Gabriel Alomar i Villalonga            

          Disparidad entre el Régimen y la Nación

 

El problema de la crisis nacional de España suele plantearse equivocadamente, porque lo esencial no es esa disputa sobre si los republicanos están capacitados para el gobierno; la cuestión está en saber si España está capacitada para recibir toda la plenitud de la auto-soberanía, la plena democracia. Si lo estuviese, los gobernantes serian lo de menos, porque como producto natural, la nación los improvisaría.

El problema político de España, fríamente examinado, se plantea así: hay una disparidad absoluta entre el régimen y la nación. Vamos a explicarlo.

La idea de régimen y la de nación equivalen a dos factores diversos, el uno político y el otro social, cuyas evoluciones pueden ser divergentes. El ideal, la perfecta política, consiste en llegar a la isocronía completa entre ambos elementos. Las naciones crecen, se desarrollan, adquieren progresiva conciencia, como los individuos y las especies. Tienen sus fuerzas conservativas y aún regresivas, como la religión, la práctica supersticiosa, la propiedad familiar y hereditaria, el misoneismo, el instinto de clase y casta. Pero una ley superior e ineludible las impulsa al crecimiento y a la virilidad.

Por encima de ellas el régimen, las oligarquías, regulando la vida colectiva, pueden fomentar el desarrollo nacional o bien obstruirlo y dificultarlo. Por lo general, todo régimen tiene lo que llamaríamos un “coeficiente de elasticidad” que señala el límite a que puede llegar en su adaptación el progreso nacional. La nación, mientras su régimen cumpla las funciones que le estén encomendadas y no sean un obstáculo para la creciente vitalidad colectiva, no tiene interés en cambiarlo. Pero el régimen tiene interés en que el crecimiento de la nación no traspase las posibilidades de la elasticidad del propio régimen y llega un momento en que se opone, por todos los medios a la marcha ascensional del pueblo para que éste no se le adelante, para que no llegue a sentir el anacronismo de un sistema político y la necesidad apremiante de sustituirlo.

Gabriel Alomar

 EL OBRERO BALEAR nº 1298

4 de marzo  de 1927