Llorenç Bisbal Ante el probable Congreso de la Unión General de Trabajadores de España

Por las referencias que da EL SOCIALISTA de las reuniones que van celebrando las Sociedades pertenecientes a  la Unión General de Trabajadores acerca de la convocatoria de un Congreso extraordinario para tratar de la actitud a seguir por dicho organismo nacional en relación con la Asamblea Consultiva que el gobierno ha prometido crear, parece probable que la mayoría de confederados se inclinará por la celebración de dicho Congreso. 

En el supuesto de que sea así –y sería lamentable que nuestros cálculos y nuestros deseos a este respecto saliesen fallidos –este Congreso tendrá una trascendencia enorme. No solamente el proletariado español, sino el país entero tendrá reconcentrada la atención en sus deliberaciones, siendo, por consiguiente, misión delicada y de gran responsabilidad la que tendrán que asumir los delegados que a él asistan en representación de sus respectivas colectividades.

Pero no nos cabe la menor duda que esa responsabilidad será afrontada con serenidad y plena conciencia por los mandatarios obreros. Cada cual intervendrá en los debates, que seguramente serán algo movidos, defendiendo con ardor sus respectivos puntos de vista; pero estamos seguros que por mucho que sea el fuego de sus pasiones, como estas serán nobles, hijas de convicciones sinceras basadas en el bien de la organización obrera y de sus ideales de emancipación, las discusiones, aún siendo vehementes, se desarrollarán, como siempre ocurre en nuestras Asambleas nacionales, dentro un ambiente de cordialidad y respeto personal que desesperará a los sembradores de cizaña que quisieran que este Congreso acabara a palos y que no quedara de la Unión General ni el nombre. ¡Qué poco se nos conoce!

La cuestión que va a discutirse en el citado Congreso no afecta a la esencialidad de los ideales que persigue la Unión General, se trata únicamente de un procedimiento táctico, de si conviene o no conviene a los intereses materiales y morales del proletariado español participar, intervenir en un organismo público que se va a crear y en el que han de ventilarse muchas cuestiones afectas a la vida nacional en sus múltiples aspectos. Claro que esto tiene su miga, y porque la tiene es que se presta a distintos criterios. De ahí que creamos que las discusiones serán movidas en el Congreso, sin que por ello haya de suponerse que se producirán divisiones en la Unión General ni en el Partido Socialista, como predicen, propagan y quisieran nuestros adversarios.

Al final del citado Congreso y sea cual fuere el resultado de sus deliberaciones, todos los delegados no sólo prestarán acatamiento personal a lo que haya acordado la mayoría de confederados, sino que, como buenos demócratas y como hombres convencidos de que la unión es la fuerza y de que la fuerza sin disciplina no es fuerza ni es unión, se sentirán, salvados ya sus puntos de vista, más obligados que nadie a defender las soberanas decisiones del Congreso. Cualquiera que intentase rebelarse contra esas decisiones no sólo pondría de manifiesto su espíritu personalista y antidemocrático, sino que además se quedaría completamente sólo por muy prestigioso y distinguido que fuese.

En el seno de nuestras organizaciones así políticas como sindicales, todo se rige por normas escrupulosamente democráticas y no se admiten ni toleran rebeldías ni imposiciones de nadie. Esto es muy propio de espíritus autócratas que aspiran a estatuir poderes personales y absolutos, antitéticos con la democracia, el socialismo y la libertad.

Alguien ha dicho que esta cuestión de la Asamblea Consultiva se resolvía con un rápido “no ha lugar a deliberar”. Los que no tienen más responsabilidad que la de su criterio personal pueden obrar muy rápidamente, pero los que se deben a un cargo y a una representación no pueden tener esas gallardías personales, que son muy peligrosas.

El que esto escribe es enemigo de participar en la citada Asamblea Consultiva, no porque entienda que esto signifique colaborar con el actual régimen político, que es de lo que se nos acusa injustamente, sino por creer que la clase trabajadora no ha de sacar ningún provecho moral ni material de esa participación y en cambio puede perder prestigio; pero a pesar de ser contrario a la participación creo que el asunto merece pensarse y ser discutido por un Congreso, ateniéndonos todos, empero, a sus resoluciones.

De pensar bien las cosas no nos arrepentimos nunca y en cambio suele resultar contraproducente el dejarse llevar de las primeras impresiones, donde falta la madurez y la reflexión.

Si se celebra, pues, como creemos, el Congreso de la Unión General, a él debemos de ir armados con dos grandes virtudes: reflexión y propósito de someternos todos a loa que acuerde la mayoría de confederados.

Sólo así demostraremos que por encima de todo ponemos el amor a la organización y al ideal y sólo así dejaremos con un palmo de narices a los que esperan de este Congreso un cisma.

Lorenzo Bisbal.

 EL OBRERO BALEAR nº 1279

22 de octubre  de 1926