ENTRE DOS FECHAS Sebastià Crespí Boscana
Desde que por primera vez, en el año 1890, el Proletariado internacional respondió unánime al conjuro del Congreso socialista de París celebrado en julio de 1889 y realizó aquella imponente Movilización de 1º de Mayo que sobrecogió de espanto a la burguesía mundial, porque creyó ver en ella el anuncio de cercanos y apocalípticos horrores, hasta la que en día de hoy se está llevando a cabo donde quiera existen obreros organizados bajo la égida del Socialismo para laborar por la causa del Trabajo; han transcurrido 18 años solamente, y, sin embargo, en este corto lapso de tiempo la conciencia obrera ha despertado en tan notable grado y la Organización política y gremial de los trabajadores, adquirid tal suma de potencialidad, que ya se perciben vigorosas las señales de la cercana transformación social que ha de redimir al Proletariado del yugo económico que le tiene sujeto a forzosa esclavitud. Basta un ligero examen comparativo entre las fuerzas obreras organizadas en aquella fecha en distintos países y el grado de convicción que poseían, y las que hoy tremolan a conciencia la roja bandera de las reivindicaciones proletarias con orientación bien definida, para convencerse de la verdad de lo que más arriba sostenemos. I dirigimos la vista hacia Inglaterra, cuna de la Organización sindical de la clase trabajadora, veremos que las fuerzas obreras organizadas en el año 1890 eran relativamente escasas comparadas con las que actualmente se agrupan en sus potentes Trades-Unions, y notaremos también que, en aquel entonces, las organizaciones sólo se preocupan del mejoramiento económico de vida dentro del régimen social existente, sin que la acción política de la lucha de clases entrara para nada en sus cálculos. Hoy … hoy es muy otra la situación. Actualmente es tan poderosa la corriente socialista y de tal modo penetra esta en la masa del proletariado inglés, que, a raíz del reciente Congreso obrero de Hull, donde concurrió representación de 1.073.000 trabajadores asociados y se votó por más de 150.000 votos de mayoría la propuesta de la gran Federación de Mecánicos, en al cual se declaraba que era llegado el momento para el Labour Party de tener por objetivo la socialización de los medios de producción y de cambio y la completa emancipación del Trabajo de la dominación capitalista, el perspicaz político lord Balfour, uno de los jefes del partido conservador de la Gran Bretaña, con mucha clarividencia formuló este significativo pronóstico. “Marchamos actualmente, dijo, hacia el desmoronamiento de todos los partidos políticos, en virtud de la cual apenas quedará nuestro partido que constituirá, sin duda, el principal elemento, y de otro los socialistas que tan atrevidamente despliegan su bandera unificando sus varios elementos, constituyendo así una fuerza militante de primer orden. Entre estas dos ideas, para la construcción de la sociedad que estos dos partidos representan, se sostendrán las luchas en lo futuro” Si de Inglaterra pasamos al Imperio germánico y hacemos un parangón entre el grado de potencialidad que alcanzaba en aquella fecha la Organización socialista y sindical en aquel país y el que acusa su desarrollo actual, notaremos enseguida que el progreso ha sido muy notable. Sesenta y dos Federaciones gremiales netamente obreras con un total de 277.659 federados constituya la fuerza proletaria organizada para la lucha económica la primera vez que se celebró la Movilización internacional de lº de Mayo, y solo 1.341.587 votos alcanzó la candidatura socialista en las elecciones celebradas aquel año y ahora la cifra de obreros asociados se eleva por encima de 1.700..000 entre los cuales se cuentan 118.900 mujeres, y el número d ciudadanos que dieron sus sufragios a los candidatos socialistas en la contienda electoral de 1907 fue de 3.258.968, cifra a que no llegó, ni mucho menos otro partido en Alemania. Y lo mismo pasa en todas las naciones donde impera el industrialismo. En Austria, el año 1890 había 10 Federaciones de oficio contándose en ellas 46.606 asociados; hoy, la última estadística que poseemos y que data de 1906, arroja un total de 488.270 trabajadores inscritos en las listas de las 42 Federaciones gremiales que en el Imperio Austro-húngaro existen organizadas. Cuanto a las fuerzas genuinamente socialistas, nadie ignora el inmenso triunfo alcanzado por ellas en las elecciones de 1907, donde lograron sacar triunfantes a 87 diputados, constituyendo la minoría más numerosa del Parlamento. Si fijamos la vista en Francia, de todos es sabido que la corriente socialista es tan intensa que, para ver de neutralizarla, la burguesía de esta nación ha echado mano de Gobiernos radicales de su extrema izquierda; como tampoco hay quien ignore que el espíritu societario se infiltra de tal modo entre los trabajadores, de allende el Pirineo que su ya poderosa Confederación del Trabajo, proporciona mas de un quebradero de cabeza a las clases dirigientes. De Bélgica puede decirse que su masa trabajadora está ganada en gran parte por el Socialismo. Las poderosas cooperativas que el Partido ha fundado y que se sostienen prósperamente, esparcen de contiguo la semilla socialista y son plantel de nuevos entusiasmos propagandistas que ensanchan cada día mas la esfera de la acción política y sindical del proletariado belga. Si es en la nación danesa, las tres cuartas partes de sus obreros están organizados sindicalmente, y el Partido Socialista que en 1901 obtuvo para sus candidatos 43.000 votos, en las elecciones celebradas en el penúltimo año alcanzó ya la cifra de 97.000. En Rusia, donde 18 años ha casi era desconocida la organización obrera y donde no existía, como Partido, el elemento socialista, hoy es este el alma de la revolución que agita el caduco Imperio ruso y que acabará por derrumbarlo con estrépito en plazo breve. Y por el estilo en todas las demás naciones de Europa. En España mismo, donde todo parece conjurarse para dificultar la organización de la clase trabajadora, pues contribuyen a ello el atraso industrial de nuestra nación, la enemiga que siente la burguesía para todo lo que significa otorgar mejoras a los obreros, la falta de energías en estos para decidirse sin reparos a laborar en pro de las reivindicaciones sociales de la clase a que pertenecen, el espíritu de suicida resignación que ha infiltrado en ellos la enseñanza religiosa que durante siglos ha dominado en nuestro país y la indígena idiosincrasia que hace que todo lo esperemos del azar o de la milagrera fortuna; a pesar de todos estos inconvenientes, la organización socialista y societaria se abre paso. Compárese en que concepto se nos tenía y cómo éramos mirados los socialistas allá por el año 1890. cuando la primera Manifestación de 1º de Mayo con lo que ahora sucede, y se notará la diferencia. Hace 18 años cuando no se nos trataba despectivamente o con burlona conmiseración, se nos negaba el agua y el fuego y muchos de los afiliados al Partido Obrero tuvieron que sentir los efectos de las venganzas patronales, ya siendo despedidos del trabajo, ya no siendo admitidos en él, si se sabía las ideas que profesábamos. Hoy, el Partido Socialista inspira respeto a nuestros adversarios y, cuando menos, se reconoce en él, honradez de aspiraciones. Y si la idea socialista ha ido progresando y ganando terreno, la organización sindical de los trabajadores españoles ha crecido paralelamente en nuestro país. En el año 1890 sólo 36 secciones componían la “Unión General de Trabajadores de España” no contándose entre todas ellas mas que 3.896 asociados; en la actualidad forman parte de aquel organismo societario 32.612 obreros, no obstante la intensa crisis de trabajo que padece la nación. Con los datos expuestos pueden nuestros lectores formase idea de los progresos realizados en pro de la organización sindical y política de nuestra clase, en el tiempo que media entre los años 1890 y 1908. Si el testimonio de lo pasado sirve para hacer el pronóstico del porvenir, calculemos lo que habremos adelantado en el camino de la emancipación del Proletariado dentro de una veintena de años más. Quizá por aquel entonces sea la Manifestación de 1º de Mayo la fiesta destinada a conmemorar el triunfo definitivo del Trabajo sobre el Capital. Así sea. Núm. 342, 1 de mayo de 1908.
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