Por la prensa diaria ya se habrán enterado los
lectores de
EL OBRERO BALEAR, del vil asesinato de que
ha sido víctima la gran figura del Socialismo
Internacional,
Juan
Jaurés.
Cuando recibimos la primera impresión de tan
estupenda noticia, el dolor y la amargura que
experimentamos es imposible describirlos. ¡Jaurés
asesinado! ¿Qué ha hecho
Jaurés
que mereciera le quitasen la vida de un modo tan
trágico? Esta era la pregunta que en los
primeros momentos nos hacíamos.
Y hasta la hora en que escribimos estas
cuartillas sólo hemos podido averiguar que la
única causa impulsora del criminal atentado fue
la
creencia en el asesino, que era
nacionalista, de que
Jaurés
era enemigo de la patria francesa.
Si tal fue, en realidad, el motivo que condujo
al agresor a llevar a cabo su abominable obra,
nosotros, que queríamos con pasión a
Jaurés
y que no se borrará en mucho tiempo la huella
del pesar que su muerte deja en nuestro pecho,
nosotros que éramos correligionarios admiradores
del gran tribuno socialista, perdonamos a su
asesino; le consideramos más digno de compasión
que de castigo. Es, no puede ser otra cosa en
nuestro concepto que un demente, un
desequilibrado. Así le juzgaría el mismo
Jaurés
si volviera un momento a la vida, y así
realizaría su venganza: perdonándole y
compadeciéndole.
Jaurés
no sólo no era un enemigo de su patria, sino uno
de sus principales defensores. A su servicio ha
puesto cuantas veces ha sido necesario todas sus
relevantes dotes y energías como el que más ha
trabajado por su engrandecimiento; por su
progreso y por su cultura. En cuantas intentonas
han realizado los monárquicos franceses contra
el régimen republicano, su figura y su talento
se han destacado en la defensa y afirmación de
Más tarde, en 1904, cuando la guerra
franco-alemana estaba a punto de estallar con
caracteres de una violencia verdaderamente
alarmante y funesta, los partidos socialistas
alemán y francés pusiéronse de acuerdo para
evitarla por medio de una intensa campaña a
favor de la paz en ambos países.
Jaurés
y
Bebel fueron las cabezas de esta campaña de
patriotismo y humanidad y también el éxito de su
obra impidió que llegara la catástrofe en la
cual harían quedado aniquiladas por mucho tiempo
las dos grandes nacionaes.
¡Y sin embargo de esto se asesina a
Jaurés
por creerle enemigo de su patria!
Semejante motivo para asesinar a un hombre de
las condiciones y mentalidad de
Jaurés,
sólo arranca de nosotros esta exclamación: ¡Que
los franceses se apiaden del asesino!
Jaurés
como socialista eminente, como tribuno excelso,
como periodista insigne, como político ilustre,
como hombre, en fin, de una honradez acrisolada
y de un mentalidad gigantesca era de las figuras
de más relieve de su país y de
EL OBRERO BALEAR, que tantas veces se ha
honrado reproduciendo trabajos de
Jaurés,
tan grande es la emoción que experimenta en
estos momentos que no tiene palabras con que
expresar su profundo sentimiento, el que uno al
de todo el proletariado universal y llora con él
la pérdida irreparable.
¡¡Gloria al mártir socialista, honra de la
humanidad!!
Núm. 652, 8 de agosto de 1914 |