituía su botín, se llevaron. Quedaron, además, en la isla, muchos de sus compinches que bien habrían querido embarcar para librarse de sus responsabilidades. El señor Obispo, gracias a una Providencia muy manifiesta y a la intervención de dos apuestos jovencitos, se salvó incólume. Pero ha perdido a su octogenario padre y un hermano. Contrario a lo que se ha dicho, el Magistral de la Catedral, doctor Riera, se ha salvado y se halla cooperando en gran manera a la reorganización de las iglesias. Un homenaje al comandante militar de la isla, Sr. Montis, y al Capitán señor Pérez Vingut, de la Legión, el capitán, señor Mulet y el señor Doval, alcalde de la Ciudad, de Falange y a sus respectivas fuerzas que trabajan activa y abnegadamente en el restablecimiento del orden. Ayer domingo se celebraron en Ibiza, Santa Eulalia y San Antronio misas de campaña en acción de gracias y en sufragio de los que han muerto. Poco a poco se repone el pueblo del gran espanto que le hizo concebir el fatal dominio rojo. Pronto quedará coronada nuestra noble empresa.
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