El
Congreso de los Diputados ha aprobado recientemente la proposición de ley
presentada por el Grupo Parlamentario de IU-ICV por medio de la cual se
declara 2006 como "Año de la Memoria Histórica". Se trata de homenajear y
reconocer a todos aquellos hombres y mujeres que fueron víctimas de la
guerra civil, o posteriormente de la represión de la dictadura franquista,
por su defensa de los principios y valores democráticos, así como de
quienes, con su esfuerzo a favor de los derechos fundamentales, de defensa
de las libertades públicas y de la reconciliación entre los españoles,
hicieron posible el régimen democrático instaurado con la Constitución de
1978.
Por su parte el Parlamento Europeo ha realizado una dura condena a la
dictadura franquista, realizando un acto de justicia histórica ante el 70
aniversario del "Alzamiento Nacional" que no fue más que un irresponsable
golpe militar fracasado que derivó en una terrible confrontación de
nefastas consecuencias. Los populares se encontraron patéticamente solos
en la Cámara de Estrasburgo con el único acompañamiento de la ultraderecha
polaca. Patético y bochornoso comportamiento de los que con frecuencia
aparecen como únicos albaceas del franquismo.
Ante estos hechos vuelven a aparecer las voces de aquellos que, aún hoy,
continúan confundiendo los valores democráticos republicanos con la
actuación de las diversas fuerzas políticas en aquel escenario histórico.
Es cierto que la República surgió en el contexto de una aguda crisis del
estado liberal acosado por los totalitarismos. Es cierto que no toda la
izquierda tuvo una actitud netamente republicana. No creo que se trate,
pues, de homenajear a las fuerzas políticas que, en muchas ocasiones,
actuaron contra una república tildada de burguesa por unos y de
revolucionarista por otros. Es tarea de los historiadores establecer los
hechos y dilucidar las causas objetivas que obstaculizaron el desarrollo
republicano y las responsabilidades que contrajeron aquellos que llevaron
hacia la tragedia a los ciudadanos de entonces. En este sentido es
recomendable una atenta lectura de la recién publicada obra de Helen
Graham titulada "Breve historia de la guerra civil".
Pero es innegable que los obstáculos mayores y continuos surgieron de
entre aquellos sectores económicos, políticos, militares y religiosos que,
desde el primer momento y, desde una posición de poder privilegiada,
pusieron palos bajo las ruedas del devenir republicano, del desarrollo
democrático. La república no vino de la mano ni del comunismo ni del
anarquismo que recibieron al nuevo orden con una clara reticencia
consubstancial a su animadversión hacia los poderes burgueses.
El descrédito de la actuación de unas clases dominantes que cabalgaron
secularmente sobre la falta de derechos en una España empobrecida y sumida
en la superstición y el dominio caciquil, condicionó la actuación
republicana que tuvo que verse sometida, desde el primer día de su
implantación, a una constante política de sabotaje desde los poderes
fácticos de una estructura social represiva auspiciada por terribles
desigualdades bendecidas por la Iglesia católica a cambio de un papel
abusivo y dominante en la modelación de las conciencias de los ciudadanos.
El brazo ejecutor de la intransigencia de los poderosos fue una casta
militar modelada en la represión colonial en norte de África y, desde allí
se trajo a las fuerzas militares -legionarios y regulares marroquíes- que,
con la inestimable y determinante ayuda logística, material y humana del
fascismo italiano y del nazismo alemán, vencieron y administraron su
victoria tratando a sus conciudadanos con la misma virulencia que habían
reprimido a los habitantes de las colonias africanas con el objetivo de
eliminar física y políticamente cualquier brote de disidencia con unas
trágicas consecuencias que sólo fueron parcialmente superadas por el
Holocausto nazi.
Homenaje a las víctimas, a todas ellas, con la única excepción de los que
gobernaron al margen de las aseveraciones establecidas por la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre.
Sólo desde una óptica totalitaria se puede girar la vista hacia el pasado
y no reconocer que la II República es la única democracia decente que
posee nuestro acervo político anterior a 1978 y, eso, a algunos,
sencillamente, les duele y por ello nos hablan de no abrir heridas. A los
verdugos les duele hablar de sus víctimas y, en consecuencia, intentan,
desesperadamente, imponer el silencio: el silencio de los corderos.
Pep Vílchez
16/07/06
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