70º aniversario del estallido de la Guerra Civil
"Los falangistas se hicieron fuertes y los fusilaron"
Ángel Aparicio, de 91 años, recuerda su huida bajo las balas del
Cuartel de la Montaña
CARMEN MORÁN |
El 18 de julio amaneció un sábado claro en Madrid, que no presagiaba
tormenta veraniega. Calma engañosa. Unos 200 falangistas habían
ingresado la noche anterior en el Cuartel de la Montaña para apoyar a
los "cerca de 3.000" soldados que se levantarían en armas por la mañana.
No era una noche para dormir. Al menos, el entonces joven falangista
Ángel Aparicio no pegó ojo. Los mantuvo bien abiertos todo el día para
escapar de las balas y para ver los cuerpos de "una treintena larga" de
sus compañeros sembrados en el patio del cuartel. Lo recuerda hoy a los
91 años con un detalle prodigioso.
Temprano, se uniformó y recogió su mosquetón. "Andábamos brujuleando por
las galerías del cuartel, mirando al exterior, la gente colocaba
colchonetas en los balcones para protegerse. A las ocho empezaron a
disparar desde fuera y se armó un bochinche... Había muchos, muchos
contrarios. Cogí el mosquetón, enfilé sin apuntar y el percutor hizo
clic. No funcionaba".
Balas de cañón cruzaban ya sobre las cabezas de los sublevados. "Era una
sensación de falta de aire; después llegaron algunos aviones militares".
Sobre "la una de la tarde", el golpe estaba sofocado. Madrid tendría que
esperar. Los republicanos, una muchedumbre mal uniformada en aquellos
primeros días de guerra, habían entrado al cuartel. "Algunos falangistas
se hicieron fuertes y los fusilaron". Aparicio trataba de escapar de
aquel patio infernal, pero su incursión desesperada por las galerías y
las cocinas le devolvió de nuevo al mismo sitio. "Los fusilamientos",
dice, "continuaban". Él se había quitado la guerrera porque le
comprometía y, en la ruidosa confusión del momento, logró burlar las
órdenes contrarias. Mientras se escabullía vio escapar a un capitán, al
que recuerda fornido. Un miliciano que lo descubrió alertó a sus
compañeros y, justo cuando uno de ellos disparaba al fugitivo, se cruzó
en el camino de la bala uno de los rojos, un adolescente "de unos 15
años". "Cayó como un tronco, pobrecillo. Fulminante".
La gente se había echado a las calles, "como si se tratara de un
espectáculo". Miraban la columna de rebeldes que eran conducidos a
través de la plaza de España, flanqueados por los guardias de asalto,
hasta un departamento de Sanidad que había unos metros más arriba. Allí
pasó la noche Ángel Aparicio con otros 30 o 40 falangistas, sabiendo,
todavía entonces, que el levantamiento en Madrid se había frustrado. Un
autobús los llevó por la mañana a la cárcel Modelo. Seis meses.
Andando la guerra Aparicio logró pasar a la zona nacional para "impedir
que los comunistas, y los socialistas en connivencia con ellos, hicieran
de España una sucursal del comunismo ruso. No soportan que Franco
derrotara al comunismo en el campo de batalla. Todavía no lo toleran".
EL PAÍS - España - 18-07-2006 |