¡En serio, trabajadores¡

Lorenzo  Bisbal

 

Sabido es que en Palma y en toda la isla las organizaciones obreras en su casi totalidad son creadas por los socialistas. Esto es una verdad que nadie puede negarla, como no puede negarse tampoco que el partido socialista lo ha sacrificado todo, incluso su personalidad política, en aras de la clase trabajadora, procurando educarla societariamente y capacitarla en sus derechos y deberes.

 

Esta labor de constante perseverancia de los socialistas, realizada todos los días y a todas horas, lo mismo en los momentos de peligro que en las horas de bonanza, tanto la tribuna del mitin y del periódico, como en las administraciones y direcciones de las Sociedades, esta obra de continuo y abnegado esfuerzo de toda la vida, una vida de privaciones y no exenta de ingratitudes y amarguras, inferidas muchas veces por los de la misma clase que son las más dolorosas, de esta obra de tanto años lógicamente cabía esperar un buen resultado, por lo menos dar cuerpo y orientación a la organización proletaria.

 

El cuerpo de esa organización existe, pero la orientación, el alma, la espiritualidad de ese cuerpo es una ficción, una mentira. Nuestras organizaciones obreras son una especie de nave que camina sin rumbo fijo, no tienen brújula ni timón que las guíe hacia un puerto definido y se mueven según venga la oleada del Norte o del Sur. No tienen, en una palabra, idealidad obrera.

 

La organización seria y todo el movimiento proletario mundial se inspiran hoy en las doctrinas socialistas de Marx en sus dos aspectos económico y político, pues uno se completa con el otro, y lo lógico seria que aquí sucediera lo propio, máxime, como hemos dicho en un principio, siendo los socialistas los padres de la criatura.

 

Pero nuestra clase obrera, en general, es impresionable y sentimental mas que docta y reflexiva; obra por impulso, no por convicción. Se entusiasma mucho y piensa poco, no es estudiosa y de ahí su falta de método en sus luchas y de idealidad que las inspire. Es una masa cuyo contenido espiritual no se ve ni en sus organizaciones ni en sus movimientos.

 

Lo más doloroso es tener que decir esto una de la clase que convive en estas organizaciones desde sus mocedades, pero lo es más aún el tener que contemplar desviaciones que me asustan y espantan si llegan a tener realidad …………………………………………………………………………………….

 

¿De qué se trata, señores?

 

No me espanta que salgo o que se expulse al partido socialista de la Casa del Pueblo aunque esta expulsión se efectúe, como indican las trazas, sin la decencia y cortesía que la buena educación obrera impone y la gratitud filial exige. No, no es esto que me espanta; tal vez sea un bien, seguramente será un gran bien para el partido que salga de la esclavitud y del mutismo político a que le retenían los escrúpulos de delicadeza. Lo que a mi me horroriza es que esto se haga porque lo hayan pedido tres o cuatro transitorios anarquistas que tienen miedo a sus ideas y un manco que no es ni será nunca el del Quijote. Y lo que aun me horroriza más no es esto, sino la tendencia que según tengo entendido, sustentan y quieren implantar hombres que yo conceptúo de buena fe, de criterio y hasta muy próximos a las ideas socialistas, consistente en prohibir toda conversación y discusión sobre ideas en el café de la Casa del Pueblo y no dejar el salón de actos públicos para ningún acto político a los partidos democráticos.

 

Que se expulse al partido socialista puede pasar en una clase obrera que todavía no tiene conciencia de su propia doctrina, pero cerrar las puertas al espíritu democrático y hasta a las discusiones particulares de los individuos me parece un absurdo inquisitorial.

 

Las organizaciones proletarias no pueden vivir sin la libertad de asociación, de reunión, de manifestación, de prensa, de huelgas y de otras muchas medidas políticas que son fruto de la democracia. No es concebible que las sociedades obreras, aparte de las amarillas, nieguen la discusión y la tribuna a las ideas de libertad, pues la libertad es su medio de lucha y de desenvolvimiento. Por necesidad imprescindible la organización proletaria debe estar saturada y revestida de principios democráticos, lo contrario seria quitarles la savia de su propia vitalidad.

 

En consecuencia con esto opino que salvando los escrúpulos y la autonomía de cada colectividad en los asuntos que atañen a su régimen interior y gremial, la Casa del Pueblo debe tener tribuna libre y facilitar su salón de actos públicos a quien lo pida, sea quien sea, para desarrollar ideas en conferencias, mítines, etc, etc. A nadie se obligará que vaya o deje de ir.

 

Que cada socio de la Casa del Pueblo individualmente profese y se le sean respetadas las ideas que quiera, pero el conjunto orgánico debe fundarse sobre principios de libertad y democracia tolerando y autorizando la discusión privada y pública de toda la clase obrera, Así será la Casa del Pueblo un templo de cultura y de progreso, de la otra manera seria un organismo reaccionario y muerto.

 

Piénsenlo con seriedad los trabajadores pues se trata del ser o no ser de nuestra organización.

 

Lorenzo Bisbal  ( El Obrero Balears, núm. 858
 19 de junio de 1918 )