Desde la cárcel – Joan Perona

Seguramente no hay ningún ser en la tierra que goze de tanta tranquilidad como nosotros. Pues a consecuencia de la guerra mundial, la humanidad ha sufrido un trastorno que en cada individuo, en cada familia, se presenta el problema social pavoroso a resolver. ¡Cuántas serán las mujeres que derramarán lágrimas, y cuantos los hombres que reconociendo su impotencia, su ignorancia, y su cobardía, se tirarán en la cama deseando un sueño eterno!

Entre los privilegiados en el palacio, también reconocen que la historia está pendiente de un hilo. Las instituciones pertenecientes a este sistema político social se tambalean; en el Congreso sus representantes en nombre del orden se acometen unos a otros dándose de palos; en fin, que el mundo resulta un manicomio. A nosotros se nos ha detenido y encarcelado por haber faltado a la ley de imprenta, y mientas esperamos prestar declaraciones al juez, escribimos éstas cuartillas sentados en el suelo del pasillo, para aprovechar la luz de una ventana que se encuentra situada a unos tres metros de altura; a la izquierda hay cuatro departamos; el primero lo ocupamos nosotros; en él disponemos de un jergón y dos mantas; en el segundo la puerta está cerrada, pero en ella hay un agujero por el cual hemos descubierto en su interior unos cincuenta ataúdes amontonados, que gracias a nuestra despreocupación conservamos un excelente apetito; la tercera está vacía y en la cuarta se encuentra reservado el patíbulo desmontado. Se conoce que está muy bien atendido; no oímos el más insignificante ruido. Vivimos, por lo tanto, el verdadero reinado de la paz. Tres visitas diarias del celador es la única molestia, por lo tanto nos hemos tenido que amoldar a una nueva regla de vida, que consiste en comer y acotarnos, pues lo bajos de esta cárcel resultan muy fríos, y en la cama no pudiendo conciliar el sueño, invertimos el tiempo discutiendo respecto al desfile diario de los esclavos que marchan al taller o a la fábrica, que trabajan y viven en la miseria para mantener a este régimen injusto y desigual y asegurado con la cárcel y el patíbulo. Un hombres solo no vale nada, pero si somos muchos y nos encontramos en todas partes, el incendio revolucionario que ha de reducir a cenizas el pasado iluminando la excelsa figura de la Libertad, será un hecho muy pronto, sin que lo puedan evitar las extremas izquierdas, que solo desean paz y conservación.

PERONA Y SANCHIZ

Cárcel de Palma 24 de Noviembre

NOTA.-A la hora en que corregimos el original, estos compañeros, han sido puestos en libertad, no encontrándoles el juez ninguna causa.

CULTURA OBRERA nº 16

29 de noviembre de 1919