Dragones de la muerte

Memoria Civil, núm. 21, Baleares, 25 mayo 1986

 

El Conde Rossi al llegar a Mallorca dijo: Soy un fascista, llegado voluntario para poner a disposición de los falangistas españoles mi mente y mi brazo. En seguida confió a su palabra cálida un llamamiento a la juventud isleña para que se alistara en la Columna de choque que quería organizar bajo el nombre de Los Dragones de la Muerte. La sugestión del personaje y la consigna -antes que retroceder, morir- operó sus efectos exaltadores sobre la juventud mallorquina que, dispuesta, al heroísmo, también lo quería ardiente y novelesco. Pronto consiguió adeptos, a los que sometía a diferentes pruebas, muchas deportivas y gimnásticas; por ejemplo, un limpio salto sobre cuatro sillas en fila, que él ejecutaba ante sus asombrados discípulos. Para cultivar su audacia, contábales cómo penetraba sólo en los mítines de los rojos italianos con la cintura repleta de bombas, que de pronto esparcía a su alrededor y cómo se infiltraba en los conciliábulos secretos de las células comunistas. A los pocos días, 50 jóvenes, seleccionados entre los más fuertes y más bravos, formaban tras el Conde Rossi la pequeña Columna de Los Dragones de la Muerte, cubiertos como él de puñales, pistolas y granadas. El temperamento impetuoso y osado de Rossi le empujaba muchas veces a extralimitaciones que chocaban con las facultades y órdenes del jefe de operaciones; pero siempre encontró la debida corrección, que le volvía a colocar en su sitio y en su utilísima función, que era la de un buen conductor y organizador de milicias juveniles.

(Historia de la Cruzada, tomo IV, pág. 297)