1922 –  ANTONIO BAUZÀ

 

En la cárcel de esta ciudad se halla desde hace unos dos meses el joven comunista cuyo nombre encabeza estas líneas y según informes que hemos recogido, dentro unos días tendrá efecto el consejo de guerra que ha de juzgarle por un artículo inserto en nuestro colega “El Comunista Balear”.

 

Todo el delito de este camarada consiste en haberse permitido ciertas apreciaciones sobre la guerra de Marruecos, que tantos sinsabores y amarguras está causando al pueblo español.

 

En este país en donde muchos que alardean de liberalismo , pero que nunca ha sido conocida la libertad, es precisamente en el que existe una ley que se llama de jurisdicciones, legada por hombres que se llamaran liberales, entre cuyas mallas ha caído dicho joven. En otros países y en momentos, de verdadera exaltación patriótica, se ha podido hablar y escribir sobre la patria y se ha permitido la crítica de todo; aquí de ningún modo. Se sigue creyendo que el pensamiento delinque, es más, que cuando el que escribe es un pobre diablo como el que emborrona estas cuartillas puede muy fácilmente caer entre la urdidumbre de la ley, pero si se trata de un gran publicista, este tendrá habilitad sobrada para no verse envuelto en un encartamiento, y si la ley es un escarnio y un baldón de sí, esto que decimos es doble injusticia, porque a quien más flagela es el más incapaz, el menos ducho en estampar el concepto.

 

Como se ve se trata de un caso que merece la atención de todos los hombres de buena voluntad. Dicho muchacho  va a sufrir los rigores de una ley afrentosa y baldón de la libertad, por cuya causa todos los hombres verdaderamente liberales sin distinción de clase ni de partido, están obligados a mostrar sus sentimientos contra este engendro jurídico, y la mejor forma es prestar el mayor calor y amparo posible a la víctima.

 

Los obreros en particular deben dar prueba de que en la escala de sus ideales ocupa más elevado puesto el ayudar a un amigo preso por la defensa de la causa común, que el socorrer a los movimientos huelguísticos. Si bien merece toda solidaridad una huelga, mucho más la merece el que se expone a perder la libertad para defender a sus hermanos que sufren.

 

Así que, los que saben abonar sus cuotas cuando se trata de un movimiento obrero, con mayor motivo lo harán en el caso citado, pues el estar entre rejas siempre supone más intenso sufrimiento.

 

¡Ciudadanos! ¡trabajadores! ¡un saludo a Antonio Bauzà!, y demos la sensación sincera de que ni está solo.

 

    CULTURA OBRERA nº 136

    25 de marzo de 1922