1922 – ANTE UN CONGRESO EXTRAORDINARIO DE LA CASA DEL PUEBLO Y ANTE UN MANIFIESTO DE SU COMITÉ CENTRAL

Sin perder la serenidad ni dejarnos llevar de odios ni rencores, ni calumniar ni ofender personal ni colectivamente a nadie y si ejerciendo un derecho de critica que es reconocido y respetado por todo el mundo –ya que sin la critica no habría depuración de ideas ni de procedimientos y la vida y el progreso se estancarían en el quietismo y perderían toda su virtud –publicamos en el número 1.042 de este semanario un artículo subtitulado JUGANDO CON LA SERIEDAD OBRERA, en el cual escrito analizábamos y comentábamos los puntos del orden del día que el Comité Central de la Casa del Pueblo h sometido a las organizaciones obreras que la integran, y que han de ser discutidos en un próximo Congreso extraordinario que a nuestro juicio será el mayor ridículo que jamás habrá cometido la clase obrera organizada, precisamente porque va a tratar asuntos que no son de su competencia y sobre los que no pueden tener validez los acuerdos que se tomen.

Y claro está, celosos como nadie de la seriedad obrera y viendo que ésta se hallaba y se halla amenazada por la incapacidad manifiesta y hoy mas acentuada del citado Comité Central, nosotros tendíamos con nuestro artículo a salvar este peligro, a evitar que se perdiera inútilmente el tiempo en un Congreso en que, dada la índole de los puntos a discutir, sean cuales fueren los acuerdos que se tomen de ningún modo podrán salir bien parados el prestigio y buen nombre de nuestras organizaciones.

Uno de los puntos a discutir en el Congreso es sobre si conviene o no eliminar de la Casa del Pueblo a la Agrupación Socialista, y esto es tan pueril y tan insensato como si quisieran desahuciar a un propietario de su propia casa, que casa propia de la Agrupación Socialista es, sin que nadie pueda ya privarla de ese derecho, la Casa del Pueblo, como lo es también del Ateneo Sindicalista y de las Sociedades Obreras. Y ese derecho (sépanlo bien todos) fue otorgado por el donante de la Casa del Pueblo, (que ya no tiene ninguno sobre la misma) previa la conformidad y mediante la firma en la escritura de todas las Sociedades donatarias, SIN QUE NI UNA MANIFESTARA ESCRÚPULOS DE NINGUNA CLASE.

Otro de los puntos a tratar es que el Congreso acuerde renunciar la Casa del Pueblo si D. Juan March no se aviene a modificar la escritura. ¿Pero quien es D. Juan March para modificar la escritura ni el Congreso para rechazar la finca sobre la que ya tienen derecho contraído los obreros que nacerán de aquí a cien años? ¿No sabéis que basta que uno de los interesados diga “no quiero” y habrá más de dos y más de diez que le dirán para que no prospere una aberración tan monstruosa como la que os proponéis? Además, ¿no seria una juego de niños y poner la seriedad obrera a un nivel muy bajo después de haber aceptado el donativo a D. Juan March y haber consentido que construyera la finca, ahora rechazársela? ¿Para qué? ¿Para que luego la entregara a los amarillos? ¿Para que nuestras sociedades volvieran a diseminarse por falta de locales adecuados y fueran a morir corrompidas en un rincón de alguna taberna cuyo dueño les diera albergue gratis a cambio del consumo de alcohol que los socios pudieran hacerle? ¿Es esto lo que quieren los comunistas y sindicalistas?

Y porque EL OBRERO BALEAR salió al paso de estos malos propósitos y defendió como debía el interés u la seriedad obrera en peligro, el Comité Central de la Casa del Pueblo, que por estar compuesto de comunistas y sindicalistas de la más baja categoría en el orden de las ideas siente odio moral contra los socialistas y contra nuestro semanario, por ser los únicos que les conocemos bien y les desbaratamos sus planes de pequeños dictadores de la clase obrera, por motivo de ese odio y pretexto de que defienden intereses colectivos ese Comité ha lanzado un manifiesto que parece salido de un escusado contra EL OBRERO BALEAR.

En dicho manifiesto no razona, ni discuten, ni siquiera tratan de rebatir ningún argumento de los por nosotros aducidos contra su ineptitud y contra la improcedencia de celebrar el citado Congreso Extraordinario. Toda su diatriba consiste en insultarnos empleando un vocabulario de pescadera. Nos llaman mercaderes comerciantes de la humanidad esclava, Pacos de la organización, ruines corazones, inquisidores desalmados, sobornadores de conciencias humanas, traidores al movimiento metalúrgico, Torquemadas, etc., etc. Todo lo cual pone de relieve la cultura del secretario retribuido que tiene la Casa del Pueblo y la alteza de miras de que, por sarcasmo, habla ese Comité Central en la misma hoja.

Y no vale que excusen su lenguaje soez y difamatorio con el que dicen que nosotros hemos empleado con el Comité en nuestro artículo motivo del manifiesto, pues el llamarle fracasado, inepto, analfabeto, desconocedor de su jurisprudencia, etc, etc., no es calumnia ni injuria denigrante como quieren suponer. Es, sencillamente, decirle la verdad, y una verdad que no trastoca la honra de nadie.

Pero el Comité Central tenía necesidad de desahogarse y a falta de razones ha empleado insultos que costarán su dinero a las ya exhaustas Sociedades Obreras, que vienen pagando una barbaridad en concepto de papel …  mojado; pues a ese Comité le ha dado la manía de tirar manifiestos por la cosa más fútil del mundo. En cambio, para la huelga de zapateros, porque no estaba dirigida por comunistas no se le ocurrió gastar ni un céntimo y bien se cuidó de sabotearla para hacerla fracasar. De esto si que le acusamos al Comité Central, de saboteador de la huelga de zapateros 

En cuanto a la de metalúrgicos no tenéis derecho a acusarnos de nada mientras el movimiento se halle en pie, y al hacerlo cometéis una infamia y una cobardía puesto que sabéis que por atención al mismo hemos de callar. Cuando éste haya terminado ya hablaremos y veremos quienes han sido los traidores, si los socialistas o los comunistas.

Y otra vez que tengáis que ocuparos de EL OBRERO BALEAR procurad controvertir lo que diga con razones y argumentos y así convenceréis a los trabajadores de que al menos os guía el propósito de sinceraros de vuestra buena fe, porque lo que es esta vez sólo les habéis convencido de que teníais un empacho de bilis contra nuestro semanario y nadie os ha hecho caso

EL OBRERO BALEAR nº 1044

3 de marzo de 1922