A LOS OBREROS EN MADERA
DE PALMA Y SUS
ENTORNOS
Compañeros:
Puede que cause
extrañeza el tener que recordar a un gremio que no es novicio en la
organización, las ventajas que esta reporta y la obligación que cada
uno de nosotros tenemos con aquella. Pero una vez enterados del
contenido de este escrito, creo que comprenderán la razón que asiste
para acudir al terreno de la propaganda y por este medio atraerlos al
campo societario.
Nadie ignora
que este gremio ha sido uno de los primeros en la conquista de mejoras,
a la vez que en practicar la solidaridad con nuestros hermanos de la
Península; pero si así procedía, también hay que hacer constar que los
asociados eran una gran mayoría e interesabanse con alguna voluntad en
lo que el gremio se refería.
En la
actualidad, existe aún la organización, pero le falta aquella fuerza
que sólo la unión de todos puede prestarle.
Sin la unión
nada puede conseguirse y mientras no sea un hecho, seguiremos
estacionados en perjuicio de todos en general. Hoy la vida se hace
imposible en Palma; las subsistencias se hallan a un precio elevado,
el alquiler de las casas le sigue en turno y exactamente igual, todo
cuanto se refiere a la vida del obrero; sólo una cosa no ha aumentado;
el salario del infeliz Juan trabaja,
De que esto
suceda, sólo nosotros mismos, lo debemos; y en lo que se refiere a
nuestro gremio, creo que tampoco podemos achacar la culpa a otro, sino
a nuestra propia indiferencia hacia cuanto nos atañe.
Referente a la
jornada, existe una anarquía; pues se trabaja como se quiere y con el
salario que se quiere pagar. Ya no es dueño el obrero de hacer
prevalecer la jornada de nueve horas; a excepción de algunos talleres
que no la han modificado; y en cuanto al salario, no tiene más remedio
que trabajar por el que su patrono le señale, porque sino, otros hay
dispuestos a ocupar su plaza; y cuando se dice esto último, es porque
hay obreros sin ocupación y no pueden pasar sin comer.
Y para que se
vea el desbarajuste que reina ente nosotros, obsérvase que mientras
una casa despide a unos obreros y éstos huelgan, en otra trabajan
horas extraordinarias sin que la remuneración sea equivalente a la
labor realizada.
Si pasamos a la
consideración personal del obrero, deja mucho que desear por parte de
los patronos; y a pesar de tanto mal estar y sufrir, contemplase al
vejado, acobardado y sin energías para defender su derecho.
Tan apocada
actitud no sólo redunda en su perjuicio, sino que también alcanza a
perturbar las mejoras que tanto han costado para poseerlas. Y esto se
explica perfectamente; porque sabiendo los patronos que hoy la
Sociedad se halla casi desierta y por consiguiente sin fuerza para
imponerse a las injusticias de que son víctimas, aprovechanse aquellos
de estas circunstancias para sacar el mejor partido posible.
Y los obreros
que comprenden la causa de su pésima situación, se muerden la lengua
porque saben que faltan a su deber y sufren porque conocen que su
debilidad consiste en su división, o lo que es igual, porque no
estando unidos no representan ninguna fuerza. Y así van pasando el
tiempo sin decidirse de una vez a corregir tanto abuso.
Pues bien;
creyendo que ya es hora de remediar tanto mal, es necesario que
volvamos otra vez hacia nuestra Sociedad sin reparos de ninguna clase,
pero si con el propósito de enmendarnos y recompensar el tiempo
perdido. Al mismo tiempo hemos de procura hacer comprender a los
jóvenes que las ventajas que aún se disfrutan representan grandes
sacrificios que tuvieron que pasar los viejos compañeros y que hoy
toca también a ellos hacer de su parte cuanto puedan para conquistarse
la plaza de buenos soldados.
No vayan a
creer empero, que las mejoras que hoy son indispensables para el
gremio, con facilidad se adquieran. Para ello es preciso antes
ponernos en condiciones, y éstas no se logran tan fácilmente como
parece. De consiguiente precisa que nos decidamos cuanto antes a
ingresar en la Sociedad, atrayendo al mismo tiempo al mayor número
posible; pues las actuales circunstancias requieren un meditado
estudio para colocarnos en condiciones ventajosas y que sin las cuales
no lograríamos infundir el respeto que debemos.
Entre tanto,
podremos atender a la educación societaria, al mismo tiempo que ir
ganando terreno, en cuanto lo permitan las circunstancias, y de este
modo conseguiremos sin grandes esfuerzos, lo que hoy seria un
imposible.
Por de pronto
podéis tener por seguro, que al mismo tiempo que la Sociedad irá
aumentando socios, los patronos irán modificando su trato mostrándose
más condescendientes. Y esto sabedlo, no será hijo del acaso, seino
que será el respeto que les infundirá el mero hecho de haberos unido.
Adelante pues y a no dejar pasar el tiempo.
Un compañero
EL OBRERO BALEAR
Núm. 344, 16 de
mayo de 1908
fideus/
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