El alcalde de Alcudia

 

Es un ser disforme, muy parecido su cuerpo a un tonel; su voz, labios y mejillas se confunden con las de un rumiante; los ojos los tiene de orangután, las orejas de gorila parecen, y, para colmo de desdicha, es grabado de viruela. Los naturalistas se ven confusos para determinar la raza o tipo de animales a que pertenece, pues si bien tiene algo de centauro, existe en él la extraña particularidad de que solamente anda con dos patas, que son cual las del avi del Parque de Barcelona. En fin, un extraño fenómeno de la Naturaleza.

 

Y este animal tan raro es alcalde de Alcudia, y tiene un hermano que es el juez, y un tío el secretario, y casi todos sus parientes, próximos y lejanos, se hallan arrimados al presupuesto municipal, etc. etc.

 

Pero el pueblo dicen que el tal monterilla tiene la empresa de consumos, haciendo figurar como empresario a un hermano suyo; que todas las subastas de pinos y otras minucias comunales las saca el al precios que quiere; que es el contrabandista mayor del pueblo y apalea a los empleados de la Arrendataria cuando le cogen algún bulto de tabaco, que es un banquero que admite dinero sin hacer interés y en cambio se cobra el cinco o el seis por ciento sobre las cantidades que presta, lo cual no hace como no sea sobre fincas que ofrezcan buena garantía.

 

Sin embargo de esto mi hombre, o lo que sea, se tiene por persona muy  caritativa, diciendo que todo el pueblo le debe favores. El, que en la tierra de los torpes sería un perfecto sabio, y que fuera de las viejas murallas de Alcudia no es visto ni conocido por nadie, se ha forjado la manía de saber más que Séneca y Arquímedes y no consiente que nadie se le suba a las barbas ni le discuta su intelectualidad. Es tan absoluto como déspota.

 

En polaca es lo mas desvergonzado y cínico que el sol calienta. Véase una muestra.

 

Nuestro amigo Bisbal el jueves de la semana pasada se fue a Alcudia, que es hijo de allí y tiene parientes en el pueblo, al objeto de celebrar algunas reuniones de propaganda electoral y dar a conocer los ideales democráticos de emancipación obrera. Como que llevaba la representación del candidato proclamado D. Antonio Villalonga Pérez, mediante poder hecho de notario, nuestro correligionario se quedó en el pueblo para fiscalizar la elección e impedir se hicieran chanchullos, máxime no teniendo allí interventores en las meses electorales. Pues bien; el domingo por la mañana, antes de empezar la votación, Bisbal se fue al colegio de la Casa Consistorial y una vez allí se dio a conocer como tal apoderado para que se le fuesen reconocidos y respetados sus derechos. El alcalde, que estaba presente, cogió el poder y lo leyó de cabo a rabo, y una vez leído empezó a cachondearse de nuestro amigo, contestándole este como se merecía; entonces el muy bruto le insultó groseramente y le hizo amenazas propias de un salvaje. Bisbal las rechazó con energía y sin perder la serenidad le demostró que conocía sus derechos y que no permitía le fuesen atropellados por nadie, y menos por quien, como el alcalde, tenía el deber de ampararlos.

 

Comprendiendo sin duda el monterilla que estaba haciendo el ridículo ante sus subordinados que constituían la mesa electoral y que no le convenía seguir por el camino emprendido, pues que Bisbal en vez de arredrarse y abandonar el colegio, como el quería, le estaba dando lecciones de cultura y mostrábase cada vez más firme en sus propósitos de no dejarse arrebatar sus derechos legales ni tolerar se le insultase; comprendiendo que el tocar el violón en una banda que el figura como maestro único era desentonar y desacreditarse, lo cual le hacía perder el prestigio inmerecido que goza entre los tontos del pueblo, entonces depuso su actitud matonesca y auto-despótica y recurrió a la hipócrita adulación para ver si conseguía llevar a Bisbal al terreno de una componenda en  las elecciones. Nuestro compañero lo vio venir de muy lejos y sin deslumbrarse por una ensaimada y una copa con que le obsequió, pero haciéndole también de hipócrita para conocer el plan que tenía tramado, aceptó la invitación con que fue requerido por el alcalde de entrar al salón de sesiones a hablar secretamente con el. Allí se encontró con el secretario del Ayuntamiento y otro señor que le llaman fraret. Estando solo con ellos nuestro compañero, el alcalde le dijo lo siguiente:

 

“Hace ocho días que las elecciones están hechas y todas las actas y demás documentos electorales firmados, enseñándoseles enseguida; el telégrafo lo tengo a mis órdenes, los interventores tienen la consigna de no hacer constar protesta alguna en las actas y de hacer el escrutinio conforme a los votos consignados ya por nosotros en los documentos. Tu puedes fiscalizar la elección, hacer las protestas que quieras, pero todo será inútil; como no tienes intervención a la mesa, lo único que se te hará será darte el certificado del escrutinio, pero este será el mismo que nosotros tenemos hecho y que te hemos enseñado” Más sincero cinismo no se puede pedir.

 

Bisbal, pensó que no teniendo interventores a la mesa ni medios para que un notario (en Alcudia no lo hay) pudiera levantar acta de los abusos que se iban a cometer, seria inútil cuanto hiciera para que la elección se verificase con la debida legalidad y determinó abandonar el pueblo y venirse a Palma, no sin antes ir a comprobar si lo del telégrafo era cierto, como lo fue; pues siendo la una del día y decir la ley que no podrá interrumpirse el servicio limitado de telégrafos en día de elecciones desde las ocho de la mañana hasta las doce de la noche, no le quisieron tirar dos telegramas hasta las tres de la tarde ni le querían expedir recibo que los depositaba a la una, lo cual hicieron cuando vieron que Bisbal iba a requerir la presencia de dos testigos.

 

Y todo esto sucede en un pueblo de los más instruidos de Mallorca, en el que menos analfabetos hay. ¡Qué pasará en los que todavía no tienen ni escuela pública!

 

Hoy no hemos ocupado del alcalde, otro día trataremos de los alcudienses.

   

EL OBRERO BALEAR

Núm. 427, 14 de mayo de 1910

 

fideus/