1920 –  SOCIALISTAS Y SINDICALISTAS

Por CULTURA OBRERA me he enterado de la escisión ocurrida entre el elemento albañil de Palma, y por el mismo periódico he visto los efectos de la misma, que redundarán en una eliminación completa de fuerzas de la Casa del Pueblo.

Esa separación homogénea no me ha extrañado. Lo extrañable es que no haya ocurrido antes. El auge que tomaba el Sindicalismo en Mallorca repercutía en el corazón de muchos, y procreaba en sus entrañas un odio feroz y mortal contra este medio que nos conduce al régimen anárquico y ha llegado un día en que su escondida pasión no ha podido ocultarse más a los ojos de todos, y ha aparecido, ¡pero de qué manera!, ha aparecido dando rienda suelta a su compuesto de odio, rabia y envidia, y los sutiles lazos con que se sostenían unidos los elementos obreros socialistas y sindicalistas, se han atrofiado de manera tan considerable, que es utopía el soñar en una segunda unión de obreros marxistas y bakuninistas.

La nobleza y alteza de miras de los sindicalistas no ha podido soportar la vil conducta de los que se llaman socialistas, y dando al traste a la Casa del Pueblo, han sentado sus reales en un domicilio donde la villanía, la hipocresía y la ambición tengan vedada la entrada y sus umbrales no sean profanados por los ruines pies de esos desheredados de la fortuna que su cerebro entumecido e ignorancia estúpida, les hace creer a pie juntillas con una emancipación momentánea por medio del derecho del sufragio.

No me tomaré la molestia de repetir los móviles de la separación de dichas fuerzas obreras, por ser ya del dominio público, pero si analizaré el ideal sindicalista y la idea socialista, con lo cual podremos formarnos el puro concepto de cual de ambos ideales predomina sobre el otro, por dignidad, por nobleza, por conveniencia obrera, etc., etc.

Los socialistas preconizan el triunfo obrero por medio del evolutismo y la acción del libre sufragio. Para ellos la acción proletaria solo consiste en que el obrero satisfaga la cuota semanal de su sociedad de oficio, y acuda, cuando sea el momento dado, a depositar  su voto en la urna por las personas que le designe su comité. Estas suelen ser siempre las principales figuras directoras de la masa obrera socialista. Así, pues, los socialistas dirigen el grupo obrero por ambición, por un fin dado, para alcanzar un mísera concejalía o una halagadora acta de diputado. Entonces su obra es de lucro personal, bastarda, no es noble. Toman sus desvelos por un interés determinado. Obran por egoismo.

Los sindicalistas propagan la acción directa y la revolución, como únicos recursos para la conquista de nuestros correspondientes privilegios y derechos de ciudadanos libres y obreros conscientes. Condenan la política por ser esa, la forjadora de la cadena con que va atado el proletariado que debe ser libre. Los directores del movimiento obrero sindicalista, solamente ambicionan el bienestar común de todos y la eterna redención del hombre que trabaja. No pretenden puestos ni mando alguno. Trabajan bajo el lema de “Todos para uno y uno para todos” y como producto de sus desinteresados desvelos por el bien de aquellos que cometieron el funesto delito de nacer pobres, reciben la persecución más inicua por parte de los elementos político-burgueses, y pasan una vida perra, llena de miserias y desdichas, una existencia inhumana desarrollada entre los retortijones del hambre y las rejas de la cárcel y coronada por coronas de espinas que arrancan sangre. Así, pues, los directores del sindicalismo no toman sus desvelos por interés determinado, ni propio. Obran por amor a los hijos del trabajo.

Los sindicalistas encarnan el único ideal que puede conmover el actual estado social. Basta, para convencerse de ello, examinar su programa y su actuación. Entre los sindicalistas no hay jefes supremos, ni inquisidores absolutos. Examinad bien, y palpablemente os convenceréis de que no cuentan con ningún concejal apostólico, ni con ningún jefe albañil con pretensiones de mono sabio (moderno Carlos Marx en miniatura) que tome por sport el destruir lo que costó el más intenso sudor de hombres puramente honrados y conscientes, y que ahora purgan el pecado de haber amado demasiado a la clase obrera, con una expulsión ilegal e injusta. Examinadlas bien, compañeros y veréis que en ellas anidan la pureza y la divinidad de los ideales, la majestad de la nobleza y la vida de la redención de los huérfanos del bien vivir.

Y examinado y comprobado estrictamente todo esto, si sois hombres de dignidad, si tenéis el alma pura y vuestro corazón no se halla empedernido por la maldad inhumana, ni corrompido por la ambición más insignificante, si queréis que dominen en el mundo la soberanía del proletariado y la hidalguía del trabajo, abandonad a la Casa del Pueblo y acudid al seno de las filas sindicalistas, las cuales con su potente organización de Sindicatos Únicos, os harán hombres, y ni dogmas, ni sofismas, ni prejuicios entupirán, jamás, vuestros justos y lógicos derechos de soldados de la industria, y un día, cuando el alba habrá clareado nuestra tierra con su pictórico crepúsculo matutino, aparece en el Oriente un sol espléndido y majestuoso que llevará en su seno la reivindicación de nuestras libertades y propiedades, empujado por la fuerza omnipotente de esta arma que llamamos Sindicato Único o Unidad de voluntades puras humanas.

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CULTURA OBRERA nº 36

17 de abril de 1920