1920 – “La Casa del Pueblo”

El pasado domingo se puso la primera piedra a la Casa del Pueblo.

Es conveniente y saludable hagamos algunas observaciones acerca de este acontecimiento.

La casa la regala D. Juan March a los socialistas.

La primera piedra la pone el hijo de este señor.

D. Juan March es un hombre multimillonario, la primera fortuna de esta Isla y uno de los mayores propietarios.

Los directores de la casa del pueblo, son unos socialistas y otros sindicalistas o anarquistas.

Estos defienden la destrucción de la sociedad: quieren acabar con todo lo existente por medios violentos sin más programa. Aquellos niegan el derecho de propiedad individual, niegan la familia, niegan a Dios.

Se les da esta casa para que puedan hacer con mayor holgura y mejor éxito propaganda de sus ideas.

Esta donación no puede obedecer más que a uno de los siguientes móviles:

1º.- A un arrepentimiento del donante de ser rico y de la manera como ha hecho su fortuna, y del deseo de que llegue el día que consigan los socialistas por medio de la propaganda acabar con las fortunas privadas. En este caso al primer donativo seguirían otros de mayor cuantía, de la misma forma que los que quieren desprenderse del mundo dan poco a poco sus bienes a las clases menesterosas. Se trata de un socialista convenido que quiere predicar con el ejemplo.

2º.- Puede obedecer a miedo, a deseo de salvar el pellejo ante los conflictos y violencias que se avecinan.

En este caso ha sido poco perspicaz el donante, porque debiera recordar ls crucifixión de Cristo pocos días depuse del domingo de Ramos.

Creo que habría ya donado la casa del pueblo un día de revuelta en que tuvo que guardar su casa;

3º.- Puede obedecer a cuquería política, comprando un partido político con veinte mil duros. Servirse del socialismo como plataforma para engañar incautos y formarse su partido. Este es el caso más probable y que mejores resultados ha de darle, pero tiene también su contra porque algún día el pueblo se llamará a engaño y puede serle de fatales consecuencias.

Con dinero podrá comprar los jefes de un movimiento o los jefes de una agrupación, pero estos sustituirán otros, y al olor de la merienda aparecerán nuevos comensales que no será posible saciar y pronto o tarde estallará la tormenta.

Al sentido común repugna creer que el Juan March haya de tener interés en que se propaguen las doctrinas que hayan de acabar con sus propiedades y sus riquezas, que son las doctrinas de los socialistas y sindicalistas, y por consiguiente cabe suponer con mucho fundamento, que lo que él intenta es valerse de estos elementos para formarse un partido.

Nosotros, que no tenemos odio al Sr, Juan March ni a nadie, seguiremos este juego desde la barrera, con la curiosidad de aquel inglés que siguió varios años a un domador de fieras que metía la cabeza dentro de un enorme tigre y cuando al cabo de varios años vio como la fiera se comía al hombre, dijo con dolor, pero viendo satisfecha su presunción: “Ya se lo comió”

EL ADALID nº 12

23 de enero de 1920