1924 – Inauguración de  LA CASA DEL PUEBLO

 

Ayer por la mañana, a las 10 y media tuvo lugar la inauguración oficial de la “Casa del Pueblo”, que como saben nuestros lectores, ha sido construida en la calle de de la Reina María Cristina, bajo la dirección del arquitecto don Guillermo Forteza, y a expensas de don Juan March.

 

El conjunto del edificio es excelente.

 

Dan acceso al mismo tres grandes portales, dos de los cuales dan al vestíbulo, el cual es de forma redonda, en cuyo centro pende una artística lámpara de gusto griego.

 

Al entrar, a mano izquierda, existen las habitaciones del conseje de la Casa y a la derecha un gran salón destinado a café.

 

En la planta baja hay siete grandes salas destinadas a las secretarñias de las sociedades obreras que integran la Casa del Pueblo. Hay además el Patronato, la escuela y la Cooperativa.

 

Por  ancha y hermosa escalera se sube al piso en el que hay otros siete salones destinados a secretarías. Recibe abundante luz por una artística lumbrera de gusto gótico.

 

Hay, además, en dicho piso el salón de lectura, las secretarías de la Agrupación Socialista y Federación Local y dos grandes salones para reuniones.

 

En el patio hay el teatro con dos espaciosas antesalas.

 

Es capaz de para 450 butacas. Hay una galería con 89 sillones y detrás ancha gradería.

 

El escenario es espacioso.

 

La fachada del edificio es de piedra moldurada, de gusto mallorquín antiguo.

 

El primero de los actos celebrados ayer fue el descubrimiento de una lápida de mármol con el nombre del señor March.

 

Este al legar a la Casa del Pueblo, fue aclamado por los obreros que llenaban por completo el amplio salón de actos y salones contiguos.

 

Una banda de música y el Orfeón Republicano Balear dieron un concierto.

 

Seguidamente subieron al escenario los invitados, ocupando la presidencia don Juan March, quien tenía a su derecha al Presidente del Patronato de la Casa del Pueblo don Lorenzo Bisbal y a la izquierda al Secretario de dicho Patronato don Vicente Torres.

 

Acompañaban a la presidencia, entre otros, el ex – Senador don Antonio Pons, el ex – diputado a Cortes don Luís Alemany, y el ex – Presidente de la Diputación don Jaime Mora, el jefe reformista don Fernando Pou, don Alejandro Jaume, el profesor de la Normal don José Enseñat, los ex –concejales don Miguel Oliber y don José Piña, el Delegado de la Transmediterránea señor Ques, y los significados socialistas don Julián y don Sebastián Ferretjan, señor Monserrat Parets, don Juan Sastre y don Simón Fullana.

 

Don Lorenzo Bisbal, ofreció el homenaje al señor March, expresando a éste el testimonio de gratitud que le deben los obreros por haberles donado un edificio donde puedan desarrollarse en cultura, moralidad y organización.

 

Refiriéndose a las especies vertidas por los enemigos de los obreros, diciendo que la donación del edificio supeditaba los obreros a don Juan March, les rechazó enérgicamente, diciendo que los trabajados admitían la Casa, con plenitud de su dignidad.

 

Dijo que el homenaje que se estaba haciendo constituía un acto de noble gratitud y no de servilismo.

 

Encareció a los obreros que luchen defendiendo las ideas, pero salvando siempre el respeto a las personas.

 

Invitó a todos los obreros, desde los socialistas a los anarquistas, a cobijarse con independencia para sus ideas en la nueva Casa del Pueblo.

 

Seguidamente se procedió a descubrir la lápida dedicada a don Juan March, instalada en el vestíbulo, y luego el señor Bisbal entregó al señor March el álbum que le dedican las entidades que forman la Casa del Pueblo.

 

El señor March contestó diciendo:

 

Señores:

 

Era obligado que a esta solemnidad de los trabajadores de Mallorca al inaugurar en el día de hoy su casa, su hogar colectivo, asistiera yo para asociarme a vuestra alegría y para agradeceros con todo el alma al homenaje de simpatía que habéis tenido a bien ofrecerme.

 

Os confieso que vuestra noble actitud, que vuestros elevados sentimientos, me proporcionan una de las emociones más fuertes que he sentido. Tan acostumbrado estoy, en mi vida agitada y azarosa, a tropezar con ingratitudes y bajezas y hasta con ruindades, que vuestro acto de hoy, generado por los más claros y elevados sentimientos, me conmueve, a la vez que me compensa con creces de todas aquellas miserias despreciables.

 

Hemos llegado a este día solemne para la clase trabajadora, no obstante las campañas que se han desatado para impedirlo, en contra de esta Casa del Pueblo. Se os ha zaherido a vosotros, para combatirme a mí; defendiéndose con persistencia desusada la especie de que la donación de éste edificio cercenaba vuestra libertad, sometiendoos a las veleidades de mi capricho. Yo os invito desde aquí a cualquier persona solvente en el orden intelectual y en el moral a que cite un solo hecho basado en la escritura de donación, que atente en lo más mínimo a la libertad de la clase trabajadora; a que se cite una sola cláusula de esa escritura que establezca entre vosotros y mi persona, nexo alguno de dependencia. Si existiese una sola frase que, por defecto de expresión, pudiera prestarse a torcidas interpretaciones, en perjuicio de vuestra dignidad y libertad, yo os declaro, de este siti, para que todos me oigan, que podéis contar desde ahora, con mi firma para modificarla.

 

Este edificio no sería nada, no significaría nada, ni existiría razón alguna que justificara el alborozo de esta inauguración, si no fuera porque aquí han de albergarse, con los hombres de la noble comunidad trabajadora, las ideas que hoy rigen y presiden vuestra organización proletaria, vuestra concepción del Estado y de los asientos económicos y jurídicos de la Sociedad, que va abriéndose paso incluso en la actuación de las Gobiernos que aparentemente os son contrarios y que no saben aplicar a los problemas públicos mñas que un intervencionismo disciplinador de las iniciativas individuales, que es el nervio de vuestra ideología política, aún que en vosotros tenga más permanencia en los fundamentos y mayor amplitud en la finalidad.

 

Por ser esta la significación de vuestra obra para cuyo albergue se ha levantado esta casa, es natural que ya han hecho desesperados esfuerzos contra el [deseo] de edificarla esos elementos llamados conservadores en cuya [ … ] no han penetrado ni las enseñanzas de la Iglesia Católica ni las de los grandes pensadores que honradamente profesaron el principio de la justicia social. Pero lo que hay es, que los que así piensan, ignoran o fingen ignorar, que no sois vosotros los que sometéis al imperio definitivo y absoluto de la justicia, sino que lo temen precisamente aquellos que, con grandes reservas mentales, parecen reclamarla. En un régimen de justicia absoluta, no se le puede negar al trabajo, lo que es suyo, ni ni sabe de que por otros procedimientos que no sena la e la inteligencia y los de la actividad, puedan escalarse las altas cumbres de la Sociedad, conquistadas hasta hoy por el favor y el privilegio de las clases que viven como las plantas parasitarias, nutriéndose con la ruina de los demás. Vosotros pues reivindicáis y reclamáis lo vuestro; y vuestra actuación será tanto más eficaz y acertada cuanto más discretamente apartados de todo orden de discusión y de lucha, sobre aquellos hueros dogmas políticos que sucumbieron con todo sistema impráctico y atópico, mejor orientáis vuestros esfuerzos y vuestras resoluciones a pedir y obtener en la organización administrativa del Estado, el puesto que corresponde a vuestro peso social; y en el régimen de convivencia con el capital, leyes de aquella justicia social, que den a los representantes del trabajo, el trato moral y económico, que corresponde a la superior y preponderante influencia que en la economía del mundo tiene, sobre las fuerzas latentes de los capitales, la fuerza viva, creadora y activa de la inteligencia y del esfuerzo muscular.

 

Existe por contra a lo expuesto, y bien claramente habéis podido experimentarlo, un sector muy extenso de fuerzas conservadoras, derechistas, que confunden las ideas de orden y autoridad, con las de su absoluto e indiscutible predominio social: y la de libertad, con la de una facultad privilegiada y sin límites para hacer lo que a ellos mejor le plazca. A estos no podía acomodarles, que vosotros, los desheredados, os organizarais mejor y más sólidamente, por esto, no solamente no han pensado en ofreceros su concurso para la realización de este esfuerzo, sino que han hecho cuanto ha estado a su alcance, para frustrar nuestros planes.

 

Ningún espíritu abiertamente liberal puede atemorizarse ni sentir escalofríos ni espanto ante el hecho de que la clase trabajadora se prepare y se ponga en condiciones para tomar parte en todas las manifestaciones de la vida pública: que la clase trabajadora albergue en nuestra raza grandes virtudes de abnegación y honradez y es legítimo que encuentre cauces adecuados para llegar a formas superiores de civilización, inspiradas en un ideal de mayor equidad y justicia.

 

Por que así pienso yo, he querido para mi, el honor de seer quien exclusivamente aportara el esfuerzo material necesario para la realización de la obra que hoy inauguramos. Todos recordaréis –sin propósito de ofensa lo digo- que el Ayuntamiento de Palma se negó a cederos el solar donde debía levantarse vuestro hogar. Hoy celebro aquella negativa  ¿Por qué? por que no habré de compartir con nadie la satisfacción que para mí representa esa obra, de la que no me arrepentiré jamás.

 

He de haceros una confesión. Yo no puede compartir íntegramente vuestras fórmulas reivindicadoras. Pero yo he sido un trabajador como vosotros, yo he conocido los sinsabores y las amarguras de la inseguridad de la vida. Yo nada debo a la herencia; cuanto tengo, me lo ha proporcionado mi trabajo. Pero desde mi plano actual de capitalistas, he podido observar que no siempre el bienestar es fruto o compensación del trabajo realizado; que en la sociedad viven holgadamente elementos, sin efectuar aportación alguna al patrimonio social; y que vosotros, trabajadores, erais merecedores y teníais opción a una distribución más equitativa y a un mejoramiento de vuestra vida. Y esa observación fue, la que me decidió a daros armas, para poder luchar dignamente por la consecución de vuestros ideales.

 

Voy a terminar. Antes de pocos días, quizás dentro de unos pocos instantes, nadie guardará recuerdo de las palabras que he pronunciado en este acto; pero no ocurrirá lo mismo, abiertamente, cuanto al testimonio vivo y perpetuamente tangible de este edificio, que vivirá años y centurias, como atalaya vigilante de los derechos y de los intereses de la clase trabajadora. Esa es, para mí, la mayor satisfacción. La Casa del Pueblo será siempre la mejor obra que habré realizado. Pondrán los vaivenes de la suerte llevarme a planos de mejor o peor aventura; extinguirá la muerte mi vida, como la de todos; pero lo que no podrá extinguir la muerte, ni destruir la muerte, será la Casa del Pueblo; porque esa casa ya no es mía, ya es vuestra, de la gente que trabaja y el trabajo durará lo que en el mundo dura la obra humana.

 

Mientras ésta aliente, en el frontispicio de vuestra casa, estará mi mejor ejecutoria, para perenne recuerdo. Y este es con inmodestia lo digo, mi mayor orgullo.

 

Al terminar su discurso, que había sido frecuentemente interrumpido por los aplausos de los concurrentes, estos ovacionaron largamente al señor March, vitoreándole.

 

El acto terminó en medio del mayor entusiasmo.

 

Café de compañerismo

 

Por la tarde se celebró el anunciado café de compañerismo, en el qei tomaron parte unos 600 obreros.

 

En la presidencia, juntamente con los elementos directivos de la Casa del Pueblo, tomaron asiento el escritor don Gabriel Alomar, don Alejandro Jaume, el arquitecto don Guillermo Forteza y el Profesor de la Escuela de Artes y Oficios don Dionisio Pastor.

 

Hicieron uso de la palabra el señor Llaneras, de Felanitx, don Pedro Sancho, de Artá, don Rafael Crepí, de Santa Eugenia, don Juan Salvá, del Coll d’en Rebassa, don Andrés Pol, de Binisalem, don Juan Vanrell de Pollensa, dom Miguel Moya de Marratxí; don Mateo Soler, de Manacor, don Tomás Seguí, de Esporlas, el señor Bujosa, de Pollensa, don Julián Ferretjans, don Simón Fullana y don Lorenzo Bisbal, de Palma, don Andrés Rotger, de Alaró y don Joan Monserrat Parets, de Lluchmajor.

 

Don Gabriel Alomar, leyó al final del acto las siguientes cuartillas:

 

No sé com dir-vos l’emoció que sent en dirigir-me per perimera vegada a un acte públic en nom d’una agrupación socialista. Per compensar l’humilitat de la meva persona vos suplic que vageu darrera mi, l’Unió Socialista de Catalunya, de la quel tenc l’honor d’esser president. Ella vos du, per boca meva, una slutació germanívola en l’alegria d’avui.

 

Jo voldría … jo voldría dir-vos moltes coses. Peró bé comprendreu qu’es impossible. Estic segur de que molta més eloquência que tot lo que puga dir-vos té lo que no dic, lo que no dic materialmente, però comprendréu ben bé, per la palpitación de postres cors i el meu, que concorden com una armonía de dues notes vibrats, com la rima de dos versos. Veritar que ja no necessitaríem parlar més, i que les meves paraules han duit an el vostre esperit una comunicación preciosa?

 

Aquesta es una hora de catacombes. I les catacombes son com una terra ont granen les llevros sembrades, que demà sortiran de la fosca i rebran la besada del sol i les ventades i ompliran de bellesa els camps i nodriran les ciutats amb l’aliment d’una vida nova.

 

Avui ben ences la llàntia familiar i el foc sacrat de la casa de tots, un redòs entorn cdl qual venim a consolar-nos de la nostra ciutat incoherente i condormida. Deixau-me repatir lo que ja he escrit a la capçalera del nostre humil i honrat setmanari. Per primera vegada me sent mallorquín de veres, i m’asec entorn d’una foganya ont les flames no son tant sols una memòria resignada de l’avior, sino una antorxa que espera l’hora de portar-la com una llum de guía pels camins de la victòria.

 

I ara que vos he parlat com a mallorquín, permetu que vos digui unes paraules en representación del nostres germans de Catalunya. Represent, ara, una ciutat dolorita i martir. Dins ella, noltros aspiram a instituir una nova i definitiva casa. No voldría ofrendre ningú; i si qualquú dels presents, veu en les meves parauels una afirmación que lo desagradi o ataqui les seves conviccions més arrelades que la’m pardoni en nom de la llibertat.

 

De tots els fots qu’ara posen damunt noltros, una Llico profunda s’en desprén; l’obligació del proletariat es tenir conciència plena de ciudadanía i de política; parlar en nom de tots, fins dels seus enemics; donar la pauta i la norma d’una societat més perfecta. Vull dir que no es tracta sols de conseguir la vostra lliberació com obrers, sino mes altamente, de conseguir la dignificació total de la societat, alliberant-la de les tares que avui la deshonren. Voldría que vos penetrasen bé de la missió històrica qu’a tots vos pertoca. Desd’el momento qu’estau convençuts de que no lluitan sols per pobres millores materials, com la jornada i el salari, sino també per conseguir el reconeixament de la vostra dignitat ciudadana, bé comprendreu que, davant de tot, son els operaris d’una ciudadanía nova, d’una altra Casa del Poble més alta qu’aquesta. Casa espiritual ont noltros no podrem posar més qu’una pedra ben petita; però Casa ont vendran a reunir-se totes les gents de la terra, i ont un día els nostres enemics d’avui, vençuts per la vostra raó, més que per la vostra força, vendrán a demanar-vos com a fills pròdics l’abraçada del perdó. I en aqueixa forganya simbòlica farem la festa de la reoneixença.

 

Vosaltres sou els nous creadors de la Polítca, font de la vida col·lectiva, ampliación suprema de l’idea significada en aquest casal: Casa del Poble.

 

Per un error fundat, part dels obrers va deixar-se dur a defensar lo mateix que predicaven amb mala intenció les burguesíes extremes: l’odi a la Política, l’indiferencia davant tots els governans, l’abandonament de la pròpia autoritat en mans d’altri, del primer vengut. Els resultat d’aqueixa conducta estçan a la vista.

 

Amics meus; ja he parlat prou. Ja sé que, en la diada d’avui, eren necessàries paraules més sustanciosses: però tenc l’esperança de qie quant aquesta veu meva hagi arribat al vostre cor, haurà despert un eco de converses molt més fondes i una resplendor de claretats molt més lluminoses.

 

La lectura de las precedentes cuartillas fue acogida con una ovación entusiasta que duró largo rato.

 

La velada.

 

Por la noche se celebró una velada literaio-musical.

 

El salón estaba atestado.

 

Fueron muy aplaudidos todos los que tomaron parte de ella.

 

 

ÚLTIMA HORA

21 de enero de 1924