Nuestra jornada

 

Ha llegado el momento de que podamos hablar. Después de tres meses de excepción, de imperio de la arbitrariedad, de aherrojamiento del pueblo, de amordazamiento de la opinión honrada y democrática, podemos, al fin, expresar nuestros juicios, sin la obligación de hacerlos pasar previamente por lo que manejan el lápiz rojo contra la verdad y contra la integridad de opiniones.

 

Y vamos a empezar a hablar del pasado movimiento, A empezar solamente. Todo lo que sobre él hay que decir no cabe en un artículo, ni en un número, ni en muchos, de El Socialista. Tenemos tela cortada para mucho tiempo.

 

Empecemos por decir, paladinamente, que es cierto que la finalidad perseguida por la huelga general no se ha conseguido. ¿Derrota de los trabajadores organizados? ¡No! ¿Victoria del Gobierno? ¡No! Todo está en pié. Sépanlo uno y otros, los que se hayan desalentado, los que hayan creído aplastar nuestra fuerza: todo está en pie. ¿Victoria del Gobierno? Los sucesos futuros lo dirán. ¿Ha remediado la situación insostenible del país? ¿Ha resulto los pavorosos problemas que se presentan a España? ¿Ha salvado siquiera lo que Francisco I no perdió en Pavía?

 

Y tampoco se puede pensar en una derrota de los trabajadores. Es innegable que el acto efectuado por el proletariado español en el pasado agosto ha tenido un alcance cuya trascendencia nadie podrá negar. Un acto que constituye una magnifica demostración de la organización excelente que tiene la clase trabajadora y de la soberbia unidad que impera en ella. Que acredita el espíritu de abnegación de los proletarios españoles al sacrificar, nos obstante ser una huelga pacífica la que efectuamos, algunos su vida y los demás su libertad y sus intereses, el holocausto del bien común, del mejoramiento de toda la nación. Que ha revelado que en nuestro país es el factor obrero el que posee más decisión y más pujanza para llevar a cabo la renovación que España necesita. Que ha sido el despertador de muchos hombres buenos, de puros sentimientos, que vivían adormecidos e indiferentes ante los males que afligen a la patria. Que significa un colosal ensayo de una revolución trascendental. Que representa, un fin, un gran honor para España y una magnifica página para su historia.

 

No han triunfado las aspiraciones de los trabajadores para desventura de España. Pero tampoco han triunfado los negros propósitos de los que detentan el Poder, pisotean las libertades adquiridas y hacen granjería de los más vitales y sagrados intereses nacionales. Nuestra jornada no ha sido la jornada final, sino solamente la primera. Estamos arma al brazo. Con nosotros están los buenos, está la España decente, la España europea. Nos lo están probando las manifestaciones de solidaridad y simpatía hachas a nuestros queridos compañeros los miembros del Comité de huelga durante su estancia en la cárcel. Nos lo están probando otros muchos síntomas de despertamiento nacional, que son un vivo consuelo al espíritu en medio de esta atormentadora pesadilla presente. Estamos, arma al brazo, en un combate no interrumpido contra los enemigos del resurgimiento de esta pobre España, entregada a las uñas de los logreros, de los lacayos de los logreros y de los perrros de presa de los logreros.

 

De El Socialista

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 820, 26 de octubre de 1917

CRISIS DE SUBSISTÈNCIES

Vaga general espanyola de 1917