1920 –  Detención injustificada – Francisco Sabater Gamundi

Hace varias semanas vino a Palma, desde Barcelona, el compañero Francisco Sabater Gamundi, con el objeto de restablecer su quebrantada salud al lado de su familia. Parece que iba siguiéndole la pista un patibulario sabueso de la Patronal, quién dio con él a los cinco días de haber llegado a esta, y, al no poderle arrancar las confidencias que deseaba, lo encerró en la cárcel. El siniestro sabueso de la Patronal quería que Sabater le dijera donde están Seguí (Noy del Sucre) y Pestaña, por cuya confidencia le entregaba en billetes de banco, hasta nueve mil pesetas. Pero como Sabater no sabe donde están los mencionados compañeros, no pudo decírselo. Y como esta negativa no constituye delito para tenerle a uno en la cárcel por tiempo indefinido, para justificar dicha detención, la policía acusa al compañero Sabater de los asesinatos de Bravo Portillo, Ferrer, del atentado a Graupera y no sabemos de cuantos más.

Sabemos que en Barcelona hay otros muchos obreros presos por la misma causa que lo está Sabater. Las autoridades y la burguesía, como último recurso para desorganizar el sindicalismo, emplean dos medios extremos: el dinero y la represión. Pero los obreros dignos no se venden, como los chulos de burdeles y ciertos licenciados de presidio de rostros patibularios; tampoco le temen a la represión, porque saben que ésta forma multitud de nuevos adeptos del Ideal y reafirma los ánimos de los que son conscientes.

O pedimos indulgencia para Sabater, porque sabemos que como buen compañero en nada ha faltado pero, si, decimos a los causantes de su detención, que una cárcel no es la casa más apropiada para que un enfermo, y menos un tuberculoso, pueda reponer su salud. Este enfermo necesita oxigenar bien sus pulmones dando paseos por el campo y el bosque, tomar mucho sol y alimentarse bien, y en vez de esto se le priva de la libertad y de todo alivio en una inmunda cárcel. Esto equivale a un homicidio con premeditación, alevosía y ensañamiento; esto equivale a asesinar paulatinamente a un inocente, únicamente por el placer de asesinar. Tened en cuenta los que así obráis, que muy en breve rendiréis cuentas de vuestro insólito proceder y que la justicia popular será implacable contra todas las fieras homicidas, por las monstruosidades que hoy estáis cometiendo.

Y a ti, pueblo trabajador, tampoco te diremos que supliques nada a los tiranos para que aminoren los sufrimientos de nuestros hermanos, atormentados y perseguidos por los mantenedores de ese infame y maldito régimen; no; pero si, te diremos que puedes acabar con tanto dolor tan pronto como quieras. Basta que pongas un momento en vibración intensa tus nervios, tus músculos, tu sangre y toda tu esencia y quedarán rotas todas las cadenas y reducidas a polvo todos los antros de tormentos, y nuestros camaradas presos lograrán para siempre la libertad.

CULTURA OBRERA nº 34

3 de abril de 1920