CALAMIDADES MEXICANAS

    Llorenç Bisbal

 

El que está acostumbrado a vivir bajo un régimen de monarquía al estilo español, sin libertades casi, ni medios de vida para el trabajador, ni medios de poderse instruir, sometido a una explotación del trabajo sin límites, expuesto a morirse envenenado por la sofistificación de los alimentos, sujeto a un caciquismo que huele a porquería, y a otras tantas plagas que alimentan la filoxera española, quien sólo ha vivido en un país así y cansado de soportar sus consecuencias, (que casi siempre se cree derivan del sistema monárquico que rige la nación), lo abandona por irse a vivir en una república federal, seguramente pensará que al dejar su país se sale del infierno y se va derechito a la gloria. Y e lógico que así piensen por lo menos los fervientes republicanos españoles que creen verdad las bellezas que sus jefes pintan de la república.

Pero ¡hay cuanta diferencia de ver una república pintada en el cuadro de las ilusiones y adornos a verla desnuda en su esfera práctica de la realidad!

México es un país que se rige republicanamente y sobre la base federativa, y sin embargo no tiene punto de comparación con la monarquía española, en cuanto a libertades públicas y de pensamiento.

En las leyes mexicanas existe si, el derecho de asociación para todos los ciudadanos, como también el de reunirse y manifestarse públicamente, pero si estos actos tiene una finalidad política contraria a la burguesía o con ellos se persigue el mejoramiento económico y práctico de la clase trabajadora, no tan sólo no son permitidos por el gobierno federal, sino que sus iniciadores muchas veces son perseguidos y llevados a Belem o a las Tres Marías, islas éstas muy mal sanas y de donde suelen tornar muy pocos de los que allí son llevados. Belem es una cárcel la más asquerosa y antihumana del mundo; actualmente el tifus se ha apoderado de los pobres presos y se van para el otro barrio lo mismo que moscas.

Cuando uno tiene la mala suerte de caerse en la cárcel esa, aunque sea por cualquiera fruslería, el primer obsequio que le hacen es rasurarle todo el pelo que lleva del cuello para arriba; luego lo fotografían de distintas posturas y después de tomados todos los pelos y señales lo sueltan entre los ladrones y criminales, teniendo que acostarse en el bruto suelo que siempre está húmedo de orín y basura.

En México no se puede hablar de huelgas, pues ha habido algunas y el gobierno las ha disuelto inmediatamente a tiros, prendiendo a sus organizadores y haciéndolos desaparecer sin que nadie sepa cómo ni por donde.

El que aquí hace declaraciones socialistas o anarquistas corre tanto o más riesgo que los dinamiteros en España.

Los periodistas y escritores que no se someten a los prejuicios del país o que no saben adular a D. Porfirio Díaz, tienen que marcharse al extranjero o disponerse a vivir en la cárcel o en la Siberia chica (Islas Marías).

La prensa, aun la de oposición al gobierno no tiene más objeto ni finalidad que el mercantilismo y el mantenimiento de la sumisión del pueblo, de ese desgraciado pueblo mexicano que nadie se cuida de educar y que vive sin comer casi y en la inmundicia del vicio y la borrachera.

La tortilla de maíz, los fríjoles y el púlgue constituyen la base de la alimentación del obrero mexicano. La tortilla, que es harina de maíz mal amasada y tostada, a la vez que la consumen en lugar de pan les sirve también de cuchara para coger los frijolitos negros de dentro de la olla; el púlque lo beben en vez de vino y es un líquido blanco como la leche que solo el olor apesta; lo produce una planta que le llaman magney, semejante a la pita, y la mitad del territorio de méxico está cultivado de esa porquería, que solo es útil para emborrachar a quien la toma.

El púlque es, en una palabra, la perdición del pueblo mexicano, a cuya protección nadie acude más que los gendarmes que siempre están atareados recogiendo hombres y mujeres borrachos de en medio de la calle para llevarlos a la Comisaría; con mucha frecuencia también los gendarmes están ebrios.

De las viviendas obreras no hay que hablar: casuchas infectas sin luz ni ventilación constituyen de albergue, y el mobiliario se compone de una pedazo de estera para dormir, una olla para guisar los fríjoles, otra más grande para el púlque y a los sumo dos o tres cosas que le llaman sillas. El vestido con que se cubren las carnes se reduce a unos pedazos de trapo medio rotos que a muchos no les alcanza para taparse las partes más necesarias del cuerpo. La mayoría andan descalzos y los que no llevan guarachas.

La explotación de que son víctimas esos pobres individuos por parte de los capitalistas causa compasión, pues sus salarios oscilan entre 75 centavos a 1’50 centavos por unas jornadas más propias para burros que para seres humanos.

Verdad es que no se puede confiar con ellos, que en teniendo una peseta se emborrachan y ya no van al trabajo, y otras cosas por el estilo, pero mientras tanto los días que trabajaban son doblemente explotados que los trabajadores extranjeros ¿Y quien de eso tiene la culpa?

Si el gobierno federal en vez de conceder la libertad amplia y sin límites de emborracharse casi todos los ciudadanos y ciudadanas de mexico, empezara por restringir la producción venenosa del púlque y la venta de las no menos venenosas bebidas alcohólicas; si facilitara la fundación y desarrollo de las asociaciones gremiales y políticas de la clase obrera; si en vez de autorizar la abertura de tantísima pulqueria que son la vergüenza de méxico y de su sanidad, abriera escuelas de artes y oficios y centros de verdadera instrucción; si educara, en fin, al pueblo mexicano, desaparecería en gran parte la red de calamidades que envuelven a la república y el obrero adquiriría concepto de su dignidad de hombre y de productor y como tal haría prevalecer sus derechos y se haría respetar. Y con ello la nación ganaría en riqueza y en dignidad, pues eso de considerar, (hasta los mismos capitalistas del país), al obrero mexicano como un simple perro al lado del trabajador extranjero, no e gran honra para la familia, que digamos.

La cuestión del clericalismo si que tiene gracia en este país del maíz. El gobierno es anticlerical, la prensa anticlerical, anticlericales son los indios todos y hasta los gatos de la república se manifiestan anticlericalmente. Pero es el caos que a cada tres pasos se tropieza con un cura, a cada cuatro con una monja y a cada cinco con dos iglesias; y como en todas partes esa gent aquí lo domina todo. ¡Y viva la libertad republicana federal de México! … y la de todas las repúblicas burguesas.

¡Que lástima que los obreros españoles, después de tantas lecciones y ejemplos prácticos de los cristos republicanos en el interior de España y de las repúblicas en el exterior, aún pierdan el tiempo entusiasmados como locos esperando el milagro!

México, 11-10-1908

Lorenzo Bisbal

EL OBRERO BALEAR

Núm 352, 5 de diciembre de 1908