Luchas de caciquismo
Si se analiza bien cuanto está ocurriendo en
esta capital entre mauristas y conservadores; si
se busca el fondo del proceder del Gobernador en
el asunto de la Junta de Obras del Puerto y el
de los alborotos habidos con tal motivo, se verá
que lo único que late en ambas actitudes es el
espíritu caciquil, el afán de dominio político
en uno y otro bando.
Nadie ignora que en Mallorca el maurismo
constituía un feudo de caciquismo vergonzoso
contra el cual nadie podía levantarse so pena de
ser acorralado y aplastado inmediatamente
mediante cesantías, encarcelamientos caprichosos
y hasta apaleamientos brutales en medio de la
calle. Épocas ha habido del feudalismo maurista
en que no sólo eran abofeteados los periodistas
en plena vía pública, sino que hasta las
prostitutas eran echadas impunemente por los
balcones de los lupanares, sitios estos entonces
muy frecuentados por la plana mayor maurista y
en donde ejercía un matonismo muy digno de los
fiervis
o paches de París. El juego jamás ha tenido
mayor asiento en Mallorca no ha sido tan público
y escandaloso como en los tiempos de Ribot,
cacique máximo al servicio de
Maura.
Luego vino la unión con los llamados
conservadores históricos y el poderío maurista
se hizo más fuerte que nunca, ejerciendo tutela
en todas las esferas de la vida; pues hasta para
conseguir plaza de sepulturero o monaguillo era
indispensable la influencia maurista.
Divididos otra vez los mauristas y conservadores
y aspirantes unos y otros a seguir dominándolo
todo, ha estallado la guerra de caciquismo entre
ellos mismo, guerra que el pueblo palmesano
contempla con deleite anhelando que dure hasta
que todos queden fuera de combate.
Mauristas y datistas son para nosotros una misma
cosa y no hemos de inclinarnos a favor de uno ni
de otro bando, si bien hemos de manifestar
sinceramente que por muchos actos caciquiles que
realice el Sr. Martínez Campos está todavía muy
lejos de igualarse a los mauristas, por la cual
estos carecen de autoridad para protestar contra
aquel, y mucho menos con cencerradas y alborotos
que no concuerdan con la ciudadanía y el
civismos de que tanto alardean D.
Antonio Maura y don
Gerónimo Massanet.
En cuanto a la clausura de La Veda
nosotros opinamos que ya debía haberse cerrado
hace mucho tiempo, pues tenemos noticias que
aquello era un foco de inmoralidad en donde en
ciertos bailes no se respetaba ni hasta la hoja
de parra.
Núm. 694, 22 de mayo de 1915
|