El triunfo es nuestro

La guerra declarada por los socialistas contra el presente régimen individualista, debido a las desigualdades e injusticias que emanan de su constitución económica y política y que perjudican grandemente a una de sus clases, la expoliada, hace que algunos de sus sabios doctores en filosofía anticuada que con tanto calor defienden la actual organización, trate de refutar y ridiculizar nuestras doctrinas. La desigualdad, dicen, es la obra de la Naturaleza y al manifestarse en todas las cosas, manifiéstase también entre los hombres; por tanto, la igualdad que vienen pregonando los socialistas, no solo es absurda como pretensión sino que también utópica.

La interpretación con que estos señores conciben la igualdad propagada por nosotros, dice muy poco en su favor, pues acusa un grado de mentalidad muy inferior al de los que, hallándose bastante muy distanciados de su posición social, por razón de la situación económica que padecen, por los menos no incurren en la candidez de pretender establecer una igualdad basada en la monotonía.

De su refutación se desprende que confunden las épocas en que ha venido desenvolviéndose la humanidad con la presente, no hallando según la lógica por ellos sustentada diferenciación ninguna entre los diferentes regímenes de esclavitud, servidumbre y salario, obteniendo como consecuencia, que aquella no ha evolucionado desde que viene subsistiendo.

Ateniéndonos nosotros al proceso histórico de la humanidad sin perder de vista la evolución experimentada en el transcurso de los tiempos, no podemos de menos de declararnos evolucionistas a la vez que revolucionarios como resultante de nuestras aspiraciones, encaminando nuestra acción a la transformación de la propiedad individual de los instrumentos de trabajo en propiedad común de la sociedad socialistas; evitando por este medio el odioso privilegio que hoy se disfruta y la posibilidad de una vida regalada mientras hay quien permanece en la abstinencia.

Semejante injusticia no entraña nada de humano, pues mientras la clase laborioso hállase sumida en la mayor desventura careciendo de lo más indispensable no solo para la perpetuación de la especie sino que hasta para su propia conservación; otra clase la selecta, la culta, la privilegiada, goza de la vida holgando sin carecer hasta de lo superfluo. Tan monstruos desigualdad engendrada por la presente organización es la que combatimos, queriendo implantar a su vez, una igualdad que garantice a todos los miembros de la colectividad una existencia material y moral humana.

“El Socialismo –según Deville- busca la igualdad en los medios de desenvolvimiento y de acción, es decir, la igualdad en el punto de partida. Lo que no pretende en ningún caso es la igualdad en el camino, ni la igualdad en el punto de llegada”.

El hecho pues de tener garantizadas todos los hombres las mismas condiciones para educarse y desenvolverse, no implica el que todos ellos tengan que hallarse a un mismo nivel en cuanto a inteligencia, sino que todos participarán en el régimen socialista del mismo derecho,- privilegio que hoy goza una clase de la sociedad presente, la burguesía, con exclusión absoluta de la otra la proletaria- y el más inteligente se distinguirá de los demás, y esta desigualdad natural como otras de orden físico y moral, serán respetadas por el Socialismo por considerarlas de suma utilidad.

Por lo tanto es inútil pretender interrumpir el arrollador avance del socialismo en marcha, puesto que éste encarna la suprema aspiración del pueblo vilipendiado que se apresta para su total emancipación, y en la lucha entablada no hay que dudarlo, el triunfo será del Socialismo.

Jaime M. Mari

EL OBRERO BALEAR

Núm. 478, 1 de mayo de 1909

fideus/