La guerra desaparecerá / Pablo Iglesias

 

Ante la descomunal contienda que en estos momentos aflige a la Humanidad, gente que pasa por culta y hasta por avispada asegura, después de mostrar su horror por las escenas sangrientas ofrecidas por aquélla, que la guerra no desaparecerá jamás.

 

La ceguera de los que tal afirman es tan grande, que no les permite ver la luz de la verdad.

 

Un estado social puede haber alcanzado tales o cuales progresos, conseguido un portentoso desarrollo en su riqueza, elevado su potencia científica extraordinariamente; más si en él impera el antagonismo de intereses, no se verá libre de odios y de guerras.

 

Es lo que acontece en el régimen capitalista.

 

El interés obrero opuesto al interés del patrono o explotador, y el interés de la burguesía de un país opuesto al interés de la burguesía de otra o de otras naciones, son los que engendran las guerras, lo mismo las de medianas proporciones que las tremendamente colosales, como las que hoy padecemos.

 

Que la oposición de esos intereses desaparezcan; que el interés de un individuo esté en armonía con el interés de todos los demás, y el de un pueblo con el de todos los pueblos, y la guerra no tendrá razón de ser.

 

¿Hay posibilidad de que esto ocurra? ¿Cabe obtener que el interés de todos los hombres sea uno? Si. Pues desde ese momento, muerto el antagonismo entre todos los seres humanos, a la lucha sucede la paz mediante el reinado de la armonía, no la armonía en las palabras, sino la armonía en los hechos, en todas las relaciones de la vida.

 

Adelantados, muy adelantados son la mayor parte de los países que están hoy en lucha, pero a pesar de eso, como les anima el afán de la expansión territorial, la codicia de nuevos territorios, este hecho llévales a mantener contiendas tan sangrientas y horrorosas como la que actualmente estamos presenciando.

 

Y como para mantener estas luchas necesitase una institución armada muy fuerte, llega ésta ha adquirir tal preponderancia, que en ocasiones –uy la de hoy es una de ellas- más se mueve por ansias de desarrollo o de dominio propio, que por servir los intereses a que debiera estar subordinada.

 

Pero ni revistiendo carácter imperialista ni siendo fiel servidor de los que viven explotando, existiría ese elemento necesario para la guerra, si el régimen social presente no estuviera compuesto de varias clases.

 

Suprímanse éstas, deje de haber explotadores y explotados, patronos y obreros, y entonces la guerra es imposible, y por ende innecesaria la institución armada.

 

¿Se va camino de esto? ¿Distínguese la desaparición, por estéril y dañino, del elemento patronal y la transformación de dicho elemento y del proletariado en una colectividad de productores dueños del fruto de su trabajo? ¿Divisase en lontananza la socialización de los medios necesarios para la producción y el cambio? Lo afirmamos rotundamente. Y si nos aproximamos a esas hondas transformaciones; si vemos hundirse e inmediata a desaparecer a la clase capitalista y llegar a la plenitud de su conciencia a la clase trabajadora; si será cuestión de unos cuentos lustros solamente el que el Poder político pase de manos de la burguesía a manos de los verdaderos productores, el término de la lucha entre los hombres y entre los pueblos no puede estar lejano.

 

Se equivocan, observan pésimamente los que asegurar que las carnicerías humanas no desaparecerán. Por el contrario a su desaparición vamos.

 

Escasa ya la vida que le queda al régimen burgués, el Socialismo habrá de sucederle, y al ocurrir esto habrán desaparecido los motivos que originan la guerra.

 

El Socialismo y la guerra son incompatibles. Por eso precisamente para ser lógicos cuantos maldicen los actos guerreros y se conmueven ante sus horrores, habrán de alistarse en las filas socialistas para acabar con ellos. +

 

PABLO IGLESIAS

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 657, 12 de septiembre de 1914

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