Joan Monserrat Parets                 Lo mejor es la paz

Aparte, pero debidamente anotadas, dejo todas las insidias y ofensas que para mi persona contiene el artículo “Huyendo porla tangente”, de mi amigo Bisbal. Me resisto a seguirle por este camino. No me parece oportuno no conveniente armar grescas entre nosotros. Se reirán demasiado de nuestras bravatas las gentes. Hemos venido muy a menos para continuar perdiendo el tiempo en impertinentes pleitos y estériles disputas.

No busque, pues, los pies al gato el amigo Bisbal. Vuelva a leer mis artículos, procure querer entenderlos y verá cuan fuera de lugar está el varapalo que me propina, haciendo gala de sus envidiables habilidades de viejo polemista. Resérvelas, créame a mí el amigo Bisbal, a esas sus virtudes tan dignamente aplicadas, para otros menesteres de más enjundia. Entre amigos (porque no hemos tenidos cuestiones) a lo menos que estamos obligados es a conducirnos noblemente. Falsear conceptos, tergiversar ideas, emplear sofismas, derivar por laberínticas sendas las discusiones, además de poco serio, es en este caso, inconveniente y un tanto peligroso. Nada vamos a ganar embarullando el asunto. Es este demasiado claro para complicarlo. A que enredarnos ahora en discusiones doctrinales y partidistas, en averiguaciones de quien es o no es socialista, si esto no reza para nada con el asunto que se debate. Arrincone, pues, el amigo Bisbal, el Cristo de las ideas. No las mezcle para nada con nuestras picardías y nuestros enredos. Repito que no conocemos todos. Si no es así empiece el amigo Bisbal, por decirnos quien es él, como piensa, de donde viene, en donde ha estado y a dónde vá.

Y todo esto estaría por demás. Aquí de los que se trata es de la paz. Vos la habéis propuesto, los de la capillita, que otros fundaron y que si yo alentara convertiría muy pronto en iglesia, la hemos aceptado sin condiciones y con la sola garantía de que los hechos vinieren a probar la certeza y la bondad de los pacíficos propósitos anunciados. No viene el caso, y además para ello estamos ya demasiado viejos y gastados, repetir las oposiciones a socialistas. Lo hemos sido toda la vida, continuamos siéndolo, no entra en nuestros cálculos un cambio de camisa. Así, seguramente, lo pensó el amigo Bisbal, con muy buen acuerdo por cierto al proponer la paz que ahora arrepentido trata de hacer imposible.

Yo deseaba esa paz, la deseaba entre los que nos llamamos y creemos ser socialistas. Por esto, porque la deseaba, rehuí disputas y procuré en todo momento el desarme de los oídos. Por esto han callado también los de la capillita. Y sólo me creí obligado a corresponder al amigo Bisbal, cuando por la forma correcta de una alusión vi la posibilidad de la concordia. Ahora, si cambiando de rumbo se le ha esfumado a Bisbal el sentimiento de responsabilidad de que nos hablaba, y de lo que se trata es de armar camorra y meter bulla y llegar a una campaña de escándalo, yo no estoy dispuesto a cargar con la responsabilidad de las desastrosas consecuencias que ello tendría para las organizaciones y para nuestras respectivas personas. No ganaríamos nada ni nosotros ni las ideas.

Cuantos de buena fe nos siguen o nos han seguido, no verán con buenos ojos el espectáculo que vamos a dar si la reflexión y la cordura a tiempo no se imponen. En cambio hay quienes ya se refocilan de gusto en expectación de la colada pública que se avecina. Quieren estos últimos dar satisfacción, con tiras de nuestra piel, a sus odios, a sus personalismos, a sus bajezas. Y no hablemos del gustazo que con ello recibirán nuestros adversarios.

Evitemos, amigo Bisbal, esa pelea que puede muy bien inutilizarnos, sin ningún resultado práctico. Es mucho mejor que la paz sea con nosotros. Avergoncémonos en estos tiempos de hacer alarde de chulaperías, de guapezas y de bravatas. Tendría ello un sentido demasiado trágico. Cese la guerra entre nosotros y venga la paz. Será un gran bien para todos, y estoy seguro que los que de verdad aman las ideas nos lo agradecerán.

Yo por mi parte continuaré trabajando para hacer las paces. Lo creo en mí un deber. Sólo en último término, agotados todos los medios de concordia, quizá me decida a cruzar las armas si a ello me obliga la defensa de mi dignidad. Aún así trabajo ha de costarme decidirme a la brega; pero si tanto se empeñan, si no hay más remedio, si se entiende que así, aumentando los odios y fraccionándonos más serviremos mejor a las ideas, arriba el telón y fuera las caretas.

J. Monserrat Parets.

EL OBRERO BALEAR nº 1209

12 de junio de 1925

 

1924-1925  Borrón y cuenta nueva  POLÈMICA  LLORENÇ BISBAL/ JOAN MONSERRAT PARETS

 

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