La
Batalla de Annual, conocida en España
como Desastre de Annual, fue una grave derrota militar
española ante los rifeños
comandados por Abd
el-Krim cerca de la localidad marroquí
de Annual,
el 22
de julio de
1921, que supuso una redefinición de la política colonial de España en
la Guerra del Rif.
La crisis política que provocó esta derrota fue una de
las más importantes de las muchas que socavaron los cimientos de la
monarquía liberal de
Alfonso XIII. Así, los problemas generados por Annual fueron causa
directa del
golpe de Estado y la
Dictadura de
Miguel Primo de Rivera.
|
Batalla de Annual |
Parte de
Guerra del Rif |
Fecha |
22 de julio -
9 de agosto de 1921 |
Lugar |
Annual
Marruecos |
Resultado |
Victoria decisiva rifeña |
|
Beligerantes |
España |
Rifeños |
Comandantes |
Manuel Fernández Silvestre
Felipe Navarro y Ceballos-Escalera |
Abd el-Krim |
Fuerzas en combate |
18.011 hombres (13.358 españoles y 4.653 indígenas, repartidos en
numerosas posiciones;
aprox. 5.000 de ellos en Annual) |
Aprox. 18.000 hombres |
Bajas |
13.363 muertos y desparecidos |
Aprox. 1.000 muertos |
|
|
Antecedentes
El
12 de febrero de 1920 el general
Manuel Fernández Silvestre tomó posesión del cargo de
Comandante General de Melilla.
Con la idea de llegar hasta la bahía de
Alhucemas, centro de operaciones de la tribus rifeñas más belicosas, en enero de 1921 empezó el
avance para acabar con la escasa resistencia existente. La empresa era
arriesgada, ya que los soldados españoles, en su mayoría procedentes de
reclutas forzosas, estaban muy poco entrenados, mal pagados y alimentados,
pésimamente armados (con fusiles y
artillería pesados y anticuados) y peor calzados (abarcas y alpargatas),
se desmoralizaban enseguida y tenían verdadero pavor a los rifeños. Había
asimismo serios problemas de
corrupción tanto a nivel de
intendencia y oficialidad como entre la tropa, que vendía sus propios
fusiles y municiones a los rifeños.
Sin embargo, entre mayo de 1920 y junio de 1921
Silvestre protagonizó un
espectacular progreso, rápido e incruento: avanzó 130 kilómetros sobre el Rif en un total de 24 operaciones, estableciendo 46 nuevas posiciones sin
apenas sufrir bajas;[1]
ocupó
Tafersit, adelantó el frente hasta el río Amekrán y obtuvo la sumisión
de las cábilas de Beni Ulixek,
Beni Said
y Tensaman, llegando a acuerdos con
sus cabecillas, ofreciéndoles dinero a cambio de su amistad. Todos en España
creían que por fin se alcanzaría la bahía de Alhucemas y finalizaría la
sangría de Marruecos.
Pero tal ilusión pronto se derrumbó de manera cruenta.
Silvestre había
cometido el error de no desarmar a las tribus rifeñas cuya lealtad había
comprado, y, precisamente por esto, extendió mucho más de lo prudente sus
líneas de abastecimiento. Las fuerzas de la comandancia de Melilla se
distribuyeron entre nada menos que 144 puestos y pequeños fuertes o blocaos, a
lo largo de 130 kilómetros de zona ocupada, con una parte de ellos
dedicados, además, a tareas puramente burocráticas. Los blocaos se situaban
siempre aprovechando los lugares altos, pero pesar de que desde estas
posiciones se podían dominar amplias zonas, normalmente no había agua, lo
que obligaba a ir por ella con reatas de mulas
periódicamente, a veces a diario. La distancia entre estos emplazamientos
era variable, de 20 a 40 kilómetros, según el terreno, y con fuerzas tan
repartidas no era posible hacer frente de manera eficiente a un ataque del
enemigo. Las condiciones de los soldados, ya de por sí malas, eran pésimas
en los blocaos. Los suministros escaseaban, durante el día hacía mucho calor
y por la noche mucho frío. Las ratas y los piojos eran
habituales en fortificaciones y campamentos.
Así las cosas, en mayo de 1921, el grueso del ejército español estaba en
el campamento base insatalado en la localidad de Annual. Desde allí
Silvestre esperaba realizar el avance final sobre Alhucemas.
Entre Melilla y este campamento había tres plazas fuertes separadas unos 30
km entre sí, y en torno a él un anillo formado por otros pequeños fortines,
cada uno con una guarnición que variaba entre 100 y 200 soldados. En la
costa se habían ocupado las dos posiciones de Sidi Dris, cercana a la
desembocadura del río
Amekrán, y
Afrau, algo más a retaguardia.
Hasta este punto apenas se había disparado un solo tiro, aunque se
guardaban las distancias con las tribus hostiles, y en las pequeñas
escaramuzas que se producían apenas hubo ninguna baja.
La ocupación de Abarrán
A finales de mayo, una delegación de la cabila de los Tensamán convenció
a Silvestre para que cruzara el río Amerkan y estableciera una posición en
el
monte Abarrán, en contra de las ordenes de su jefe, el Alto Comisario de
España en Marruecos, general
Berenguer. Un contingente de 1.500 hombres, al mando del comandante
Villar, llegó a la posición la mañana del 1 de
junio de 1921, estableciendo una base fortificada. Al mando de la
posición quedó el capitán Juan Salafranca Barrios, cuyas fuerzas consistían
en la harka
amiga de Tensamán, unos 200 policías indígenas y 50
soldados españoles, y Villar se volvió a Annual. Cuando los rifeños
comenzaron el ataque a las 18:00, la harka
de Tensamán se les unió,
así como muchos de los policías rifeños. Los españoles sufrieron 141 bajas,[2]
incluyendo a todos los oficiales, a excepción del teniente de artillería Diego Flomesta Moya, al que los rifeños dejaron vivo para que arreglase
los cañones y les enseñase a usarlos.[3]
Decidido por el éxito,
Abd el-Krim dirigió entonces sus tropas contra la
posición costera
Sidi Dris, a la que llegó la madrugada del día siguiente, 2 de
julio. Sidi Dris fue asaltada durante 24 horas, siendo rechazados por la
defensa realizada por el comandante
Julio Benítez Benítez, que tuvo 10 heridos (él mismo incluido), por 100
rifeños muertos.[4]
A pesar del fracaso de
Sidi Dris, la toma de Abarrán demostró a los
rifeños la vulnerabilidad de los españoles.
Abd el-Krim no dudó en exhibir
los cañones y el material tomados, convenciendo a los rifeños que unidos
podrían derrotar a Silvestre y obtener un gran botín, de modo que en pocos
días los efectivos de su harka pasaron de 3.000 a 11.000 hombres.
Silvestre, creyendo que se trataban de acciones aisladas, no adoptó
ninguna medida especial. Ocupó en respuesta Igueriben
el 7 de
junio de 1921, manteniendo de ese modo una posición adelantada entre
Izumma y Yebbel Uddia, con la idea de defender el campamento de Annual por
el lado sur. Después marchó a Melilla, para entrevistarse con su superior,
el Alto Comisario Berenguer, y solicitarle refuerzos, municiones, víveres
para la población y dinero para comprar a los rifeños antes de iniciar la
ofensiva final.
El desastre
La caída de Igueriben
El
17 de julio Abd
el-Krim, antiguo funcionario de la Administración española en la Oficina
de Asuntos Indígenas en Melilla,
al mando de la
cábila de los Beniurriagel (Ait Waryagar), y con el apoyo de las tribus cabileñas
presuntamente aliadas de España, lanzó un ataque sobre todas las líneas
españolas.
Igueriben, guarnecida por 350 hombres al mando del comandante
Benítez, el
defensor de Sidi Dris, no tardó en quedar sitiada. El 17 de
julio Abd el-Krim inició el asalto, que cayó el 22 de
julio. Durante cinco días, y a pesar del esfuerzo heroico de tres
columnas de refuerzo[5]
, los españoles habían sido incapaces de auxiliar la posición de Igueriben,
fracaso que hizo cundir la desmoralización entre las tropas de Annual.
|
Entró el general (Silvestre) en Igueriben,
y los rebeldes (que indudablemente vieron entrar el grupo y supusieron
que se trataba de Silvestre) se lanzaron con premeditada táctica y con
imponderable furia, logrando cercar. El general decidió la retirada, y
con las fuerzas se retiró a Annual; pero bien pronto vio que el
retroceso había sido inútil y que se imponía una retirada más completa
de la primera línea.
Entonces lanzó mensajes radiofónicos a Tetuán y a Ceuta, que algún
barco recogió y reexpidió a Madrid, declarando que se hallaba en
situación desesperada y anunciando que, bajo su responsabilidad,
ordenaba la evacuación de todas las posiciones avanzadas con la consigna
de que las fuerzas se reunieran en el campamento de Dar-Drius. Se
emprendió, pues, el repliegue general y, en su primera parte fue
ordenado y, relativamente, con poco fuego; pero el enemigo, advertido
del movimiento, se lanzó impetuosamente sobre algunas compañías
peninsulares y sobre los grupos de Regulares. ¿Aguantaron todos estos
con la debida cohesión? ¿Hubo vacilaciones o, lo que es peor,
defecciones? Esto se aclarará en las informaciones. (...)
Terminaba el repliegue y el general Silvestre seguía en la posición
Annual,cercada por los Beni Urriaguel. En persona fue ordenando el
desfile de las últimas secciones. Parece que se le hicieron algunas
indicaciones; pero se resistió a dejar aquel sitio. |
Primeras informaciones del Desastre de
Annual. Diario
ABC,
24 de julio de 1921. |
|
|
La caída de Annual
Tras estos sucesos se concentraron alrededor del campamento gran cantidad
de fuerzas enemigas, mientras que la moral del ejército español caía por los
suelos. Al comenzar el asedio de Igueriben había unos 3.100 hombres
presentes en Annual. Al cabo de dos días se incorporaron 1.000 más, y dos
días después llegaron otros 900 de refuerzo. Así pues, el 22 de
julio Annual acogía a unos 5.000 hombres (3.000 españoles y 2.000
indígenas), con una fuerza de combate de 3 batallones y 18 compañías de
infantería, 3 escuadrones de caballería y 5 baterías de artillería. Sobre
ellos iban a lanzarse unos 18.000 rifeños[6]
al mando de Abd el-Krim, armados con fusiles[7]
y
espingardas.
El campamento de Annual disponía de víveres para cuatro días y municiones
para un día de combate, pero carecía de reservas de agua. El general
Silvestre, consciente de la imposibilidad de defender la posición, acordó
con sus oficiales la evacuación del campamento. Sin embargo, a las 3:45 del
día 22 llegó un mensaje de radio del Alto Comisario
Berenguer, prometiendo
la llegada de refuerzos desde Tetúan. Una hora más tarde el general
Silvestre comunicó de nuevo a
Berenguer y al
Ministro de la Guerra su
desesperada situación y su decisión de tomar
urgentes determinaciones.
Al rayar el alba tuvo lugar una segunda reunión de oficiales, en la que
Silvestre dudó entre la evacuación inmediata y la espera de la llegada de
refuerzos. Las dudas se despejaron cuando se tuvieron noticias del avance de
tres columnas rifeñas de unos 2.000 hombres cada una. Ante esta información,
el general ordenó evacuar, anunciando su intención de replegarse a los
fuertes de Ben Tieb y
Dar-Drius, posición ésta última, que reunía las
características para albergar gran cantidad de tropa y con el abastecimiento
de agua muy fácil.
La retirada, cuidadosamente planificada, comenzó a las 11:00 horas: había
dos convoyes, uno para retirar los mulos con la impedimenta, y otro para el
grueso de la tropa, los heridos y el armamento pesado. Pero para entonces
las alturas del norte, que dominaban los caminos de huida ya habían sido
tomadas por los rifeños. La gran mayoría de los policías indígenas que las
defendían se pasaron al enemigo, matando a sus oficiales españoles.[8]
De modo que cuando las tropas españolas abandonaron el campamento,
comenzaron a ser disparados. En ese momento comenzó el caos: los dos
convoyes de evacuación se mezclaron sin ningún tipo de orden de hombres,
mulos y material. En medio de la confusión, los oficiales perdieron el
control de la situación. Sin nadie que cubriera su retirada, los hombres
trataron de ponerse a cubierto de las balas corriendo hacia delante. Los
carros, el material y los heridos comenzaron a ser abandonados; muchos
oficiales escaparon ajenos a su deber, y la retirada ordenada no tardó en convertise en una desbandada general bajo el fuego de los rifeños.
Algunos oficiales y unidades mantuvieron la calma y lograron ponerse a
salvo con un relativo pequeño número de bajas; pero en su inmensa mayoría
los soldados salieron a la carrera y en completo desorden. El desastre pudo
haber sido mayor si los Regulares
al mando del comandante Llamas no hubiesen resistido en las alturas del sur.
Ello dio tiempo a los huidos para pasar por el angosto paso de Izumar,
evitando así una muerte segura a manos de los rifeños. Los Regulares se
replegaron por escalones, retrocediendo monte a través en paralelo a la
carretera, sin mezclarse con la riada de soldados en fuga.
Silvestre, que aún estaba en el campamento cuando comenzó el desastre,
murió en circunstancias no esclarecidas, y sus restos no fueron nunca
encontrados. Mientras una versión dice que, al ver el desastre, fue a su
tienda de campaña y se voló la cabeza, otra versión dice que fue abatido a
tiros por los rifeños junto con el coronel Manella y varios oficiales que
trataban de defenderse.
En las cuatro horas aproximadas que duró el desastre murieron un total
aproximado de 2.500 hombres españoles, a los que hay que sumar los
ocupantes, 1.500 en total, de las posiciones de Talilit, Dar Buymeyan,
Intermedias B y C, Izumar, Yebel Uddia, Mehayast, Axdir Asus, Tuguntz, Yemaa
de Nador, Halaun y Morabo de Sidi Mohamed, todos muertos. Quedaron 492
prisioneros españoles, de los que sobrevivieron 326, liberados en 1923 a
cambio de 80.000 duros de plata.
El asedio de Monte Arruit
Las pocas fuerzas que pudieron salir vivas, bajo el mando del general
Navarro, segundo jefe de la
Comandancia de Melilla, retrocedieron hasta Dar Druis, posición bien fortificada y con agua disponible. Sin voluntad de
resistencia, creyendo que todo estaba perdido, se replegaron hacia Barbel y
Tistuin. En la marcha, al llegar al río Igan, se produjo una nueva huida de
oficiales, seguida de la estampida de sus tropas. En esta ocasión el Regimiento Alcántara, mandado por teniente coronel Fernando Primo de Rivera y Sobremonte, tío del
dictador, salvó lo que quedaba del ejército con una serie de cargas, al
precio de un 80 por ciento de bajas.[9]
Finalmente, tras seis días de agotadora marcha, alcanzaron el campamento
de
Monte Arruit, una posición más difícil de defender pero más fácil de
socorrer que Dar-Drius. Aquí, los 3.017 hombres de Navarro intentarían
recomponerse, pero pronto Monte Arruit fue también cercado, y cortados sus
suministros. El 2 de
agosto cayó
Nador, siendo su guarnición la única que, tras rendirse, fue respetada
por los rifeños. Con la caída de esta plaza quedó sentenciado el destino
tanto de Monte Arruit como de
Zeluán, asediada desde el 24 de
julio. Ésta se rindió el 3 de
agosto, siendo los supervivientes asesinados, y los oficiales, el
capitán Carrasco y teniente
Fernández, quemados vivos.[10]
Navarro desistió de intentar una huida desesperada hacia Melilla,
negándose a abandonar a sus heridos. Al agotamiento físico había que sumar
la desmoralización de la tropa, en algunos momentos al borde de la
insurrección, y la carencia de agua (sólo tenían los bloques de hielo que
dos aviones dejaban caer sobre la posición). El 31 de
julio una granada destrozó el brazo de Primo de Rivera, que fue operado
sin anestesia, y murió el 5 de
agosto por causa de la gangrena.
Vistas las condiciones, el general
Berenguer,
Alto Comisario de España en el Protectorado, autorizó la rendición formal el 9 de
agosto, a pesar de que ese día llegó de la Península un refuerzo de
25.000 soldados. Los españoles salieron de la posición y amontonaron sus
armas. Los heridos y enfermos comenzaron a alinearse en la puerta del
fuerte, preparándose para la evacuación. Pero cuando se dio la orden de
partir, los rifeños atacaron a los indefensos españoles. Sobrevivieron 60
hombres de los 3.000 que se refugiaron allí, y salvó la vida el general
Navarro de casualidad. Tiempo después fueron canjeados. Los cadáveres
quedaron insepultos hasta la reconquista de la posición.[11]
Pronto corrió la noticia de la victoria rifeña, y tanto las cábilas como
parte de las fuerzas marroquíes al servicio de España se sumaron a la guerra
santa proclamada por Abd el-Krim.[12]
Ninguna ayuda llegó desde Melilla, situada a unos 40 km, y así las pocas
unidades que aún conservaban la disciplina se vieron obligadas a retirarse
bajo el constante acoso enemigo hasta Melilla. Se produjo así una espantosa
retirada en la que los rifeños asesinaron y torturaron a los heridos,
enfermos y a la población civil dejada atrás.
Las guarniciones de las posiciones fueron muertas tras duros combates.
Lograron escapar vivos los defensores de Afrau, rescatados por la
Armada y el destacamento de Metalsa, que logró llegar a las posiciones
francesas de Hassi Ouzenga tras perder dos terceras partes de sus efectivos.
En Dar Quebdana, el comandante pactó la rendición, pero en cuanto ésta tuvo
lugar él y sus hombres fueron descuartizados.
Tan terrible
derrota se saldó, según el
Informe Picasso con 13.363
muertos (10.973 españoles y 2.390 indígenas), por sólo 1.000 rifeños. No
obstante, las cifras seguramente fueron inferiores, ya que los registros
eran a menudo hinchados para cobrar más soldadas y recibir más suministros.[13]
Había tanto muerto que se decía que, del segundo día en adelante los buitres
sólo comían de comandante para arriba. A las pérdidas humanas se
añadían las de material militar (20.000 fusiles, 400 ametralladoras, 129
cañones, aparte de municiones y pertrechos) y la destrucción de las
infraestructuras (líneas férreas y telegráficas, hospitales, escuelas,
cultivos, etc.) construidas con el dinero y el esfuerzo español a lo largo
de 12 años.
Epílogo
El
Desastre de Annual
provocó una terrible crisis política. El gobierno
de
Allendesalazar se vio obligado a dimitir, y en agosto de 1921, el rey
Alfonso XIII encarga a
Antonio Maura formar un gobierno de concentración nacional del que
formaron parte todos los grupos políticos. Este gobierno estuvo dividido
entre quienes deseaban una intervención más decidida en Marruecos y los
partidarios del abandono. Llegó a decir
Indalecio Prieto en las Cortes:
Estamos en el periodo más agudo de la decadencia española. La campaña
de África es el fracaso total, absoluto, sin atenuantes, del ejército
español.
El ministro de la Guerra ordenó al general
Juan Picasso elaborar un informe conocido como
Expediente Picasso, en el que, a pesar de diversas acciones obstructiva,
se señalaban múltiples errores militares, calificando de negligente la
actuación de los generales
Berenguer (Alto Comisario) y
Navarro ( 2º Jefe de
la Comandancia General de Melilla ) y de temeraria la del general
Silvestre.
Quedaban desestimados los testimonios infundados de que el Rey había
animado la penetración irresponsable de
Silvestre hasta puntos alejados de
Melilla sin contar con una defensa adecuada en la retaguardia, animando a
Silvestre en sus acciones, con el telegrama:
Ole los hombres.
Pero la crisis política continuaba. El gobierno de
Maura cayó en marzo
del 22, y tras él los gobiernos de
Sánchez Guerra y
García Prieto. Antes de
que el Informe Picasso se debatiera en el Pleno de las Cortes, el general
Miguel Primo de Rivera dio un
Golpe de Estado el
13 de septiembre de 1923, decidido
a poner fin a la deriva política.
Con respecto al Rif,
Abd el-Krim extendió su dominio por todo el
protectorado español, creando la
República islámica del Rif, que llegó en 1924 a la
cumbre de su poder. Sin embargo, su éxito y sus ataques al Marruecos francés
determinaron el giro de la política de
Primo de Rivera, hasta entonces
pasiva y de contención, frente al problema del Rif. España se entendió con
Francia para hacer frente común a los rifeños, y pasó a la ofensiva. Con el
éxito rotundo de
Desembarco de Alhucemas,
Primo de Rivera obtuvo una posición fuerte que
le permitió pacificar la zona en menos de un año y restituir la autoridad
española en el Protectorado.
El desastre de Annual en la literatura
Las primeras obras significativas sobre el
Desastre de Annual fueron
publicadas al año escaso de la derrota. Las más destacadas fueron
Las
responsabilidades del desastre. Ecce Homo. Prueba documental y apuntes
inéditos sobre las causas del derrumbamiento y consecuencias de él, de
Víctor Ruiz Albéniz, y Del desastre al fracaso. Un mando funesto,
de
Francisco Hernández Mir, ambas publicadas en Madrid en 1922.
La
dictadura de
Primo de Rivera relegó los sucesos de Annual a un segundo
plano. Aún así, la obra de Carlos Hernández de Herrera y
Tomás García Figueras Acción de España en Marruecos (2 vols.,
Madrid, 1929-1930) explicaba el desastre de Annual con una solidez
documental y una minuciosidad extraordinarias. Aún hoy día es considerado
uno de los mejores y más detallados trabajos acerca de la acción española en
el Protectorado marroquí.
El Desastre de Annual fue un tema de importancia para la narrativa. En 1928 se publicó
la obra de
José Díaz Fernández El blocao, y poco antes de la caída de
Alfonso XIII vio la luz la célebre novela
Imán, de
Ramón J. Sender (Madrid, 1930), quizá el relato más estremecedor y
terrible de la tragedia del ejército español. En 1939 se
publicó, en inglés, la famosa obra de
Arturo Barea, La forja de un rebelde.
Durante la
dictadura franquista, las referencias históricas a la batalla fueron
escasas y, en último término, justificadoras. Así ocurría en los casos de la
obra del Duque de Maura y
Melchor Fernández Almagro, Por qué cayó Alfonso XIII. Evolución y
disolución de los partidos históricos durante su reinado (Madrid, 1948),
y la extraordinaria recopilación documental de
Manuel Galbán Jiménez sobre las causas del desastre de Annual: España
en África. La pacificación de Marruecos (Madrid, 1965). Las escasas
obras que hicieron frente a la interpretación oficial del régimen
procedieron del
exilio republicano: España y Marruecos, de
Indalecio Prieto (Toulouse, 1956),
La España de mi vida.
Autobiografía, de
Ángel Ossorio y Gallardo, (Buenos Aires, 1941), y
La pequeña historia,
de Alejandro Lerroux (Buenos Aires, 1945).
Referencias
Notas
-
↑ Un total de 10 muertos y
60 heridos
-
↑ 25 muertos o
desaparecidos (6 oficiales, 18 soldados españoles y 1 soldado indígena)
59 heridos (24 soldados españoles y 35 soldados indígenas) y 76
desertores o desaparecidos indígenas.
-
↑ Se negó a ello, a ser
curado de sus heridas, y a comer, por lo que murió de hambre en
cautividad el
30 de junio. Se le concedió a título póstumo la
Laureada por Real Orden de
23 de junio de 1923.
-
↑ SHM. Historia de las
Campañas de Marruecos. Tomo III. Madrid, 1981. Pp. 409-410
-
↑ Sufrieron 31 muertos y
129 heridos.
-
↑ Caballero Poveda,
Fernando. La Campaña del 21 en cifras reales (I) y (II), en:
revista "Ejército", Nº 522 y 523. Madrid, 1984.
-
↑ Unos 8.000, de los que
3.450 serían Mauser.
-
↑ Ibidem.
-
↑
[1],
[2],
[3] y
[4]
-
↑ Expediente Picasso, p.
271 y ss.
-
↑ La Porte
Fernández-Alfaro, Pablo. El desastre de Annual y la crisis de la
Restauración en España (1921-1923). Pp. 244-5.
-
↑ Con el alzamiento
contra España de las cábilas de Beni Uleixec, Gueznaia, Beni Said y
M'talza, casi todo el territorio oriental del Protectorado quedó en
manos rifeñas.
-
↑ El comandante Caballero
Poveda (La Campaña del 21 en cifras reales (I) y (II). Revista
"Ejército". Nº 522 y 523. Madrid, 1984.) calculó el total de bajas
españolas en 7.875 hombres. Indalecio Prieto calculó en 8.668 los
españoles muertos o desaparecidos en octubre de 1921. Por último, Juan
Tomás Palma Romero (Annual 1921. 80 años del Desastre. Almena,
Madrid, 2001. Pp. 169-171.) estimó en 8.180 los muertos o desaparecidos.
Bibliografía
-
La Porte Fernández-Alfaro, Pablo (2003).
El desastre de Annual y la
crisis de la Restauración en España (1921-1923)
Alcalá de henares, UCM. Disponible online en:
[5] (22'28 Mb),
[6] (13'53 Mb) y
[7] (22'72 Mb).
Enlaces externos
.
|