El sustento de la tribu Pep Vílchez

A nadie se les escapa que el Partido Popular Balear - y los poderes fácticos que le apoyan -  tiene centrada buena parte de sus esperanzas políticas en el fracaso de la estabilidad de la coalición de partidos que conforman los diversos gobiernos de centro-izquierda recientemente constituidos. Desde el punto de vista de los populares la debilidad más importante del pacto político que les ha desplazado de las instituciones autonómicas y de múltiples municipios estaría ubicada en la heterogeneidad de sus componentes. Impotentes ante su profunda crisis las estructuras oligárquicas del partido conservador asumen una posición atentista la cual  –muy al estilo balear-  les hace situar sus expectativas de futuro en las dificultades y deficiencias de sus adversarios en lugar de fundamentarlas en los aciertos propios.

Es recurrente entre algunos oráculos populares subrayar que el centro-izquierda está conformado por el hexapartido, obviando que, como es de conocimiento público, se trata del acuerdo entre tres formaciones electorales, con tres candidaturas y tres programas electorales distintos – UM, PSOE y el Bloc-  que han sido capaces de sintetizar en un proyecto político común.

Aunque el Bloc sea  una coalición electoral de cuatro partidos, cabe señalar que su presencia en la mayoría de las  instituciones se debe a candidaturas únicas y a un solo programa electoral. No obstante, es en ese conjunto político donde la derecha conservadora sitúa el eslabón más débil de la cadena que une al centro-izquierda balear. Siendo más precisos, cabe señalar que las esperanzas de la derecha popular están especialmente vinculadas a la posibilidad de que el Bloc no pueda enfrentarse exitosamente al reto de mantener una política de suficiente estabilidad que posibilite el tránsito armónico  de la actual legislatura.

Lo cierto es que el talón de Aquiles del Bloc esta situado en su presumible precariedad y en la propia fragilidad del acuerdo rojo-verde-izquierda nacionalista, debilidad que, efectivamente, no sólo es evidente sino que se ha visto reforzada por unos resultados electorales que no han cubierto las expectativas mínimas de los socios coaligados, especialmente en la ciudad de Palma.

Así, la credibilidad del Bloc y, por tanto, su futuro político, está condicionado por la capacidad de acuerdo entre todos sus componentes que explicite una vocación estratégica que les permita perdurar coaligados más allá de coyunturas electorales. La continuidad de la propuesta electoral progresista ante los próximos comicios legislativos señalará un hito que puede reforzar su consistencia y estabilidad. De la misma manera, existe el peligro de que, en el supuesto de producirse una dispersión electoral entre sus miembros, la oferta progresista salga más debilitada, ya que este hecho cuestionaría de manera patente su propia coherencia y, por tanto, su viabilidad como opción estratégica.

En cualquier caso, no es ocioso señalar que el peligro referido existe y, por tanto, todos los componentes del Bloc  deberían tomar buena nota y avanzar en la homogenización y el acuerdo entre todas sus partes con el objetivo de fortalecer su aportación al conjunto político que da vida a la primera experiencia generalizada de gobiernos de centro-izquierda en nuestras islas y, en consecuencia, adelantar la articulación de una propuesta  común ante las próximas elecciones generales del 2008.

Entre  los partidarios de la nueva formulación de centro-izquierda existen quienes creemos en  la necesidad de una perspectiva de estabilidad y permanencia del acuerdo.  El  tripartito balear, aunque no puede ofrecer satisfacción a muchas de las demandas de las sensibilidades políticas de la izquierda,  debe  suponer una alternativa de largo alcance.

No se puede olvidar que el  telón de fondo, el que contextualiza el acuerdo, es  un escenario político marcado por la excepcional situación de deterioro que afecta a todas nuestras las islas seriamente amenazadas por una profunda y persistente política de destrucción paisajística y medioambiental que acosa nuestro equilibrio y supervivencia  a través de la especulación y la corrupción urbanística. Además, otra de las características definitorias de la situación es la existencia de una agresiva política desnaturalizadora de los rasgos culturales que nos son propios, especialmente en materia lingüística, sin olvidar las nefastas consecuencias del substancial adocenamiento cultural, tan propio de buena parte de nuestra inculta derecha popular, difícilmente disimulable ya sea incorporando el cat o fichando a la muy polémica Maria Pau Janer.

No obstante, lo conveniente para la derecha conservadora sería centrar sus expectativas en finalizar el lamentable espectáculo que se nos viene ofreciendo a consecuencia de la pérdida del poder institucional, especialmente patente desde la esperpéntica “espantá” de Jaume Matas el cual,  dejándoles  en la estacada, ha abierto una crisis de liderazgo que ha propiciado una pugna entre barones incapaces de hallar el camino hacia una sucesión ordenada y armónica en la cual el peligro de una mayor extrema derechización no esta en modo alguno ausente.

Es lógico que el PPB llore sus  penas, realizando una catarsis pública o privada,  aunque el continuo enfrentamiento entre las familias populares augura algo más que un ejercicio de terapia de grupo - con plañideras incluido -.  Ante esta situación no es aventurado afirmar que nos encontramos ante el inicio del declive popular, en definitiva­­: el comienzo del previsible deterioro de una máquina política cuya hegemonía  ha estado estrechamente vinculada al oxígeno político obtenido por medio de un amplio y duradero  ejercicio del poder institucional a través  del cual ha articulado  una amplia y robusta red clientelar hoy  difícilmente sostenible.

Tal vez, a partir de ahora,  el sostén popular no se fundamentará tanto en proporcionar a la tribu el sustento necesario como en convencer y motivar a sus miembros y eso, probablemente, no les sea suficiente  si el centro-izquierda gobernante acierta en sus propuestas políticas y en la gestión cotidiana de la vida pública.

Palma. 24 de agosto 2007