Cuando en cierta ocasión le preguntaron a Lorenzo
Villalonga por qué había servido en el bando nacional
durante la Guerra Civil, contestó que en aquellos
difíciles momentos se tuvo que escoger entre estar en un
bando o en el otro. Como la inmensa mayoría de los
mallorquines, optó por el bando nacional. Recuerdo esta
obviedad porque, con todo lo que se está publicando
últimamente sobre el tema de la ley de memoria
histórica, uno tiene la sensación de que se esté
hablando de Menorca o Barcelona y no de Mallorca. Esta
nueva ley aprobada por las Cortes ha suscitado que se
levante alguna voz pidiendo la destrucción del monumento
dedicado al crucero Baleares, ubicado en el parque de sa
Feixina, por haber servido al bando nacional durante la
Guerra Civil. Quien desconozca la historia del Baleares
puede preguntarse algo así como ¿qué tuvo de especial
este barco para que le erigiesen un monumento tan
llamativo, no sólo en Palma, sino también en Badajoz,
Madrid, San Sebastián y Algeciras?
En los astilleros del Ferrol, a las 15,15 horas del 18
de diciembre de 1936, el Baleares se hizo a la mar. Éste
era un barco de guerra del tipo crucero Washington.
Estas embarcaciones destacaban tanto por la velocidad
que eran capaces de conseguir, como por lo bien armados
que se presentaban. En el crucero, además de los
marineros de reemplazo forzoso, se enrolaron voluntarios
requetés y falangistas (flechas navales), entre los
cuales había veinte jóvenes de Baleares (entre ellos
doce flechas navales), que se embarcaron en las diversas
escalas que hizo el barco de guerra en el puerto de
Palma. Sobre las 15,00 horas del 5 de marzo de 1938,
zarparon de Palma los cruceros Baleares -capitaneado por
el Almirante Vierna-, Canarias y Almirante Cervera para
escoltar unos mercantes que venían de Italia y se
dirigían hacia la Península. En el Baleares embarcaron
unas 1.200 personas. Esa misma noche, el convoy, ya en
alta mar, entró en combate con la flota republicana.
Entre la flota roja se encontraba el destructor Lepanto,
que lanzó doce torpedos, de los cuales, algunos,
impactaron en el costado de babor del Baleares, a la
altura del puente, matando en el acto al Almirante
Vierna y a todo su Estado Mayor. La explosión fue tan
grande que se oyó desde el Cabo de Palos al Cabo de La
Nao, situados a 70 millas del lugar del hundimiento.
Tres horas después, los supervivientes del Baleares
fueron rescatados por dos destructores ingleses, el
Boreas y el Kempenfelt. Horas más tarde serían
transbordados en parte al crucero Canarias, bajo los
disparos de la aviación republicana. A las nueve de la
mañana, el destructor Kempenfelt y el crucero Canarias
llegaron al puerto de Palma. Habían muerto unos 750
hombres, más de la mitad de su tripulación. De los doce
flechas navales que habían zarpado de Palma, sólo
regresaron tres.
Este episodio de la Guerra Civil produjo una gran
consternación en toda Mallorca. Nueve días después del
hundimiento del crucero, apareció en el diario Última
Hora un artículo escrito por su director, José Tous
Ferrer, titulado ´Gloria a la Armada Nacional. Nuestro
homenaje al Baleares´. En el mismo artículo se instaba a
la ciudadanía a erigir un monumento en memoria de las
víctimas de la tragedia. El periódico propuso sufragar
los gastos del memorial a través de una suscripción
popular, cuyos donativos serían recogidos en la
redacción del diario. La respuesta de los mallorquines
fue inmediata, queriendo participar también empresas
como el Banco de Crédito Balear, la Caja de Ahorros, el
Banco de España, GESA, el Grand Hotel, el Hotel
Victoria, el Hotel Alambra, el Bar Bosch, el Teatro
Lírico, El Círculo Mallorquín, CAMPSA, etc.
Para la realización del proyecto se convocó un concurso
al que se presentaron unas veinte propuestas. El 28 de
julio de 1939, el jurado falló por unanimidad a favor
del proyecto titulado ´Inmortalidad´, de los arquitectos
Francisco y Antonio Roca -padre e hijo- y del escultor
José Ortells. El elemento principal del monumento es un
faro en forma de monolito de veinte metros de altura. La
cara sur del monumento aparece blasonada con el escudo
de España de la época, acompañado con una inscripción
que dice: MALLORCA A LOS HÉROES DEL CRUCERO BALEARES
GLORIA A LA MARINA NACIONAL. VIVA ESPAÑA. En su base, el
faro es flanqueado por dos marineros de perfil. Hasta
hace unos años, delante del monumento había un marinero
que aparecía abrazando un ancla. Su postura en escorzo
la debilitaba frente a las agresiones nocturnas de los
gamberros. Después de haber sido restaurada en varias
ocasiones, y aprovechando la remodelación del parque, el
ayuntamiento de Palma decidió trasladar la escultura a
sus instalaciones de Son Pax.
Para poder entender mejor el sentir de la gente en
aquellos momentos, vale la pena reproducir la
justificación que hacen los autores del proyecto para la
realización y ubicación del monumento del Baleares: "A
nuestro modo de ver, debe constituir el monumento la más
acertada expresión de este homenaje a los héroes del
glorioso crucero Baleares y por lo tanto debe ser a modo
de túmulo y faro que con sus símbolos, inscripciones,
estatuas y altorrelieves, altra y sacrosanta cruz
combinado armoniosa y acertadamente, expresen por sí
mismos la gran epopeya inmortal. Dado el sitio del
emplazamiento debe dominar en este monumento la
dimensión vertical; pues no sólo obliga a ello las
amplias vías que lo circundan, sino aún más, la
importante atención de que pueda ser descubierto desde
el mar por los navíos que lo crucen, y puedan tributar
un emocionante grito de ´presentes´ y ´Viva España´".
Hoy en día, pienso que el monumento del Baleares es un
elemento más de Ciutat, como lo son ses Lleones des Born,
el Ramon Llull del paseo Sagrera, es Drac de na Coca en
la fachada de Can España o la estatua del rei en Jaume.
Ejercitar la memoria histórica será siempre necesario,
pero mutilar la ciudad para esconder parte del pasado no
me parece que sea la mejor idea.
(*) Cronista oficial de la ciudad.
Diario de Mallorca
11/11/2007