La guerra de Marruecos

 

Aunque hay periódicos que dicen que la guerra no existe sino en la imaginación de aquellos que la desean en la Península, no por semejantes bocanadas hemos de dejar de insistir en nuestra campaña contra los gobernantes, que tildándose de cultos, no ven más allá de sus narices en la administración de un estado. Gobierno que para mejorar la situación de un pueblo, después de consumir fósforo en sus largos ratos de estudio, no infiere otro recurso que apoderarse de lo que no le pertenece, con matanza de seres humanos, por regenerador que se apellide, por demócrata que se llame, no pasará de ser un segundo “Hermanirco”, un “Atace” o un “Gunderico”.

 

Efectivamente; “Hermanrico”, “Atace” y “Gunderico”, caudillos de los pueblos bárbaros –palabra que significa extranjero pero, que por lo incultos que eran estos pueblos, degeneró en bruto- penetraron en España, con sus huestes, hacia el año 409, sembrando por doquier desde el incendio hasta la más espantosa desolación y la muerte. Si hoy cualquier potencia que se encuentre –de las muchas que hay- con respecto a nosotros, en la misma relación que nosotros nos encontramos con los bárbaros de aquellos tiempos, intentase invadir nuestro suelo ¿Qué tal nos sentaría? Si valiéndose de sus fortísimos ejércitos, o de su gran poder naval nos encerrase en un pequeño circuito, y reduciendo éste cada vez más hasta vernos vencidos, ¿no la llamaríamos intrusa parafraseando la palabra ensañamiento? Pues si esto es así ‘directores cobardes! Aplicad aquella máxima que dice: “Lo que no quieras para ti no lo quieras para nadie”. Pero estas frases, tan de moda entre los burgueses, solo se usan como artículo de lujo.

 

En efecto, si estos tuviesen idea del bien, si concibiesen un ápice de moral, no entrarían en territorios extraños a despojar, cual fieras rampantes, a quien posee con legítimos derechos. Pero no, hay que inmiscuirse en el Imperio Serifiano, hay que imitar a los conquistadores del siglo V, hay que atropellar al débil so pretexto de educarle.

 

Estas son las formas de educar de los doctos de nuestros tiempos, ‘bien empleado el tiempo que malgastan en escudriñar las Ciencias, para luego emplear su sabiduría en perjuicio de la Humanidad; por eso debemos preferir la candidez dirigida por el bien a la sabiduría, prostituida por el vicio.

 

Hagan cuanto crean conveniente nuestros exploradores de vidas y haciendas, pues mientras ellos preparan campañas belicosas, nosotros trabajaremos por la abolición del arte de matar, y como venganza de cuantos atropellos cometen con el hombre productor, derribaremos este régimen de injusticias para, sobre sus ruinas, edificar otro en donde solo existan hombres libres, que sabiendo hacer uso de su libertad, sirva para el bienestar de sus convivientes.

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 488, 22 de julio  de 1911

 

Veure : Guerra del Marroc

 

fideus/