Mosaico

En un sector de la clase obrera palmesana ¡y como no!, flotan aires de revolución. El horizonte se presenta preñado de negros nubarrones que presagian rápida tempestad. El ambiente es de lucha, y la perspectiva de grandes y positivas victorias.

La clase trabajadora puede entonar el himno del triunfo. Pronto dejará de ser clase explotada para convertirse en dueña y señora de la situación gracias a las excelencias de las ya célebres veintiún condiciones y al formidable empuje revolucionario de sus furibundos partidarios.

El triunfo se acerca. ¡Hosanna, obreros!, ¡Hosanna!

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Una palabrería chillona y destemplada ha hendido el espacio.

Las arengas tribunicias de los neocomunistas ha excitado el ánimo de las masas obreras. Los propagandistas de la buena nueva han señalado a estos el camino de Moscú y trazado la silueta de su Papa. Todas las ventajas y excelencias del dogmático comunismo han sido pregonadas hasta la exaltación.

Todo ha sido rebeldía, radicalismo, andanzas revolucionarias.

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¿Cuál ha sido el resultado del formidable movimiento?

Una campaña infame de injurias, calumnias y difamaciones entre explotados; el regocijo y la burla de la burguesía; la satisfacción de los amarillos; la división de los sindicatos; la organización obrera en ridículo y la clase trabajadora entregada a repugnante lucha fraticida.

¡Pobre clase trabajadora! ¡Aún no es bastante tener que soportar la explotación de sus amos, que tienes que sufrir la chifladura de unos cuantos ilusos.

Un obrero

EL OBRERO BALEAR nº 1009

1 de julio de 1921