La ceremonia de la confusión Pep Vílchez

Un reguero de despropósitos inunda con cierta periodicidad el contenido de determinadas columnas cuya autoría se vincula invariablemente a lo más rancio de nuestra provincial derecha insular.

En uno de los últimos dislates recientemente publicados [ El Mundo, Antonio Alemany ] se ha llegado a afirmar que Valentí Almirall (1865 – 1903) y Sabino Arana (1841-1904) fueron fascistas o para ser más exactos protofascistas.

Para la ceremonia de la confusión cualquier afirmación es válida cuando se trata de practicar el cinismo es su vertiente más perversa. Obviamente ni Almirall ni Arana tuvieron ninguna relación con el fascismo sencillamente porque no tuvieron ocasión de conocer ni siquiera el significado de la palabra. Es decir, en cualquier caso, fueron fascistas avan la letre lo cual no deja de ser una memez exenta de todo rigor.

Hay quien no cesa de escudriñar en el pasado para practicar el más safio de los anacronismos y, sin pudor,  atravesar el límite de la ridiculez para adentrarse en el de la mentira. ¿Seria serio afirmar que Recesvinto, Wamba, Hermenegildo o Recaredo fueron protofalangistas? En conjunto, pues, se trata de un continuo disparate cuyo único objetivo es desprestigiar al nacionalismo catalán y vasco.

Ni Almirall, ni Arana ni Johann Gottfried Herder (1744-1803) ni Johann Gottlieb Fichte (1762-1814) fueron – no podían ser – fascistas ni siquiera protofascistas. Los fascistas fueron los que fueron y cuando lo fueron. Por mucho maquillaje que el régimen oportunista del general Franco se aplicara diluyéndose en un magma entre nacional-católico, fascista y autoritario ello se realizó una vez comprobado que su futuro podría ir parejo al del III Reich y la República de Saló y, no por ello, su filiación fascista dejó de ser incuestionable en su contexto histórico. En realidad el régimen auspiciado por militares y eclesiásticos se fundamentó en las esencias de la ideología en boga en los años veinte y treinta : el fascismo, el nacional-socialismo y el nacional-sindicalismo que  con todas sus variantes regionales como fue la experiencia española  la cual, al subsistir a la derrota de las potencias del Eje, cambió el tono pero no el fondo de su obra represiva y totalitaria a pesar de demócrata-cristianos, falangistas renovados, monárquicos liberales o carlistas autogestionarios todos ellos excluidos del poder político como todo el mundo sabe.

El fascismo se basa en una visión nacional-chauvinista del destino de las naciones lo que le aboca a buscar un destino universal para sí en detrimento  de otras cuyo interés es el defenderse de los que en su visión expansionista determinan la esencia de la nación sobre la base de negar el pan y la sal a las otras naciones.

Así, pues, fascista fue el régimen de los militares golpistas presidido por un generalísimo, el régimen de Adolf Hitler, Benito Mussolini o el del belga León Degrelle por citar los casos más relevantes todos ellos con su inherencia represiva y espíritu de gran nación.

EN 1942 la Gestapo detuvo al legítimo President de la Generalitat de Catalunya, Lluís Companys, el cual desde Francia fue entregado a las autoridades fascistas españolas para ser asesinado y, través  de su fusilamiento contra los muros de la fortaleza de Montjuïc,  escarmentar a los que no veían más nación que la de sus homólogos lingüísticos y culturales sin querer observar la aguda percepción de un imperio hacia dios que posee un destino universal receptáculo de unos valores eternos e inmutables tal como lo entendieron Ledesma Ramos, Onésimo Redondo. Giménez Caballero, Sánchez Mazas, José Antonio Primo de Rivera, Serrano Suñer o los inefables Fernández Cuesta o Arrese por no hablar de los que luego desertaron como Ridruejo, Laín, Tovar que sí fueron fascistas cuando lo fueron aunque luego dejaran de serlo.

Pep Vílchez

Desembre/2005