1922 – EL FRENTE ÚNICO -  GABRIEL ALOMAR

 

La derrota electoral que debido a las malas artes ha sufrido nuestro compañero Lorenzo Bisbal ha sugerido al insigne escritor don Gabriel Alomar la publicación en “El Día” del siguiente artículo rebosante de emoción y sinceridad y que, por lo que a la persona de Bisbal se refiera, deja recompensadas con exceso todas las ingratitudes y vilezas mediante campañas difamatorias sostenidas y repetidas por elementos de derecha e izquierda tan huérfanos de ideales como pletóricos de maldad y bajas envidias.

 

A la vez el artículo de Alomar ha sugerido a nuestro buen amigo Alejandro Jaume una hermosa carta abierta, a él dirigida, la que también publicamos junto al trabajo de Alomar por creer que nuestros lectores saborearán su lectura con interés ya que además del tributo de justicia que se hace a Bisbal dichos escritos contienen iniciativas y rumbos nuevos a seguir, de los cuales nos ocuparemos con la debita detención en el próximo número.

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Vivo aparte de la lucha política de Palma. Pero hoy no puedo callar ante una injusticia cometida por el pueblo. Me refiero a la derrota de Lorenzo Bisbal. Siento la necesidad de infundir públicamente en el ánimo de ese amigo digno y bueno el optimismo que la ingratitud popular le arrebató.

 

Cuantos conocemos su integridad, la pureza de su vida, la honrada pobreza de su hogar, sonreímos melancólicamente ante la estupidez de los que intentaban socavar su prestigio ensayando contra él la eterna leyenda de un fantástico arrivismo. En un mundo que hace de la política (de lo que llaman sacrílegamente política) un sistema de clientelas y fulanismos para la distribución de sinecuras y provechos, el obrero que ansia elevarse sobre la postración secular de su casta y redimir a sus compañeros recibe, como primera emoción de éxito, el homenaje de la insidia y la calumnia de los indignos. Pero, muy lejos de abatirle, ello debe halagarle como prueba viva de su eficacia. ¿Será necesario recordar la suerte de todos los redentores? La envidia y la ingratitud les asedian para templarlos y probarlos como aceros de espada …

 

En nuestra pequeña vida municipal la voz de ese caudillo obrero ha aportado una nobleza de sentido político que consolaba del materialismo abyecto en que hemos caídos, no ya en Mallorca, sino en toda España. No era únicamente la voz de un partido político, aunque se trate del partido en el cual se han refugiado el idealismo y la herencia quijotesca. Se trataba de la voz del pueblo auténtico, no contaminado por su propia servidumbre inmemorial, que le entrega, inerme, en manos de sus propios enemigos y se trataba, sobre todo, del primer tribuno proletario mallorquín con aptitudes indiscutibles para esa misión.

 

Ya veis como ha respondido el pueblo a tales esfuerzos. No necesitamos ahora dilucidar las causas de ese contratiempo. Lo único que quisiera preguntar a los hombres de izquierda que todavía quedan en esta provincianísima ciudad, es si no creen que ha llegado la hora de pensar seriamente en agruparse para un fin de defensa del común patrimonio ideológico, ya que no han sabido constituir sus fuerzas para el ataque. Y me dirijo en primer lugar a esas disidencias proletarias que tantas veces sirven de instrumento a la habilidad maliciosa de sus mayores enemigos.

 

Las derechas sociales, por lo mismo que no se forman bajo la iluminación de un ideal, sino sobre la base de un interés, se agrupan fácilmente para su actuación. Comprendo que las izquierdas, en los momentos de victoria y avance, desplieguen la fecunda ufanía de su tesoro ideológico. Pero cuando se trata de defenderse, de formar el cuadro, el instinto de conservación les ordena fijar la vista en los valores que las unen, y olvidar los que las separan; apelar al amplio espíritu de tendencia o de escuela, contra las estrecheces y limitaciones del espíritu de partido.

 

Entre las rectificaciones del maximalismo ruso no ha sido la menor esa incitación a formar con todos los partidos proletarios el frente único, dando la mano a los mismos que ayer, en la embriaguez de la ilusión y del triunfo, anatematizó.

 

Por excepción, pues, rompo mi abstencionismo en la pequeña vida civil mallorquina, y pregunto también a sus izquierdas (a sus verdaderas izquierdas): ¿No ha llegado la hora de formar el frente único?

 

Gabriel Alomar

  

EL OBRERO BALEAR nº 1042

16 de febrero de 1922