De lo nuestro – J.M. Parets

En mi pasado artículo decía y repito hoy, que lo primero es crear una vigorosa y disciplinada organización obrera.

Crearla, infundirla cohesión ideal, darla unidad de pensamiento y acción para que adquiera la personalidad y preponderancia necesarias para la mayor eficacia en sus luchas significa acabar de una vez con la anarquía, la incoherencia y la indisciplina que mina y destruye nuestra fuerza.

Y si no es posible, si el amor propio, envidias mas reprimidas, rencillas y rencores personales pesan más en nosotros que el bien que haríamos con la unión de todos a la causa obrera, se impone, después de determinar concretamente la posición de cada uno, no continuar una hora más en esa lamentable confusión, cien veces peor que la separación clara y sincera de grupos, cada cual con su santo y seña y con la íntegra responsabilidad de sus actos.

A más de conveniente ha de ser más noble y honrosa para todos esta actitud. Conveniente por cuanto los actos futuros de las distintas agrupaciones determinarán la razón de ser, el predominio de aquella que mejor responda a las necesidades y anhelos de la clase trabajadora; más noble, más honrosa porque dignamente no deben estar juntos quienes se repudian, se injurian y vilipendian, y llevan con su sectarismo y su intolerancia la desorientación y es desconcierto a los organismo obreros, y no ya únicamente por diferencias de doctrinas y procedimientos, sino por vergonzosos odios, por ilegítimas ambiciones, por llegar por la vileza, inventando o agrandando culpas y defectos ajenos, a los elevados puestos que alcanzaron justamente otros compañeros por la probidad y el mérito.

Nada de confusiones, pues, en lo sucesivo. La organización política y sindical del Partido Socialista mallorquín debe responder claramente tanto a lo que constituye su esencia doctrinal como a las realidades y ambiente de nuestro país. Nosotros, pos consiguiente, al dirigirnos a los obreros les diremos que somos simplemente  socialistas con tanta fe en la eficacia de los métodos evolutivos como en la necesidad de los verdaderamente revolucionarios, pero que nuestros revolucionarismo no consiste en gritarlo a todas horas como anuncio de nuestra impotencia; que no creemos en la revolución catastrófica de las turbas famélicas; que no nos convence la táctica de “todo o nada”, de la intransigencia a todas horas, de las fórmulas absolutas y simplistas, porque todo esto nos parece muy bonito para declamar en público y hacer frases pseudo-revolucionarias. Mas por mucho que se abuse de esta fraseología y de estos tópicos no se crean ni fortalecen nuestras agrupaciones, ni se conmueve la sociedad ni peligra el régimen.

No, no es este el camino para hacer una organización consciente de su misión y de su responsabilidad, hoy otra debe ser nuestra actuación. La sinceridad debe ser nuestro guía al hablar a los obreros. Y, sinceramente, no podremos decirles que con asociarse mejorarán inmediatamente su situación ni que con sólo llamarse revolucionarios conseguirán como por arte de encantamiento la transformación de todas las relaciones sociales. Digámosles que sus miserias y sufrimientos disminuirán si saben hacer fuertes y vigorosas sus organizaciones; si fraternalmente unidos y disciplinados saben elevar por el estudio y la educación su inteligencia y sus sentimientos; si saben tener fe en su ideal y constantemente con amor y entusiasmo laboran por su mayor pureza y engrandecimiento.

Así, y no de otra manera haremos obra verdaderamente revolucionaria, así, por el camino de las sanas rebeldías, por la mayor conciencia y capacitación de las masas, por una acción de conjunto y de verdadera fuerza llegaremos a la plena conquista de nuestra emancipación.

Por la sistemática violencia, por la absoluta intolerancia, por la revolución inmediata a lo más que puede aspirarse cuando no se tiene fuerza ni organización para ello a es a la desilusión y al desastre, al caos y a la anarquía.

Y nosotros no nos podemos organizar para esto: nuestra finalidad así como nuestros métodos de lucha deben ser más altos y más nobles.

J.M. Parets.

Lluchmayor

EL OBRERO BALEAR nº 1009

1 de julio de 1921