1924 –  INAUGURACIÓN DE LA CASA DEL PUEBLO

La concurrencia

Los más optimistas se quedaron cortos al hacer los pronósticos sobre la brillantez de los actos celebrados el pasado domingo.

Una verdadera avalancha de gente invadía la calle de María Cristina, convirtiendo el magnífico palacio en un enjambre humano. Sin exageraciones de ninguna clase puede decirse que todo Palma desfiló por la Casa del Pueblo. En todos los actos la gente se apretujaba llenando pasillos y escaleras.

Delegaciones de los pueblos

A las nueve y media empezaron a llegar las delegaciones de las organizaciones de la isla. Estas que eran nutridas, algunas eran de más de cuarenta personas, nombraron a los siguientes compañeros que debían ostentar la representación oficial de su pueblo.

Marratxí, J. Moyà.- Santa Eugenia. J. Coll y A. Sureda.- Coll d’en Rebassa, J. Salvà.- La Vileta.- B. Fullana, M. Bosch.- Pollensa.- Juan Vanrell.- Binisalem, Andrés Pol.- Lluchmayor.- J. Monserrat Parets, Juan Oliver.- Alaró.- Andrés Rotger, A. Riera.- Artà,. J. Sancho y E. Ojeda.- Felanig.- Andrés Llaneras.- Calvià.- Julián Bujosa.- Manacor.- M. Soler.

Los invitados

Mientras la banda de música que dirige el maestro Sureda animaba la fiesta con alegres pasa-calles iban llegando los invitados que eran recibidos por una comisión de Presidentes.

Entre aquellos anotamos al exdiputado a Cortes D. Luis Alemany, al ex senador, D. Antonio Pou, el ex Presidente de la Diputación D. Jaime Mora, los abogados D. Fernando Pou y nuestro compañero Alejandro Jaume, los ex concejales D. Miguel Oliver y D. José Piña, el Profesor de la Normal don José Enseñat, el delegado de la Transmediterránea señor Ques, el marmolista de la Casa Sr. Rosselló y otros que no recordamos.

A las diez y media en punto llegó don Juan March, siendo recibido en el vestíbulo por el Patronato y todos los Presidentes, quines le acompañaron a la Secretaría del Patronato en donde le fueron presentados uno a uno los Presidentes de la Casa del Pueblo. Durante este acto llegaban hasta la Secretaría las vigorosas notas de La Internacional cantada magistralmente por el Orfeón Republicano en medio de una ovación del público que llenaba materialmente el Teatro, ante-salas, galería, pasillos y escaleras formando una verdadera muralla humana. Terminada la recepción, el señor March y demás invitados se dirigieron al escenario cuya presidencia ocupó el Sr. March juntamente con el Patronato y Presidentes.

Hecho el silencio se levantó el compañero Bisbal quien empezó diciendo que la circunstancia de ser Presidente del Patronato le obligaban a abrir el acto. En sentidas frases ofreció el homenaje al Sr. March, expresándole el testimonio de gratitud que le deben los trabajadores por haberles construido una magnífica Casa del Pueblo.

Refiriéndose a las especies vertidas por los enemigos de los obreros, diciendo que la donación del edificio supeditaba los obreros a don Juan March, las rechazó enérgicamente, diciendo que los trabajadores admitían la Casa, con plenitud de su dignidad.

Dijo que el homenaje que se estaba rindiendo constituía un acto de noble gratitud y no de servilismo.

Encareció a los obreros que luchen defendiendo las ideas, pero salvando siempre el respeto a las personas.

Invitó a todos los obreros, desde los socialistas a los anarquistas, a cobijarse con independencia para sus ideas en la nueva Casa del Pueblo.

Grandes aplausos coronaron las últimas palabras de Bisbal. Inmediatamente el Presidente de la Casa invitó al señor March a bajar del escenario para dirigirse a descubrir la lápida dedica a él, como así lo hizo acompañado de los compañeros que forman el Patronato. El Sr. March visiblemente emocionado tiró de la cortinilla que cubría la piedra. Esta es piedra mármol construida gratuitamente por el marmolista Sr. Rosselló y dice lo siguiente:

Este edificio fue donado por D. Juan March y Ordinas a las Sociedades Obreras. Fue arquitecto y director de las obras D. Guillermo Forteza.- Año 1923.

Realizado este acto volvieron a subir al escenario en donde el señor March pronunció el siguiente discurso:

Señores

Era obligado que a esta solemnidad de los trabajadores de Mallorca al inaugurar el día de hoy su casa, su hogar colectivo, asistiera yo para asociarme a vuestra alegría y para agradeceros con toda el alma el homenaje de simpatía que habéis tenido a bien ofrecerme.

Os confieso que vuestra noble actitud, que vuestros elevados sentimientos, me proporcionan una de las emociones más fuertes que he sentido. Tan acostumbrado estoy, en mi vida agitada y azarosa, a tropezar con ingratitudes y bajezas y hasta con ruindades, que vuestro acto de hoy, generado por los más puros y elevados sentimientos, me conmueve, a la vez que me compensa con creces de todas aquellas miserias despreciables.

Hemos llegado a este día solemne para la clase trabajadora, no obstante las campañas que se han desatado para impedirlo, en contra de esta Casa del Pueblo. Se os ha zaherido a vosotros, para combatirme a mí: difundiéndose con persistencia desusada la especie de que la donación de este edificio cercenaba vuestra libertad, sometiéndoos a las veleidades de mi capricho. Yo invito desde aquí a cualquier persona solvente en el orden intelectual y en el moral a que cite un solo hecho basado en la escritura de donación, que atente en lo más mínimo a la libertad de la clase trabajadora; a que se me cite una sola cláusula de esa escritura que establezca entre vosotros y mi persona, nexo alguno de dependencia. Si existiese una sola frase que, por defecto de expresión, pudiera prestarse a torcidas interpretaciones, en perjuicio de vuestra dignidad y libertad, yo os declaro, de este sitio, para que todos me oigan, que podéis contar desde ahora, con mi firma para modificarla.

Este edificio no sería nada, no significaría nada, ni existiría razón alguna que justificara el alborozo de su inauguración, si no fuera porque aquí han de albergarse, con los hombres de la noble comunidad trabajadora, las ideas que hoy rigen y presiden vuestra organización proletaria, vuestra concepción del Estado y de los asientos económicos y jurídicos de la Sociedad, que va abriéndose paso incluso en la actuación de los Gobiernos que aparentemente os son contrarios y que no saben aplicar a los problemas públicos más que un intervencionismo disciplinado de las iniciativas individuales, que es el nervio de vuestra ideología política, aún que en vosotros tenga más permanencia en los fundamentos y mayor amplitud en la finalidad.

Por ser esta la significación de vuestra obra para cuyo albergue se ha levantado esta casa, es natural que hayan hecho desesperados esfuerzos contra el designio de edificarla esos elementos llamados conservadores en cuya conducta no han penetrado ni las enseñanzas de la Iglesia Católica ni las de los grandes pensadores que honradamente profesaron el principio de justicia social.

Pero lo que hay es, que los que así piensan, ignoran, o fingen ignorar, que no sois vosotros los que teméis al imperio definitivo y absoluto de la justicia; si no que lo temen precisamente aquéllos que, con grandes reservas mentales, parecen reclamarla. En un régimen de justicia absoluta, no se le puede negar al trabajo lo que es suyo, ni sabe de que por otros procedimientos que no sean los de la inteligencia y los de la actividad, pueden escalarse las altas cumbres de la Sociedad, conquistadas hasta hoy por el favor y el privilegio de las clases que viven como las plantas parasitarias, nutriéndose con la ruina de los demás. Vosotros pues reivindicáis y reclamáis lo vuestro; y vuestra actuación será tanto más eficaz y acertada, cuanto más discretamente apartados de todo orden de discusión y de lucha, sobre aquellos hueros dogmas políticos que sucumbieron con todo sistema impráctico y utópico, mejor orientáis vuestros esfuerzos y vuestras resoluciones a pedir obtener en la organización administrativa del Estado, el puesto que corresponde a vuestro peso social; y en el régimen de convivencia con el capital, leyes de aquella justicia social, que den a los representantes del trabajo, el trato moral y el  económico, que corresponde a la superior y preponderante influencia que en la economía del mundo tiene, sobre las fuerzas latentes de los capitales, la fuerza viva, creadora y activa de la inteligencia y del esfuerzo muscular.

Existe por contra a lo expuesto, y bien claramente habéis podido experimentarlo, un sector muy extenso de fuerzas conservadoras, derechistas, que confunden las ideas de orden y autoridad, con las de su absoluto e indiscutible predominio social; y la de libertad, con la de una facultad privilegiada y sin límites para hacer lo que a ellos mejor le plazca. A estos no podía acomodarles, que vosotros, los desheredados, os organizarais mejor y más solidamente, por esto, no solamente no han pensado en ofrecer su concurso para la realización de este esfuerzo, sino que han hecho cuento ha estado a su alcance, para frustrar nuestros planes.

Ningún espíritu abiertamente liberal puede atemorizarse ni sentir escalofríos ni espanto ante el hecho de que la clase trabajadora se prepare y se ponga en condiciones para tomar parte en todas las manifestaciones de la vida pública: que la clase trabajadora alberga en nuestra raza grandes virtudes de abnegación y honradez y es legítimo que encuentre cauces adecuados para llegar a formas superiores de civilización, inspiradas en un ideal de mayor equidad y justicia.

Por que así pienso yo, he querido para mí, el honor de ser quien exclusivamente aportara el esfuerzo material necesario para la realización de la obra que hoy inauguramos. Todos recordaréis –sin propósito de ofensa lo digo- que el Ayuntamiento de Palma se negó a cederos el solar donde debía levantarse vuestro hogar. Hoy celebro aquella negativa ¿Por qué? Porque no habré de compartir con nadie la satisfacción que para mi representa esa obra, de la que no me arrepentiré jamás.

He de haceros una confesión. Yo no puedo compartir íntegramente vuestras fórmulas reivindicadoras. Pero yo he sido un trabajador como vosotros, yo he conocido los sinsabores y las amarguras de la inseguridad de la vida. Yo nada debo a la herencia: cuanto tengo, me lo ha proporcionado mi trabajo. Pero desde mi plano actual de capitalista, he podido observar que no siempre el bienestar es fruto o compensación del trabajo realizado; que en la sociedad viven holgadamente elementos, sin efectuar aportación alguna al patrimonio social, y que vosotros trabajadores, erais merecedores y teníais opción a una distribución más equitativa y a un mejoramiento de vuestra vida. Y esa observación fue, la que me decidió a daros armas, para poder luchar dignamente por la consecución de vuestros ideales.

Voy a terminar. Antes de pocos días, quizás dentro de unos pocos instantes, nadie guardará recuerdo de las palabras que he pronunciado en este acto; pero no ocurrirá lo mismo, ciertamente, en cuento al testimonio vivo y perpetuamente tangible de este edificio, que vivirá años y centurias, como atalaya vigilante de los derechos y de los intereses de la clase trabajadora. Esa es para mí la mayor satisfacción. La Casa del Pueblo será siempre la mejor obra que habré realizado. Podrán los vaivenes de la suerte llevarme a planos de mejor o peor ventura: extinguirá la muerte mi vida, como la de todos; pero lo que no podrá extinguir la muerte ni destruir la suerte, será la Casa del Pueblo; porque esa casa ya no es mía, ya es vuestra, de la gente que trabaja y el trabajo durará lo que en el mundo dure la obra humana.

Mientras ésta asiente, en el frontispicio de vuestra casa, está mi mejor ejecutoria, para perenne recuerdo. Y este es, con inmodestia lo digo, mi mayor orgullo.

El señor March que diversas veces fue interrumpido por los aplausos de los obreros, al terminar fue objeto de una formidable ovación dando varios vivas y después de breves frases de Bisbal, se dio por terminado el acto que por todos los conceptos fue brillantísimo.

El Café de fraternidad

Este fue el segundo acto del programa que resultó un éxito como el de la mañana. Se calcula que tomaron café unos 600 compañeros, que fueron pulcramente servidos por ocho camareros dirigidos por el Conserje Lorenzo Lladó.

Colocados todos convenientemente y después de impresionarse varias placas fotográficas empezaron los brindis, hablando los siguientes compaleros.

Llaneras, de Felanitx; Pedro Sancho, de Artà; Rafael Crespí, de Santa Eugenia; Juan Salvà, del Coll d’en Rebassa; Andres Pol, de Binissalem; Juan Vanrell, de Pollensa; Miguel Moyà, de Marratxí; Mateo Soler, de Manacor; Tomàs Seguí, de Esporlas; Bujosa, de Pollensa; Julián Ferretjans, Simón Fullana y Lorenzo Bisbal, de Palma; Andrés Rotger, de Alaró y Juan Monserrat Parets, de Llucmajor.

Finalmente se levantó el ilustre escritor D. Gabriel Alomar, siendo recibido por grande aplausos. Hecho profundo silencio dio lectura a las siguientes cuartillas que fueron escuchadas con honda emoción.

No sé com dir-vos l’emoció que sent en dirigir-me per primera vegada a un públic en nom d’una agrupación socialista.  Per compensar l’humilitat de la meva persona, vos suplic que vegéu, darrera mi, l’Unió Socialista de Catalunya, de la qual tenc l’honra d’ésser president. Ella vos du, per boca meva, una salutación germanívola en l’alegria d’avui.

“Jo voldria … jo voldría dir-vos moltes coses. Peró bé comprendréu qu’es impossible. Estic segur de que molta més eloqüència que tot lo  que puga dir-vos té lo que no dic, lo que no dic materialmente, però que comprenéu ben bé per la palpitación de postres cors i el méu, que concorden com una armonía de dues notes vibrants, o com la rima de dos versos. ¿Veritat que ja no necessitariem parlar més, i que les meves paraules han duit an el vostre esperit una comunicación perfecta?

Aquesta es una hora de catacombes. I les catacombes son com una terra ont granen les llevors sembrades, que demà sortiran de la fosca i rebran la besada del sol u les ventades, i ompliran de bellesa els camps i nodriran les ciutats amb l’aliment d’una vida nova.

Avui heu encés la llàntia familiar i el foc sagrat de la casa de tots, un redós entorn del qual venim a consolarnos de la nostra ciudad incoherente i condormida. Deixau-me repetir lo que ja he escrit a la capsalera del vostre humil i honrat setmanari. Per primera vegada me sent mallorquín de veres, i m’assec entorn d’una foganya on les flames no son tan sols una memoria resignada de l’avior; sino una antorxa qu’espera l’hora de portar-la com una llum de guía p’els camins nous de la victoria.

I ra que vos he parlat com a mallorquín, permeteu que vos digui unes paraules en representación dels nostres germans de Catalunya. Represent, ara, una ciutat dolorida i màrtir. Dins ella, noltros aspiram a instituir una nova i definitiva tasca. No voldría ofrendre ningú; i si qualqú dels presents, meves paraules una afirmación que li desagradi o ataqui les seves conviccions més arrelades, que la’m perdoni en nom de la llibertat.

De tots els fets qu’ara pesen damunt noltros, una Llico profunda s’en desprén; l’obligació del proletariat es tenir conciència plena de ciudadanía i de política; parlar en nom de tots, fins del seus enemics; donar la pauta i la norma d’una societat més perfecta. Vull dir que no’s tracta sols de conseguir la vostra lliberació com a obrers sino, mes altamente, de conseguir la dignificació total de la societat, alliberant-la de les tares que avui la deshonren. Voldria que vos penetrasseu bé de la missió històrica qu’a a tots vos pertoca. Des de el moment qu’estan convençuts de que no lluitau sols per pobres millotes materials, com la jornada i el salari, sino també per conseguir el reconeixament de la vostra dignitat ciudadana, bé comprendréu que, devant de tot, sou els operaris d’una ciudadanía nova, d’una altra Casa del Poble més alta qu’aquesta. Casa espiritual ont noltros no podrem posar més qu’una pedra ben petita; peró Casa ont vendran a reunir-se totes les gents de la terra, i on un dia els postres enemics d’avui, vençuits per la vostra raó, mes que per la vostra força, vendrán a demanar-vos com a fills pròdigs l’abraçada del perdó. I en aqueixa foganya simbòlica farem la festa de la reconeixença.

Vosaltres sou els nous creadors de la Política, font de la vida col·lectiva, ampliación suprema de l’idea significada en aquest casal: Casa del Poble 

Per un error funest, part dels obrers va deixar-se dur a defensar lo mateix que predicaven amb mala intenció les burguesíes extremes: l’odi a la Política, l’indiferència davant tots els governs, l’abandonament de la propia autoritat en mans d’altri, del primer vengut. Els resultats d’aqueixa conducta están a la vista.

Amics meu; ja he parlat prou. Jas sé qie, en la diada d’avui, eren necessaries paraules més sustancioses; pero tenc l’esperança de que quant aquesta veu meva hagi arribat al postres cor, haurá despert un éco de converses molt més fondes u un resplendor de claretats molt més lluminoses”.

Una formidable ovación coronó las magistrales cuartillas del maestro.

El compañero Bisbal se levantó para expresar el reconocimiento de la clase trabajadora hacia D. Guillermo Forteza por el celo y entusiasmo que puso en dirigir las obras. También dio las gracias al Sr. Rosselló al tener el desprendimiento de construir gratuitamente la lápida dedicada a D. Juan March.

Y acto seguido en medio de gran entusiasmo diose por terminado el acto.

La Velada

Un éxito brillantísimo obtuvo el último acto de los festejos. El teatro desde mucho antes de empezar estaba atestado hasta los topes, abundando el bello sexo.

El programa se desarrolló tal como estaba anunciado.

El Orfeón Republicano reforzado con importantes elementos del Orfeón de la Vileta El Lirio Rojo escuchó nuevos y merecidos aplausos.

Los 60 discípulos de José Bernad, ajustados admirablemente causaron la admiración del público quien premió con ovaciones la incansable labor de Bernad.

Anita Ramis y Miguel Quetglas pusieron de relieve sus cualidades artísticas interpretando Los Monigotes de manera irreprochable. El pulcro profesor de la Escuela de Comercio D. Gregorio Crespo recitó con maestría escogidas poesías.

Acto contínuo la tiple Srta. Magdalena Munar acompañada al piano por el notable pianista D. Jaime Roig deleitó a la concurrencia cantando trozos de Tosca y La Boheme demostrando poseer una bien timbrada voz. Una tempestad de aplausos premio la labor de Munar.

Y por último lugar la simpática canzonetista Anita Ramis, cantó numerosos  cuplets y canciones arrancando delirantes ovaciones, viéndose obligada a repetir varias canciones terminando su trabajo con un ¡Viva la Casa del Pueblo! que fue coreado por el público y de este modo dio fin el programa que mereció unánimes elogios por su acertada composición y desarrollo- Fue un digno remate de la inauguración de la Casa.

Un voto de gracias

El Patronato y los Presidentes no pueden de menos de hacer público su agradecimiento a todas aquellas personas que ayudaron a resaltar la brillantez de los actos.

A D. José Tous por la facilidades que dio par la velada. A la Sra. Anita Ramis, que prestó una elegante sillería para la Velada. A El Día y La Última Hora por la colaboración que prestaron a la inauguración de la Casa del Pueblo.

A todos los trabajadores que de modo tan brillante llevaron el servicio de acomodadores y cuidaron del orden.

A todos nuestro profundo agradecimiento 

EL OBRERO BALEAR

El número extraordinario de nuestro veterano semanario obtuvo un éxito rotundo. AL terminar el acto de la mañana ya se había agotado. Su confección fue muy celebrada por lo que felicitamos a nuestros amigos Roca, Ferrer y Cª.

DESPUES DE LA FIESTA

Ahora, a trabajar

Extinguido a penas el eco de los aplausos y aclamaciones de júbilo y alegría de la gran fiesta, forzosamente nuestro pensamiento ha de dirigirse al futuro de las organizaciones que hoy conviven en nuestra Casa del Pueblo. En el silencio de nuestro refugio social, se nos presenta de momento la inmensa labor que, la posesión de lo que con acierto se ha llamado un palacio, nos obliga a realizar.

Porque es evidente que si los organismos obreros que hoy tienen su domicilio social en la Casa del Pueblo se limitaran únicamente a convivir aprovechando una nueva comodidad no valdría la pena de haberse realizado el esfuerzo que el domingo último tuvo tan emocionante e inolvidable prólogo. Si las sociedades y sus hombres dirigentes se limitaran a gozar del bienestar que las condiciones del edificio proporciona, el rato de emoción y dicha inefables del domingo sería episodio que cual nubecilla de verano desaparece al primer soplo de brisa. Y esto tenemos el presentimiento que no sucederá porque no puede suceder.

Los compañeros todos que hoy actúan en las sociedades de la Casa del Pueblo conocen bien, seguramente, el alcance que tienen los actos que con tanto éxito se celebraron en la Casa social. Y por esto harán un esfuerzo encaminado a robustecer y reorganizar sobre base más sólida y segura la vida de sus organizaciones.

No hace falta señalar cual ha de ser el camino que hemos de seguir, nos lo tiene trazado ya ese incomparable organismo nacional, que lamentablemente aún muchos compañeros desconocen y que se llama Unión General de Trabajadores. A él debemos dirigir nuestras miradas en momentos de duda o de incertidumbre en la seguridad que, de la capacidad de sus hombres y la honradez de sus actuación, hemos de sacar copioso fruto.

 

Deséchense pueriles temores y váyase resueltamente, directamente en cuerpo y alma a convivir con el prestigioso organismo. Inmediatamente las sociedades que no lo estén dense de alta en él y sigan sus doctrinas y su táctica.

EL OBRERO BALEAR nº 1137

25 de enero de 1924