La vista de una causa
Impresiones
Aunque en el momento en que escribo estas
líneas, no haya llegado todavía a mi
conocimiento el resultado del fallo, presumo ha
de ser éste de una aterradora culpabilidad para
los tres procesados, sin que pretenda al soltar
tan arriesgada eventualidad; zaherir en lo más
mínimo, la susceptibilidad del dignísimo
tribunal de derecho, que en dicha vista
entendió. Muy lejos de mi ánimo.
El capitalismo, es el eje alrededor del cual
gira la actual organización social.
Materialmente, es sino imposible difícil el
triunfo de los irredentos de los parias, puestos
en franca lucha contra los privilegiados de la
fortuna. Todo gira alrededor de la peseta y a su
impulso se mueve. La razón y la justicia, son
palabras vacías de sentido, que para nada son
tenidas en cuenta.
El señor Estrany, interpuso querella criminal
contra tres obreros, por faltas por él mismo
cometidas. De ser punibles, sobre su cabeza
debería de caer todo el rigor de la ley.
Cierto que
Bisbal
y sólo él, o así al menos se desprende de sus
declaraciones, fue el brazo ejecutor. Pero ¿y el
autor moral? ¿Y el que con su conducta
intolerable, su proceder innoble, hizo concebir
la idea objeto del proceso?
Sin la idea que le impulse, el hombre no se
mueve, no activa, no ejecuta. El señor Estrany
impulsó a
Bisbal
a hacer lo que hizo, para luego delatarle. ¡Qué
vergüenza! ¡Qué asco¡ Y que no sean tenidas en
cuenta
ciertas circunstancias.
En el señor Estrany, sospecho pérfidas
intenciones, moralmente más punibles si cabe,
que el contenido en conjunto de la hoja objeto
de su ensañamiento.
Y es que el señor Estrany, no obra por impulso
propio. En su cerebro, tiene escondido un
inquisidor; en su conciencia, un jesuita; y en
su corazón un Torquemada o un Pedro Arbues.
Sirve de instrumento a todo lo que tenga visos
de maldad y tiranía. Es un monstruo por dentro.
Y todo esto, debemos de tomar buena nota, los
obreros mallorquines.
Con pretender y conseguir eliminar de entre
nosotros, al que es alma y nervio del
proletariado organizado mallorquín, compañero de
todos, querido Lorenzo Bisbal, no conseguirán
sino atizar aún más la hoguera de los odios, que
el pueblo siente contra todo lo que huele a
despotismo y tiranía.
Bisbal nos dejará, pero tengamos la completa
seguridad de que en espíritu al menos, vivirá
entre nosotros, y nos transmitirá desde el punto
donde fije su destierro, las grandezas que su
inmenso corazón, corazón de oro, encierra.
Consolémonos a la sola idea de que en
dondequiera que vaya
Bisbal,
ha de hallar ambiente propio a sus aspiraciones;
mientras que su perseguidor, la sombra de Bisbal
le ha de servir de pesadilla odiosa. Sólo, a
escondidas de ocultis: purgará sus muchas faltas.
Moralmente, hemos triunfado.
José Monserrat
Lluchmayor, 12 de marzo de 1917
Núm. 790, 24 de marzo de 1917
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