De los pueblos : Lluchmayor : Un mitin

 

Organizado por la conjunción republicano – socialista, celebrose el pasado domingo en esa industriosa villa un mitin monstruo y de gran trascendencia en los actuales momentos que la lucha se acentúa, que indiscutiblemente es el prólogo de una pronta transformación y presagio de un nuevo régimen más digno, más noble, más equitativo.

 

En otras circunstancias, francamente, diría ciertas deficiencias que noté durante el transcurso del mitin, pero estos momentos no son propicios para suscitar polémicas, y, por lo tanto voy a mi objeto.

 

Este y otros mitins anteriormente celebrados demuestran de la manera más clara a la persona imparcial y de buen criterio, que los prejuicios políticos y religiosos que minaban la voluntad y la conciencia popular han desaparecido por completo.

 

Demostrolo ñesta como otras veces en que el local viose completamente lleno de obreros y de obreras, de adversarios y retraídos u no hay por que decir que en conjunto ofrecía el maravilloso aspecto de siempre que el principal protagonista es Juan Trabaja. Todos los que con su presencia honraros el acto sin distinción de clases o ideas, atentamente escucharon la fogosa palabra de los oradores a quienes afectuosamente saludo desde estas columnas que con su elocuencia llevaron la duda al corazón del adversario, los deseos de lucha al retraído, sentimientos nobles razonables y rebeldes al ánimo de los convencidos.

 

No digo que todos los que escucharon se compenetrasen bien de lo que en la tribuna se dijo, pero sí todos sentían intrínsecamente los irrebatibles conceptos y las infalibles verdades que empujadas por el noble sentimiento de libertad salían triunfantes de las calurosas bocas de los oradores.

 

Pero no basta que un pueblo deje por un momento sus habituales preocupaciones y se desborde en entusiasmo aplaudiendo lo que los apóstoles de las modernas teorías le dicen para que produzca sus efectos, si pronto olvida sus sanos consejos y verdaderas doctrinas.

 

No obstante veo en días como el que me ocupa una agitación en los espíritus, un resurgir de la conciencia popular que otra cosa parecía que el preludio de una lucha que se avecina.

 

No, ese pueblo no es el mismo de hace años y valga la afirmación. Con el incremento y desarrollo que ha tomado la agricultura y la industria ha coincidido algo más grandes: el despertar del oprimido que con una resignación suicida no propia del yo humano se supeditaba a la más tímida amenaza de un burgués. Más que nadie ha contribuido a esa metamorfosis de la meurta ala vida la organización obrera.

 

Pero si bien todo lo que apuntado queda relativamente es cierto, no lo es de una manera absoluta. Ya sea por cierto determinismo o cobardía que intercepta la voluntad del individuo, ya por la dependencia económica e ignorancia que le envuelve quien manda, quien gobierna en este pueblo es el peor de los caciquismos y hay que extirparlo de una vez.

 

Y no dude nadie que quien se opone al progreso y a la instrucción, son esas mordazas caciquiles que desgraciadamente padecemos la mayoría de los pueblos de la isla.

 

En apoyo de mi tesis debo decir que reformas de importancia se habrían introducido en ese pueblo, y, debido a la obstrucción de una minoría de aprovechados burgueses no se han llevado a cabo.

 

Por esto, deber de todo hombre liberal es combatir esa plaga de caciques que aniquilan nuestro hogar y con sus gracias bestiales subyugan a nuestra mujer.

 

 Y tan alta misión incumbe principalmente al trabajador rompiendo de una vez los eslabones de la vil cadena que los oprime.

 

Y concluyo parodiando palabras de cierto paniaguado que afirma sin saberlo que hay un caos en el Centro Obrero; yo le advierto que ese caos ha organizado actos como el del domingo y siguiendo en su constancia echará por tierra ese caciquismo que sin que nadie nos lo diga, sabemos bien como administra los intereses comunales.

 

Un Lluchmayorense

 

Palma, 8 de marzo de 1910

   

EL OBRERO BALEAR

Núm. 431, 11 de junio de 1910

 

fideus/