Joan Monserrat Parets                                  Borrón y cuenta nueva

A la generosidad y claro talento de un hombre, debe la clase trabajadora la posición de un palacio, verdadera obra de arte y de buen gusto y sobradamente capaz para el fin a que se destina.

Ya  tienen, pues, los obreros palmesanos casa propia, domicilio social, lugar donde agruparse, reunirse y trabajar en la ardua labor a ellos encomendada.

Mas no basta. El ideal, la defensa de nuestra causa exige de nosotros en este momento, algo más que la simple toma de posesión del nuevo edificio. La organización obrera, su engrandecimiento y prosperidad, demanda imperativamente que, de una vez para siempre, callen los agravios y enmudezcan las malas pasiones.

Seria para los obreros mallorquines noble y elevada ejecutoria, si la inauguración de la Casa del Pueblo fuera principio de una nueva era de cordialidad y compañerismo y al fin de tanta discordia, nacida ésta más que por esenciales diferencias ideológicas por insignificantes cuestiones de procedimiento, cuando no de pueriles rivalidades. Sea, por tanto, esta inauguración, esforcémonos para que lo sea, doblemente trascendental, uniendo a su importancia en si el propósito firme de fundir nuestras almas, de unir nuestros corazones, de asociar nuestras voluntades, de sumar, en fin, nuestros esfuerzos en la obra que no es común.

Si en un acto de apostasía Paris bien vale una misa, bien vale la Casa del Pueblo en un acto de reafirmación de fe, la unión de todos los trabajadores en la comunión de un mismo ideal; bien valen las reivindicaciones del trabajo, las aspiraciones políticas y económicas del pueblo el sacrificio de mezquinas pasiones y de injustificados odios. Pueda, pues, mañana esa piedra con tanto arte labrada hablar a las futuras generaciones, animada del espíritu que nosotros ahora la infundamos, de cual fue el blasón de nuestra estirpe; y diga a todos, que fue castillo inexpugnable donde se defendían heroicamente con la fuerza que da la unión los derechos y libertades del pueblo; que fue cuartel donde se fortalecieron y disciplinaron las aguerridas legiones del ejército proletario para la conquista de la tierra de promisión, y diga, sobre todo, que fue escuela y templo a la vez; escuela de ciudadanía cuyo magisterio en el ejercicio de su alta misión tutelar y pedagógica, enseñó a las muchedumbres el camino de su liberación, preparándolas y esparciéndolas para el pleno goce de su soberanía social y política; y templo también, donde se bautizaba nuevamente a las gentes en nombre de la verdad, del bien y de la justicia.

Pongamos, por consiguiente, al servicio de tan noble causa todo el cariño y voluntad de que seamos capaces. Obra de todos ha de ser. La capital y los pueblos están en ellos igualmente interesados, si se quiere que la Casa del Pueblo sea algo más que un edificio para los obreros. Elevémosla con nuestro esfuerzo a la categoría de ciudad ideal, de centro espiritual fuerte y vigoroso con poder bastante para irradiar a todos los pueblos de Mallorca las más puras y nobles rebeldías, que haga llegar a la conciencia de los menestrales y labriegos mallorquines nuestras doctrinas y plasmen éstas nuevos núcleos gremiales y políticos incorporados a los movimientos y luchas de la democracia obrera.

Y sobra, estoy seguro de ello, recabar para esta empresa el previo consentimiento de amigos y correligionarios, porque es común a todos el convencimiento de que en las intestinas discordias está el origen de la flaqueza de las fuerzas obreras. Renazca, pues, en todos la fe y con ésta el más cordial compañerismo. Cedan las disputas el puesto a la discusión franca y razonada y a la luz de ésta trácense normas y díctense disciplinas. Florezcan en nuestro campo todas las inquietudes espirituales; vengan a él desde las tendencias moderadas a las más exaltadas rebeldías, si son noblemente sentidas y profesadas, y en sereno juicio contradictorio depuremos doctrinas y analicemos procedimientos. No seamos en lo sucesivo demasiado dogmáticos ni excesivamente rigoristas. Seamos, si, idealistas, hasta la exageración y la más fantástica utopía, si se quiere, pero no confundamos el idealismo y la revolución con las vanas estridencias, con los ridículos verbalismos, con los alocados movimientos, porque esto, sobre ser de una torpeza inaudita, tiene fuerza bastante para dividirnos y desorientarnos.

Nuestra futura labor, de propaganda, de organización, de agitación de los espíritus constantes y tenaz acción debe tener un serio sentido constructivo, de preparación de las masas, de verdadera educación revolucionaria.

A todo esto nos invita la solemnidad del acto.

Grabemos, pues, la fecha de esta fausto acontecimiento con la renovación de la más fraternal amistad y unidos todos por el mismo ideal trabajemos de cada día con más fe por el advenimiento de la nueva sociedad.

J. Monserrat Parets.

EL OBRERO BALEAR nº 1136

18 de enero de 1924