1920 - “Tiranía en la Casa del Pueblo” 

Es muy sensible tener que censurar actos realizados por obreros que siempre piden a sangre y fuego les sea respetada su completa libertad, y abusan con la razón de la fuerza, cuando la libertad de obreros católicos se trata, y para demostrar mi aserto, allá va otro botón de muestra.

Hace algunas semanas, me ocupé de la tiranía de los metalúrgicos, hoy toca el turno a los carpinteros; parece que los obreros afiliados a la casa del pueblo han perdido toda noción de nobles y altruistas sentimientos de humanidad y compañerismo; ellos claman libertad para ellos y esclavizan a su tiranía a los que no comparten sus utópicos ideales el caso que nos ocupa es el de un carpintero que no quiso ser socio de la casa del pueblo, acosado por sus compañeros de trabajo, le amenazaron con hacerle despedir de la casa  donde trabajaba si no se asociaba con ellos, y efectivamente, el patrono le anunció que si no se hacia socio de la sociedad de carpinteros de la casa del pueblo el sábado quedaba despedido; y el obrero fue despedido por el patrono por carecer de fuerza moral, de autoridad, sobre sus obreros y seguramente por ser muy poco escrupuloso en sentido humano y cristiano; el obrero despedido es padre de familia y quedó sin poder ganar el pan para su sustento; queda pues demostrado que los obreros adictos a la casa del pueblo, por ¡humanidad! Declaran el pacto del hambre a los que no quieren ser socios de sus sociedades. ¿Es esto legal y humano? ¿Es esto libertad de asociación y de trabajo? ¿Es esto fraternidad y compañerismo? Imparcialmente queda demostrado que no es lo mismo predicar que dar trigo; hay que hablar con el ejemplo y lo hacemos público y notorio de que al obrero despedido le han dado trabajo en un taller de carpintería católico. ¿Qué dirían esos endiosados enemigos de los Sindicatos Católicos, si sus patronos les obligaran a ser socios de la Federación Católica? Seguramente pondrían sus gritos al cielo diciendo que sus patronos son una manada de borregos, hombres sin corazón ni cerebro, con entrañas de hiena, inquisidores, verdugos y … muchísimas lindezas por el estilo; pero son los obreros liberales, fraternales y compañeros, los que se imponen a los patronos, haciéndoles servir de cebo par realizar sus bastardos planes, de destrucción de toda armonía entre patronos y obreros.

Los católicos nos hacemos perfectamente cargo de tales arbitrariedades; tenemos el convencimiento de que tal estado de anarquismo no puede ser beneficioso a las industrias ni al comercio; vamos precipitadamente a una guerra civil, si no se pone freno a la Sociedad disolvente, haciéndola entrar en el terreno de la legalidad, del orden y de la armonía con la demás sociedad humana; si persisten los anotados antagonismos de clases nos veremos obligados los obreros católicos, a pedir, por solidaridad de sentimientos cristianos, a todos los señores católicos, que, procuren dar sus trabajos, a los patronos que conserven su libertad, su independencia de acción, su autoridad moral con sus obreros y no permitan en sus talleres las imposiciones del pacto del hambre,. declarado por los obreros de la asa del pueblo.

Si nuestras razones no convencen los patronos continúan siendo juguetes de sus mal aconsejados operarios, nos veremos en el trance supremo de hacer un esfuerzo material, para implantar talleres donde se admitan a trabajar a los obreros asociados a los sindicatos católicos; a grandes males, precisan grandes remedios; es preciso, pues, que se acabe para siempre la lucha mal entablada por los obreros en contra de los obreros; hay que combatirse las ideas en buena lid, en el terreno sereno, franco y noble, con moderada controversia, con sinceros e irrefutables argumentos, sin apasionamiento, sin odio y con respeto al hombre por hombre mismo; hay que dominar las bajas pasiones de la vida interna, procurando enaltecer la honorabilidad y dignidad de la vida externa en el orden moral y social.

UN CARPINTERO OBRERO CATÓLICO

EL ADALID nº 14

7 de febrero de 1920