1923 – LA NUEVA CASA DEL PUEBLO

Decíamos en el pasado número que tal vez por las fiestas de Navidad que se aproximan se inauguraría oficialmente la nueva Casa del Pueblo, y en efecto este propósito parece estar en marcha ya que así lo indican los trabajos que se están realizando para poner en condiciones el escenario del hermoso teatro de la casa, pues hemos visto que están pintando los decorados que hacían falta para poder hacer funciones teatrales, que seguramente figurará alguna en el programa de inauguración.

De veras deseamos que la idea de inauguración que se apuntó en la última reunión del Patronato y presidentes se lleve a vías de hecho, pues las Sociedades que allí dentro viven y la clase trabajadora lo desean y para ver satisfecho este deseo seguramente no regatearán esfuerzos y sacrificios si hacen falta.

El nuevo edificio de los trabajadores es digno, por su hermosura, por su capacidad, por su sólida construcción y por el fin altruista a que lo ha destinado su donante don Juan March a que sea solemnizado con una gran fiesta de alegría por la clase obrera. La Casa del Pueblo no es una covacha cualquiera para almacenar mesas y gente, es una finca con todas las condiciones apetecibles para la organización, cultura y desenvolvimiento del proletariado palmesano; es un suntuoso templo del trabajo, un palacio admirable destinado a los humildes, a los explotados, a las eternas víctimas del capital para que se organicen, se instruyan, se defiendan y preparen su futura redención. No hay hombre que la haya visitado que no haya quedado encantado de su belleza y sorprendido de su capacidad y sabia distribución.

Y un edificio así, que cuesta más de 80.000 duros, no debe ser recibido con frialdad por los trabajadores a quienes ha sido donado sin haberlo pedido siquiera, por espontánea voluntad de que lo ha pagado, pues esa frialdad podría incluso ser interpretada como ingratitud  o menosprecio al edificio y a la persona que lo ha construido cuando jamás esas ruindades morales han tenido reflejo en el alma siempre grande y generosa de la clase obrera. Don Juan March es un capitalista y como tal sus intereses están en pugna con los de los trabajadores, pero esto no quita para que estos, sin perder un átomo de su dignidad e independencia sociales, le reconozca una virtud, un mérito que los otros capitalistas no han tenido de desprenderse voluntariamente de una buena parte de su capital y destinarlo precisamente a la construcción de un cuartel o fortaleza para que sus enemigos sociales tengan medios de organización y combate contra él y contra todo el capitalismo.

No, la clase trabajadora no es ingrata y aprecia en todo su valor el rasgo que con ella tuvo don Juan March y la frialdad con que tomó posesión de la Casa del Pueblo fue debido a que hacia pocos días había ocurrido el golpe de Estado militar y la situación confusa y delicada de entonces no permitía exteriorización de entusiasmos en festejos como los que estaban proyectados y tuvieron que suspenderse.

Ahora, aunque la situación política es la misma, está más despejada, más consolidada y es posible no hallar las dificultades para la inauguración que entonces se hubiesen encontrado. Por eso creemos acertada la idea del Patronato y de los presidentes de inaugurarla por Navidad, idea que deben apoyar con todo interés y calor las Sociedades obreras en primer lugar y en general todos los trabajadores palmesanos.

En sucesivos números seguiremos ocupándonos de este asunto. B

EL OBRERO BALEAR nº 1135

7 de diciembre de 1923