Lorenzo Bisbal                Sistema del salario y esclavitud proletaria

El sólo hecho de ser propiedad individual o corporativa los medios de producción y de cambio, implica la división de la Humanidad en dos clases: la que es poseedora de estos medios, que es la clase capitalista, y la que esta desprovista de ellos que es la clase proletaria. La primera es la que da el salario a la segunda y la explota, ésta es la que recibe dicho salario y es la explotada.

Desde el momento en que la tierra, las minas, los transportes, las fábricas, las máquinas, el capital-moneda etc, son patrimonio exclusivo de un determinado número de individuos de la sociedad, los restantes, los que carecen de fuerza productiva alguna que no sea la muscular o intelectual, para poder desarrollar esta fuerza y convertirla en trabajo productivo, tienen necesariamente que venderla o alquilarla a los capitalistas, a los dueños de los instrumentos de trabajo; pues estos no pueden funcionar sino mediante la intervención de aquellos, los que tampoco pueden llevar a cabo la productividad sin la mediación de dichos instrumentos.

El agricultor, por ejemplo, no puede hacer producir la tierra sin la tierra; y ésta, sin el concurso del agricultor, sólo produciría yerbas o plantas silvestres. La construcción de una máquina no se llevará a término con sólo las primeras materias, o sea el metal, es necesario que el ingeniero haga un plano y que los obreros fundan el hierro, lo pulimenten y monten la máquina; ésta tampoco se llevará a efecto con sólo el plano y los obreros: son indispensables las primeras materias. Y así sucesivamente pasa en todos los ramos de la producción.

Ahora bien; el que es dueño de la tierra, de las minas y de todo lo que constituye los instrumentos de trabajo y primeras materias para la producción y el cambio de los productos, el capitalista, en una palabra, puede monopolizar y monopoliza estos medios en provecho suyo exclusivamente; pues la necesidad del obrero, tanto manual como intelectual, de tener que trabajar para poder vivir y de no poder prescindir de los medios de producción que posee el capitalista para hacer efectivo el trabajo, hace que se someta a vender sus facultades productivas a éste a cambio de un mezquino salario que, aunque a duras penas basta para sus necesidades individuales y tenga que subvenir a las de su familia, se ve precisado aceptar para no morir de hambre, que es la única libertad que el capitalismo no tan sólo no disputa, sino que muchas veces le obliga a hacer uso de ella por la fuerza, como sucede ahora a los obreros de Andalucía que se mueren de necesidad por no tener quien quiera explotarlos.

A partir del momento en que el obrero ha vendido su fuerza-trabajo por un determinado tiempo, durante éste deja de ser hombre y se convierte en mercancía de producción, con la que trafica el capitalista. La posesión por éste de las fuerzas productivas y medios de cambio, le permiten apoderarse de todos los productos sin haber intervenido en su elaboración, la cual ejercen solamente los obreros sometidos a la esclavitud del salario, esclavitud que desde muchos puntos de vista tiene bastante que envidiar a la que sufrían los antiguos negros de Cuba, quienes, por ser una propiedad del amo como lo es hoy la bestia de carga, merecían a éste las mismas consideraciones y cuidados que la bestia merece a su propietario, cuyas seguridades de vida están a su cargo sin que el animal tenga que cuidarse de otra cosa más que de trabajar para su dueño. En igualdad de condiciones se hallaba el esclavo americano: su manutención, el vestido, las enfermedades, el alojamiento y las garantías de su reproducción iban a cuenta de su señor quien se apresuraba a no dejarle morir de hambre y a avisar el médico cuando estaba enfermo, porque de haber dejado que se muriera el esclavo por falta de estos cuidados, el señor perdía una propiedad –cuya adquisición costaba más o menos dinero- y además perdia el medio de extraerle beneficio.

Estas seguridades de vida que gozaba el antiguo esclavo de Cuba y los que en nuestros días disfrutan todavía las bestias de carga, no tienen la dicha de gozarlos los proletarios modernos sujetos al sistema del salario.

Con este sistema, que no ha excluido al obrero de ser esclavo ni bestia de carga, el capitalista se ha librado de tener que atender a las necesidades de sus asalariados, quienes le sirven al igual que los esclavos antiguos con solo entregarles una pequeña cantidad de dinero, cuando los necesita para explotarlos.

Claro está que el obrero deja de ser esclavo del capital desde el momento en que no trabaja, cuyo derecho nadie le escatima, pero entonces no recibe salario y queda sometido a una esclavitud peor: la esclavitud del hambre; cosa que no sucedía al antiguo esclavo ni a la bestia de carga, pues ésta como aquel, cuando no trabaja, tiene la pitanza asegurada.

La única ventaja del esclavo moderno sobre el antiguo y sobre la bestia de carga, consiste en poder protestar de su esclavitud. Por eso el Proletariado consciente del Universo protesta a todas horas y en todos los lugares contra las cadenas de esclavitud sistema salario, a cuyo fin abandona el trabajo el día 1º de Mayo y hace pública su protesta, a la cual se unen todos los obreros que no se conforman en ser económicamente menos considerados que un simple irracional.

1º de Mayo de 1906.

Lorenzo Bisbal

 EL OBRERO BALEAR nº 283

1 de mayo  de 1906