El 12
de noviembre de 1956 fallecía en París, a consecuencia de una
dolencia cardíaca, Juan Negrín López. Su cuerpo, depositado en
el cementerio parisino de Père Lachaise, fue enterrado en el más
estricto anonimato. En su tumba sólo figuraban sus iniciales:
J.N.L.
El 2006 se conmemoró el 50 aniversario de la desaparición del
que fue presidente del último gobierno republicano en territorio
español. Ayer, aquellos que tuvieron el privilegio de asistir a
la conferencia que Gabriel Jackson impartió en el Club Diario de
Mallorca tuvieron ocasión de escuchar a uno de los historiadores
más prestigiosos de nuestro período republicano el cual disertó
sobre el insigne estadista.
Jackson, que en la actualidad está trabajando la figura de Juan
Negrín, nos augura unas sorpresivas conclusiones sobre tan
discutida y falseada figura. No cabe duda que las
investigaciones del experto hispanista serán de gran utilidad y
sumarán aportaciones a los excelentes trabajos publicados
recientemente. Nos referimos a los estudios biográficos
realizados por Ricardo Miralles -"Juan Negrín. La república en
guerra", Madrid 2003- y la más reciente obra de Enrique
Moradiellos -Juan Negrín, Madrid, 2006- quienes nos presentan
unos textos de gran calidad dedicados al que fue considerado
como la figura más difamada de la reciente historia
contemporánea española.
Confieso mi admiración hacia quién personifica el espíritu de
resistencia popular frente a los militares rebeldes. A la
postre, Juan Negrín, tuvo la clarividencia de sostener la
consigna de "resistir es vencer" y, a través de ella, mostrar
una actitud profundamente ética frente a los desmanes represivos
de los vencedores. Éste supo que la confrontación española era
el primer campo de batalla contra el fascismo internacional,
preámbulo de la II Guerra Mundial y, a su vez, que la ferocidad
represiva no pararía ante una rendición pactada como demostró la
estúpida claudicación de la madrileña Junta del coronel Casado.
Juan Negrín, pues, encarna el heróico espíritu de resistencia de
miles de republicanos que dieron su vida generosamente por un
ideario democrático. Bueno es restituir su figura frente a otros
que, impregnados de derrotismo, no supieron estar a la altura
del sacrificio que la lucha por la libertad demandaba.
Hoy, cuando los estudios historiográficos nos rellenan el perfil
del hombre y del estadista republicano, la sombra del pasado se
ilumina para ofrecer los contornos de un hombre que supo creer,
consecuentemente, en un futuro de libertad y dignidad para su
país encarnando la nobleza del pueblo resistente frente al
fascismo.
Pep Vílchez es licenciado en historia.
29/03/07
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