Juan Negrín López      

    

Juan Negrín: un aniversario

ENRIQUE MORADIELLOS

Negrín = Ciencia + Democracia

JOSÉ ANDRÉS ROJO

Negrín y los comunistas

SANTIAGO CARRILLO

 

CLUB DIARIO DE MALLORCA. JUAN NEGRÍN, EL ESTADISTA DESCONOCIDO DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA

Jackson: ´Negrín no fue dictador, sino el jefe de guerra de una democracia´

El prestigioso historiador ensalza el papel político del último presidente de la II República

El vocabulario insultante de la derecha recuerda a los años treinta´

 

Gabriel Jackson

 
RESENYA RESENYA

Juan Negrín "La republica en guerra

Ricardo Miralles

Temas de Hoy Madrid, 2003

211 pàgs.

«Juan Negrín: La República en guerra» José Maria Laso

Don Juan Negrín

Una biografia de la figura más difamada de la España del siglo XX

Enrique Moradiellos

Península, Madrid, 2006, 651 pàgs

 

 

 

 

   

 

 

 

 

 

 

 

Juan Negrín: un aniversario

ENRIQUE MORADIELLOS

El 12 de noviembre de 1956, mañana hará cincuenta años, un exiliado republicano español fallecía en su domicilio de París de una grave dolencia cardiaca que le aquejaba desde hacía un decenio. Su entierro tuvo lugar dos días después en el cementerio de Père Lachaise, en el más estricto anonimato, por decisión expresa del fallecido. Su tumba fue cubierta por una losa de granito oscuro en la que no figuraba su nombre sino sólo sus iniciales: J. N. L.

Don Juan Negrín López (Las Palmas, 1892-París, 1956) había sido un eminente médico fisiólogo formado en Alemania que ocupó la Cátedra de Fisiología de la Universidad de Madrid y se convirtió en el maestro de una escuela de investigadores en su disciplina de prestigio internacional (con Severo Ochoa o Francisco Grande Covián como alumnos más destacados). También había sido un hombre comprometido con su tiempo, prototipo del intelectual español culto y europeizado, que abrigó desde muy pronto convicciones ideológicas democráticas, republicanas y socialistas. Esa triple inclinación le llevó a abandonar su brillante carrera como investigador científico para ostentar crecientes responsabilidades políticas durante los años de la Segunda República (1931-1936) y en el trágico trienio de la Guerra Civil española (1936-1939). Primeramente se reveló como un activo diputado socialista durante las tres legislaturas del quinquenio democrático republicano (representando a Las Palmas, Madrid y Las Palmas en cada ocasión). Ya iniciada la contienda fratricida en julio de 1936, destacó como eficaz titular del Ministerio de Hacienda en el Gobierno del Frente Popular presidido por Francisco Largo Caballero (septiembre de 1936-mayo de 1937). A continuación, alcanzó la cumbre de su carrera política en calidad de enérgico presidente del Gobierno republicano durante el resto de la contienda (mayo de 1937-marzo de 1939). Y, finalmente, retuvo contra viento y marea esa condición presidencial en las amargas circunstancias del exilio en los años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Gravemente enfermo y retirado de la política, pasó el resto de su vida en París hasta su prematuro fallecimiento a los 64 años de edad.

Como último presidente constitucional del Gobierno de la República en plena contienda civil, el doctor Negrín se convirtió en el máximo antagonista del general Franco y llegó a personificar el espíritu de resistencia republicano con tanto fervor e intensidad como el Caudillo llegó a representar al enemigo vencedor. Porque, dicho sin rodeos, los dos bandos contendientes quedaron encarnados bajo la forma de sus respectivos máximos mandatarios: un médico frente a un militar. Un dúo de antagonistas, además, que reflejaba notables peculiaridades. Tanto Negrín como Franco habían nacido en 1892 (el primero en febrero, el otro en diciembre), ambos portaban consigo la aureola de un prestigio profesional fuera de toda duda (el uno en la ciencia, el otro en las armas), ambos personificaban las dos grandes corrientes ideológicas en pugna por la hegemonía dentro de España (la modernización europeizante y democratizadora frente a la introspección nacionalista y reaccionaria) y ambos suscitarían, en mayor o menor medida, el entusiasmo de sus partidarios y el odio acérrimo de sus enemigos.

Sin embargo, a pesar de ese protagonismo indiscutible, la figura histórica del doctor Negrín cayó muy pronto en el olvido y el silencio, tanto como resultado de la abrumadora derrota cosechada por su Gobierno en la guerra como por efecto de las amargas divisiones que fracturaron al propio bando republicano durante el conflicto y en el exilio. Mientras que la animadversión franquista hacia Negrín resulta plenamente comprensible (fue el culpable de "retrasar" la victoria total y "alargar inútilmente" la lucha), la hostilidad de amplios sectores republicanos resulta más difícil de explicar.

Tras asumir la jefatura del Gobierno republicano, Negrín puso en marcha una estrategia de resistencia política y militar defensiva vertebrada sobre dos expectativas de horizonte alternativas. En el mejor de los casos, había que resistir el avance enemigo hasta que estallase en Europa el inevitable conflicto entre las democracias occidentales y el Eje ítalo-germano, sumándose entonces a la entente franco-británica y obligando a ambas potencias a acudir en ayuda de la causa republicana. En el peor de los casos, si ese conflicto continental no llegaba a estallar, había que resistir para conservar una posición de fuerza disuasoria que pudiera arrancar al enemigo las mejores condiciones posibles en la negociación de los términos de rendición. En ambas contingencias, la estrategia formulada implicaba dos exigencias correlativas. En el plano exterior, presuponía la conservación intacta del único y vital apoyo militar, financiero y diplomático disponible para la República: el de la Unión Soviética. En el plano interno, imponía la colaboración con el PCE y su integración como pilar inexcusable del Estado republicano habida cuenta de su disciplina y fortaleza y, sobre todo, en vista del contraste ofrecido por la persistente división socialista, el desconcierto anarquista y el letargo de los partidos republicanos burgueses.

Sin embargo, el acierto general de esa estrategia política acabaría naufragando en ese crucial ámbito interno a lo largo del año 1938, incapaz de frenar la continua presión del avance franquista, el persistente abandono de las democracias occidentales y el consecuente deterioro de la posición militar y moral del bando republicano.

De este modo, tanto Negrín como los comunistas (identificados con su política de resistencia como única salida al margen de la entrega incondicional a un enemigo inclemente) fueron concitando la hostilidad de los sectores seducidos por la ilusión de lograr la paz mediante una negociación de las condiciones de rendición con Franco. Acusado así de promover el ascenso del PCE y de sabotear las posibilidades de mediación, Negrín sufrió en los últimos meses de la guerra la crítica acerba de una parte de las fuerzas republicanas. Y fueron esas fuerzas las que alentaron el golpe militar que derrocó a su Gobierno en marzo de 1939 y abrió la senda a la capitulación incondicional ante Franco.

La amarga tragedia de la derrota y el exilio no aminoró en absoluto la intensidad de las divisiones políticas entre los republicanos. Antes al contrario. Convertido entonces Negrín en el chivo expiatorio de todos los fracasos, ninguna organización política o sindical trató de mantener con posterioridad el recuerdo de su figura y línea política. Por eso mismo, el PSOE optó por el silencio sobre un correligionario incómodo (aun cuando no dejara de homenajear a otros dirigentes del periodo como Prieto, Besteiro y Largo Caballero). Ni siquiera sus coyunturales aliados comunistas se mantuvieron fieles al legado de Negrín. Sobre todo porque su conducta en el exilio demostró una indudable independencia: apoyó el esfuerzo bélico franco-británico durante la vigencia del pacto de no-agresión germano-soviético (1939-1941); defendió la incorporación de España al Plan Marshall de reconstrucción europea en 1948 contra la opinión de la URSS; y dispuso la entrega a las autoridades franquistas, tras su muerte, de la documentación probatoria de que el oro remitido a Moscú había sido gastado íntegramente en aras del esfuerzo de guerra republicano.

De esta azarosa manera, la frialdad comunista hacia Negrín fue sumándose a la enconada hostilidad franquista y a la patente animadversión republicana. Y así fue tejiéndose la espesa malla de silencio, olvido e incomprensión que todavía hoy en gran medida rodea la figura humana y política del doctor Negrín. Había sido, en esencia, un gran científico devenido en político por sus propias convicciones y por la fuerza de la coyuntura histórica de su atribulado país.

Enrique Moradiellos es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura.

11/11/06    

 

Negrín = Ciencia + Democracia

JOSÉ ANDRÉS ROJO

Al iniciarse la guerra se vuelca a proteger a cuantos puede de la violencia de las checas"Cuando terminó La pérfida Albión, Enrique Moradiellos (Oviedo, 1961) descubrió la importancia de la figura de Juan Negrín, el último jefe de Gobierno de la República, y quedó fascinado por un hombre al que considera el "Churchill español". "Nadie como él fue capaz de unir tan gran número de esfuerzos para detener el avance del fascismo durante la Guerra Civil española", dice 10 años después de haber iniciado la biografía del líder socialista, que publica ahora con el título de Negrín. Una biografía de la figura más difamada de la España del siglo XX (Península) y para la cual ha consultado numerosa documentación inédita de los archivos del político socialista.

La historia de Negrín, que nació en Las Palmas en 1892 y que murió hace hoy 50 años en París, fue terrible. El hombre que defendió como nadie la democracia terminó siendo objeto de la furia de los vencedores y de las maledicencias de los perdedores. Unos lo trataron de "zafio, grosero, bárbaro...". Otros hablaron de su "naturaleza infantil y débil". Dijeron que fue un pelele de los comunistas, que despilfarró las finanzas de la República, que saboteó los intentos de firmar la paz, que vivió como un pachá en el exilio, que sólo pensaba en comer, que tenía un harén, que era un holgazán y un drogadicto. Moradiellos invita en su libro a conocerlo. Ahora que se vuelve sobre la memoria histórica, es urgente recuperar la verdad. Así la cuenta durante una conversación Enrique Moradiellos:

- Los orígenes. "Juan Negrín es el hijo mayor de una familia canaria muy bien colocada. Las Palmas, entre finales del siglo XIX y principios del XX, tuvo un crecimiento espectacular. El padre de Negrín, que procedía del campesinado del interior de la isla, asentó su prosperidad en dos actividades: la comercial y el negocio inmobiliario. Su fortuna era de las mayores, si no la mayor, de Las Palmas".

- Familia, estudios, boda. "Su familia era muy conservadora y de creencias católicas muy sinceras. Su hermano fue sacerdote claretiano y su hermana hizo los votos seglares. Su madre terminaría instalándose en Lourdes después de la guerra. Negrín destacó en los idiomas y en las ciencias. A los 14 años lo enviaron a estudiar a Alemania. En Leipzig, en el Instituto de Fisiología, destacó como investigador a las órdenes de Von Brucke, uno de los referentes de la ciencia médica de entonces. Se casó en marzo de 1914 con Maria Mijailova, que procedía de una rica familia judía de Ucrania. A los 21 años obtiene el doctorado".

- Regreso a España. "La I Guerra Mundial los obliga a regresar: No era recomendable que su mujer estuviera en una Alemania que luchaba contra Rusia, pero lo hace sólo como un paso para viajar a Estados Unidos. Llega a Canarias en 1915. Es Ramón y Cajal el que lo convence para que dirija en Madrid el laboratorio de fisiología que se crea en la Residencia de Estudiantes. Las ideas que alimentan su trabajo son las de ciencia y democracia, y quiere abrir España a las corrientes modernizadoras".

- Las inquietudes de un científico. "Negrín forma parte de la élite intelectual del momento. En 1922 obtiene la cátedra de Fisiología después de volver a hacer el doctorado de manera brillante. Forma parte del equipo que pone en marcha la Ciudad Universitaria. Monta un laboratorio privado que tiene mucho éxito. Empieza a intervenir en cuestiones públicas, rechazando el afán de la dictadura de Primo de Rivera de permanecer en el poder".

- Complicaciones sentimentales. "En 1923, la hija que esperaba su mujer muere en el parto que atendía el propio Negrín. Dos años después, su otra hija fallece a los 10 años por una epidemia de tifus. Quedan los tres hijos varones, pero el matrimonio entra en una gravísima crisis. Negrín se enamora en 1926 de una ayudante de su laboratorio mucho menor que él, Feliciana López de Dom Pablo, Feli. Su mujer no tolera esa relación y le atribuye aventuras permanentes, pero yo creo que no hubo nada, que Feli fue su única gran pasión. Y le duró toda la vida".

- Ingreso en el PSOE. "Lo hace en 1929 porque considera que el PSOE es el único partido 'verdaderamente republicano'. Confiesa desde el principio ser un socialista no marxista. Cree que, como ocurría con el SPD en la República de Weimar, va a ser la formación encargada de vertebrar la democracia en España".

- Diputado en la República. "Es diputado en las tres legislaturas. Forma parte de las comisiones que tienen que ver con su habilidad para los idiomas y con sus estudios de economía: relaciones exteriores, presupuestos y hacienda. Participa sobre todo en los debates sobre sanidad y educación. Empieza una relación de profunda amistad con uno de los grandes líderes del PSOE, Indalecio Prieto".

- El estallido de la guerra. "Cuando se produce el golpe, Negrín se ocupa de salvar a su familia: su mujer y su hijo pequeño salen a Suiza (los dos mayores se quedan con él y se integran en la lucha contra Franco) y traslada a su madre, a sus hermanos y a su tía a Francia. Su padre es detenido en Las Palmas y no será liberado hasta el final de la guerra tras perder todas sus propiedades. Luego se vuelca a proteger a cuantos puede de las indiscriminadas y violentas actividades de las checas, aunque muchas veces fracasa. Y sirve de apoyo a la columna socialista del capitán Fernando Sabio".

- El oro de Moscú. "El Gobierno de Largo Caballero lo nombra ministro de Hacienda en septiembre de 1936. El dinero es el nervio de la guerra, y sin fondos no se puede luchar. El Gobierno de Giral ya había movilizado las reservas de oro a Francia para poder cambiarlas y disponer de divisas. La República necesitaba comprar en el extranjero petróleo, productos alimenticios y material bélico. Negrín traslada el resto de divisas a la Unión Soviética, el único país que apoya al Gobierno legal. La banca soviética garantiza la confidencialidad y la velocidad en las operaciones. No se despilfarró ni una onza de oro, otra cosa es que se tuvieran que aceptar transacciones abusivas, pero las armas no podían esperar. Asegura el esqueleto financiero para afrontar la guerra larga".

- ¿Conjura comunista? "Es Azaña quien lo nombra jefe de Gobierno en mayo de 1937 para sustituir a Largo Caballero, y no una maniobra comunista. Hace falta su prestigio internacional porque la suerte de la guerra se juega ya en el exterior. La situación que hereda en los frentes es calamitosa".

- La estrategia del nuevo jefe. "Su lema es resistir es vencer, y está orientada a ganar tiempo, pues es muy difícil ganar la guerra a los rebeldes. Confía en que Inglaterra y Francia se den cuenta de que España es necesaria para luchar con el fascismo y abandonen su postura de no intervención. Por otro lado, hace falta ser fuertes para negociar las condiciones de una paz honrosa. Para conseguir sus objetivos necesita reforzar el ejército y dotarlo de capacidad de maniobra, centralizar los esfuerzos del Estado y unificar al partido socialista para convertirlo en contrapeso de unos aliados de los que no se puede prescindir, los comunistas. Se enfrenta a la revolución social (la estrategia anarquista no ha funcionado hasta entonces) y defiende la Constitución de 1931".

- ¿La paz saboteada? "Se ha acusado a Negrín de haber saboteado los esfuerzos para conseguir la paz que pusieron en marcha y defendían políticos como Azaña, Prieto o Besteiro y que compartían muchos defensores de la República, entre ellos los nacionalistas catalanes y vascos. Negrín está convencido de que a un triunfo incondicional franquista le va a seguir una venganza sangrienta y un reinado de terror. Y quiere mantenerse fuerte para negociar ciertas garantías. Pero sabe de los terribles sacrificios que pasa la zona republicana y en julio de 1938, a través del coronel Lilliehook, hace llegar a las autoridades británicas su petición de que las potencias extranjeras medien para que no existan represalias indiscriminadas. No recibe respuesta".

- Regreso a la zona centro. "Cuando se pierde Cataluña y la guerra parece llegar a su fin, Negrín vuelve a la zona central con la voluntad de seguir resistiendo. Lo que quiere, en realidad, es organizar la salida de todos los que pueden ser represaliados por los vencedores. Y no son 200, sino unos 2.000. La idea es hacerlo con la flota, desde Levante. Pero las cosas no salen bien, los militares están ya en otra cosa, ha perdido su confianza. El golpe de Casado acaba con sus intenciones".

- Las cuentas del exilio. "Se ha acusado a Negrín de despilfarrar, para permitirse una vida de lujo, todo el dinero que logró salvar la República. El fondo (llamado de reserva) que los políticos leales consiguieron llevar a Francia era de unos tres millones y medio de libras esterlinas de la época, un poco menos de los gastos mensuales que tenía la República en 1938 en víveres, carbón, textiles, productos químicos, etcétera. A esto hay que sumar los ingresos por la venta de valores, buques, material bélico... En total, la República salvó poco menos de seis millones de libras esterlinas, que fueron dedicados a las necesidades de la emigración y a los gastos de las instituciones republicanas. La asignación mensual que recibió Negrín fue de unas 113 libras esterlinas (en el Reino Unido, una enfermera principiante ganaba unas 360 y un segundo jefe de policía de provincias unas 500), que no creo que fuera excesiva. Negrín tenía bienes propios, que le ayudaron a vivir con decencia, que no con ostentación, pero al final tuvo que empezar a prescindir de todas las comodidades y, ya cerca de su muerte, recibió ayuda de su hijo menor. No murió precisamente en la opulencia. Lo enterraron discretamente en el cementerio Père Lachaise de París".

Cartas cruzadas

Uno de los testimonios más desgarradores de la derrota de la República es la correspondencia que intercambiaron Negrín y Prieto a partir de mayo de 1939, cuando el primero intentó restablecer los viejos lazos de amistad sobre las ruinas del desastre. Fue imposible. Las cartas que cruzaron reflejan, en cualquier caso, las profundas desavenencias que existieron entre dos de los grandes referentes del socialismo de aquellos días. Negrín se había volcado en la tarea titánica de resistir; Prieto se dejó llevar por su pesimismo y se obsesionó con lo que consideraba una creciente influencia comunista en los derroteros del Gobierno. Su cese como ministro de Defensa, que Negrín decidió en la noche del 29 al 30 de marzo de 1938, desencadenó la rivalidad.

La influencia de Prieto ha generado un profundo desconocimiento sobre la figura de Negrín. La exposición que ahora puede verse en el Conde Duque de Madrid y los homenajes que se le tributan estos días en Las Palmas acaso sirvan para recuperar su radical compromiso con la República. Porque sobre el médico siguen pesando los tópicos de la propaganda de los vencedores y las feroces críticas de sus compañeros de filas que no compartieron las directrices que impuso para enfrentarse al avance de las tropas franquistas. A Negrín lo han intentado ridiculizar con frecuencia por su glotonería y por sus supuestas aventuras con numerosas mujeres. Si bien es cierto que era aficionado a la buena mesa ("más que un glotón era, por su amor a la vida, un gran epicúreo", escribió Francisco García-Valdecasas, alumno suyo y rector de la Universidad de Barcelona durante el franquismo), no parece que fuera muy mujeriego. "Se lavaba constantemente las manos, temía contagiarse cualquier enfermedad. Dudo mucho que un hipocondriaco como él tuviera trato carnal frecuente con distintas mujeres", cuenta Moradiellos.

Para tener una idea de su manera de ser, una anécdota de Mariano Ansó, que fue ministro de Justicia con Negrín, resulta reveladora. Se refiere a los primeros momentos de la guerra, cuando las tropas de milicianos salían a la sierra para detener el avance del enemigo. Negrín solía visitar el frente y lo hacía a veces en cualquier camión: "Con su sombrero flexible y sus gafas profesorales, semejaba un prisionero en medio del bosque de fusiles de aquellos improvisados soldados que vestían el clásico mono y solían tocarse con la boina vasca y proletaria". Solía llevar unos "grandes pellejos de vino" para la tropa con una receta del propio doctor: una mezcla de café con vino y una dosis de "buen coñac".

12/11/06      

 

 Negrín y los comunistas

SANTIAGO CARRILLO

Por fin se ha celebrado en Madrid una ceremonia oficial -con participación de varios ministros del Gobierno de Rodríguez Zapatero- reconociendo los méritos del doctor Juan Negrín en la defensa de la Segunda República. Me refiero a la inauguración en lo que fue el cuartel de Conde Duque de una exposición -que estará abierta hasta el mes de noviembre- sobre la trayectoria de este investigador científico que en circunstancias dramáticas llegó a ocupar la presidencia del Gobierno y los Ministerios de Defensa y Hacienda, olvidado sistemáticamente durante largos años, en los que fueron pocos los que se atrevieron a reivindicar su figura.

Sobre Negrín pesaba lo que hasta para algunos de sus correligionarios era considerado como una mancha: su coincidencia con el Partido Comunista en la política de resistencia al franquismo durante la Guerra Civil y posteriormente su posición favorable a la unidad sin exclusiones de todas las fuerzas antifranquistas. Esta actitud le valió ser acusado de "agente de Moscú" por otros líderes de su partido que propugnaban una imposible "paz honrosa" con Franco.

El doctor Negrín fue ante todo un científico prestigioso, en cuyo laboratorio se formaban investigadores tan famosos como Severo Ochoa. Fue también quien dirigió la construcción de la Ciudad Universitaria de Madrid, secundado por arquitectos tan importantes en su época como Manuel Sánchez Arcas.

Hijo de una familia burguesa de Canarias, Juan Negrín tuvo la suerte de completar su formación en Alemania, un país que entonces estaba a la cabeza de la ciencia y la técnica mundiales. Allí había comenzado a interesarse también por la política, como un ciudadano para el que no eran indiferentes los agudos problemas que entonces se vivían en la Europa de la primera posguerra mundial.

Esas inquietudes le llevaron a ingresar en el PSOE en las postrimerías de la Monarquía de Alfonso XIII. En ese momento, Negrín por su prestigio científico, era una adquisición importante para cualquier partido político.

Le vi por primera vez personalmente un día de diciembre de 1930, cuando vino a recoger a Largo Caballero en un mitin homenaje a Pablo Iglesias. Era un momento importante en la historia de este país. En ese acto, en un discreto apartado, Largo Caballero había transmitido a quien entonces era dirigente de la Casa del Pueblo de Madrid la orden -por cierto, incumplida- de desencadenar la huelga general el día 15, para apoyar el movimiento, que por decisión del Comité Revolucionario republicano, debía comenzar ese día a fin de implantar la República.

El doctor era en ese momento uno de los raros afiliados al PSOE que poseía un automóvil y con él debía llevar a Largo Caballero desde el mitin a una de las últimas reuniones del citado Comité en vísperas del acontecimiento. El coche de Negrín, conducido por él mismo, tuvo también en esos mismos días otros empleos singulares. Por ejemplo, recoger al pie de Prisiones Militares al comandante Ramón Franco, en ocasión de una conocida fuga, llevándole al lugar donde debía ocultarse hasta el día 15 en que se sublevaría a favor de la República. El doctor Negrín servía a la causa en misiones modestas pero peligrosas, para las que en cierto modo su prestigio de científico era una buena cobertura.

Proclamada la República, en las elecciones legislativas, los socialistas canarios pensaron que el doctor, por el prestigio social de la familia -además del propio- sería un excelente candidato y así se vio lanzado directa y públicamente a la política. Fue elegido diputado, formando parte de las Cortes Constituyentes de la República. Ello no le apartó sin embargo de lo que siguió siendo bastante tiempo su ocupación principal: la cátedra y el laboratorio.

Negrín no estuvo nunca integrado en lo que se consideraba la izquierda del Partido. Se alineó siempre con las posiciones centristas de Indalecio Prieto. Si el movimiento de octubre de 1934 que dirigían Largo Caballero y Prieto hubiera triunfado, Negrín como otros prietistas -el mismo Prieto, Zugazagoitia, Amador Fernández...- hubieran sido ministros del Gobierno que se iba a constituir.

En 1936, tras la elección de Azaña para presidente de la República, Negrín defendió el nombramiento de Prieto a la jefatura del Gobierno y se manifestó decidido a romper el grupo parlamentario socialista -de mayoría caballerista- y a apoyar a Prieto, en unión con los republicanos aun a costa de la división del PSOE.

Ya en la guerra, al formarse el Gobierno de Largo Caballero, Negrín fue nombrado ministro de Hacienda en el cupo que correspondía a la tendencia de don Indalecio y a propuesta de éste.

¿Por qué fue nombrado Negrín presidente del Gobierno, en vez de Prieto, tras la crisis del Gobierno de Largo Caballero en mayo de 1937? Se ha creado toda una leyenda atribuyendo el hecho a la iniciativa del PCE. Nada másfalso. El PCE hubiera aceptado la presidencia de Prieto, como aceptó su nombramiento de ministro de Defensa. Quien decidió, entre Prieto y Negrín, fue el presidente de la República, Manuel Azaña. En sus Memorias explica por qué: "Me decidí a encargar del Gobierno a Negrín. El público esperaría que fuese Prieto. Pero estaba mejor Prieto al frente de los ministerios militares, reunidos, para los que fuera de él no había candidato posible. Y en la presidencia los altibajos de humor de Prieto, sus repentes, podían ser un inconveniente. Me parecía más útil, teniendo Prieto una función que llenar, importantísima, adecuada a su talento y su personalidad política, aprovechar en la presidencia la tranquila energía de Negrín"... "Negrín, poco conocido, joven, duro, es inteligente, cultivado, conoce y comprende los problemas (sabe ordenar y resolver las cuestiones). Podrá estarse conforme o no con sus puntos de vista personales, pero ahora cuando hablo con el jefe del Gobierno ya no tengo la impresión de que estoy hablando con un muerto. Esto, al cabo de los meses, es para mí una novedad venturosa".

En efecto, Azaña fue quien optó por Negrín cuando el candidato más indicado parecía Prieto.

¿Qué sucede a partir de ese momento? Fundamentalmente un acercamiento más marcado entre la Ejecutiva del PSOE, compuesta por partidarios de Indalecio Prieto y el Partido Comunista. El comité de enlace entre ambos partidos intensifica su actividad. Después de la formación del Gobierno de Negrín, Prieto plantea ante esa Ejecutiva la necesidad de ir pensando en la posible fusión de ambos partidos, basada en el objetivo de ganar la guerra. Ese planteamiento de Prieto provoca la dimisión de dos miembros de la Ejecutiva, entre ellos Anastasio de Gracia -que formalmente es el presidente aunque esa función la ejerce realmente el mismo Prieto-, disconformes con esa perspectiva. Y esa relación unitaria entre las direcciones de los dos partidos se prolonga hasta el fin de la guerra, incluso cuando Prieto, tras la batalla de Teruel y el corte en dos de la zona republicana, ha vuelto a posiciones anticomunistas y considera derrotada la República.

Negrín acepta la presidencia del Gobierno dispuesto a apurar todas las posibilidades de ganar la guerra. Ésta era su firme voluntad. Y se apoya militarmente en las unidades del Ejército Popular más sólidas, que son esencialmente las que tienen una connotación más próxima al Partido Comunista. Negrín y la Ejecutiva del PSOE en ese momento están decididos a colaborar con los comunistas para resistir mientras haya la más mínima posibilidad.

Negrín, como los comunistas, comprendía la naturaleza del fascismo que hacía imposible la "paz honrosa". Tras la caída de Cataluña la resistencia se tornaba mucho más difícil. Pero, estando al corriente de la situación mundial, todavía había una posibilidad: aguantar hasta el estallido de la II Guerra Mundial. Y en último caso, resistir permitía ir retirándose ordenadamente y organizar la evacuación de decenas de miles de republicanos que tras el golpe de Casado quedaron en manos de Franco y fueron vilmente masacrados.

La dirección oficial del PSOE, en la que figuraban líderes como González Peña y Ramón Almoneda, sostuvo las posiciones de Negrín, cuyas coincidencias con el PCE fueron fundamentalmente dos: mantener hasta el fin la resistencia al franquismo y más tarde, terminada la II Guerra Mundial, recomponer la unidad de todos los republicanos para recuperar la República.

Negrín nunca fue comunista. Pero, al amanecer de nuevo la democracia en España, reconocer el papel de Negrín en la guerra contra el fascismo significaba reconocer también el papel de los comunistas españoles en la defensa de la República y en la resistencia clandestina a la dictadura. Y antes que eso hubo quienes prefirieron enterrar la figura de Negrín, sumirla en el olvido y ensalzar otras que jamás estuvieron a su altura.

Recordarlo hoy ya es sólo una parte de la recuperación de la memora histórica. Y aunque pese a algunos -pero la historia es la historia- de forma indirecta, a reivindicar el papel del PCE en la lucha por la democracia.

Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE, es comentarista político

09/10/06