El Partido Liberal y nuestro Gobernador
Aunque para los socialistas los partidos todos
de la monarquía, y los republicanos inclusive,
son fuerzas genuinamente burguesas que tienden a
amparar y defender los privilegios de la clase
capitalista; que no hay que esperar de ninguno
de ellos la menor renovación del sistema
económico-social presente; que todos son unos y
están de acuerdo en el sostenimiento y defensa
del principio de posesión individual de la
propiedad de los medios de producción, causa
ésta de los sujeción económica y política del
proletariado y de las miserias e injusticias
sociales bajo todas sus formas y aspectos;
aunque para nosotros todos esos partidos
constituyen una misma clase explotadora, o al
menos el elemento políticamente directivo y
administrativo de los intereses colectivos de
esta clase, importándoles un bledo los intereses
y derechos de la clase obrera; aunque en igual
conceptos les tengamos en lo que concierne al
mejoramiento y liberación económica de los
trabajadores, de los sin propiedad, sin embargo,
los partidos democráticos y liberales nos
merecen cierta distinción y cierto respeto que
no guardamos a los partidos conservadores y
reaccionarios.
Y ello es bien natural. La libertad y la
democracia, de todos modos, aunque no resuelven
el problema obrero son un medio de ir a su
solución. Cuanto más democracia tenga un país
más facilidades tienen los obreros de
desenvolver sus aspiraciones, más libertad de
acción y de lucha y, por consiguiente, su
organización puede funcionar y desarrollarse en
un campo más amplio y fértil de legalidad. Esto
hace que los conflictos entre el capital y el
trabajo no adquieran en los países de ambiente
liberal tanta crudeza como en los que predominan
la reacción y que sean menos violentos y no
produzcan tantos trastornos en su vida económica
y social.
Por estos motivos es preferible siempre para los
trabajadores de una nación que de entre todos
los partidos de la burguesía gobierne el más
avanzado, el más liberal, el más democrático.
Más conviene que los proletarios no fiemos mucho
del mote de esos partidos. Llamarse uno liberal
no es lo mismo que serlo y a veces resulta, como
ocurre en España, que los más liberticidas de la
patria, los malhechores peores de la política,
los más desmoralizados de la nación, los más
depravados de la sociedad, toda el hampa, toda
la hez de la burguesía forman el partido que se
llama liberal.
Y se llama liberal precisamente para esconder y
saciar tras la aureolada palabra de
libertad todos sus egoísmos y bajas
pasiones, para que esta hermosa palabra sirva de
escudo a sus instintos y ambiciones
reaccionarias, para que la brillantez del lema,
en fin, deslumbre y alucine a las gentes y no se
den cuenta de su nefasta obra ni de sus
degenerados propósitos.
¿Qué ha hecho el
partido liberal más que el conservador en
España durante las veces que ha tenido el poder?
¿Dónde está el liberalismo de su obra?
En la suspensión injustificada de las libertades
constitucionales, en el amordazamiento de la
prensa, en la clausura de centros y sociedades
obreras, en el encarcelamiento de escritores y
propagandistas proletarios, entre ellos una
mujer: Virginia González, en el sostenimiento de
la
guerra de Marruecos, en la clausura del
Parlamento para que
Marcelino Domingo no pudiera enterar al país
de las irregularidades y despilfarros que se
cometen con dicha guerra, en aumentar la paga a
los párrocos, en la promulgación de una ley de
jurisdicciones que es el escarnio mayor que se
ha inferido a la libertad y al poder civil desde
la época de Fernando VII, en la reglamentación
de las corridas de toros. Todo esto y mucho más
ha hecho el partido liberal desde el Poder. En
cambio no ha tenido agallas para secularizar los
cementerios, ni para neutralizar la enseñanza
del Estado, ni para establecer una verdadera
libertad de cultos, ni para reconstituir la vida
económica de España, ni siquiera la gloria le
cabe de haber promulgado una de esas pocas y
restringidas leyes de carácter social que
figuran en la legislación anticuada española.
¡Oh partido liberal de la monarquía de España!
Deja el Poder y arría tu bandera de libertad que
no te corresponde. Vete a la cola de todos los
partidos porque todos son más dignos que tú,
todos son más serios que tú, todos son más
liberales que tú, todos son más prestigiosos y
todos inspiran más confianza al país que tú.
oooooOooooo
¿Y qué diremos del
partido liberal de Mallorca y del cuñado de
Romanones que gobierna en Baleares?
¡Oh los liberales mallorquines! A excepción de
dos o tres que valen y que no figuran en la
dirección del partido precisamente porque valen,
todo los demás es mondongo. Basta ver el Alcalde
que en las presentes y críticas circunstancias
hacen soportar los liberales a la paciente
ciudad de Palma.
¡Pobre D. Nicolás!
Cuando recuerdo la renuncia de la concejalía y
su huída del partido del inteligente, honrado y
prestigioso D.
Alejandro Jaume sobre el asunto Ramis y
Grauches; cuando pienso que la Defensa Social y
el partido Jaimista tienen en el Ayuntamiento
cuatro o cinco concejales que no habrían tenido
nunca a no ser por el apoyo oficial de los
liberales; cuando viene a mi memoria aquella
algarada y cierre ilegal de los industriales y
comerciantes con su secuela de pedreas
atropellos y violencias contra personas y
propiedades con motivo de los inspectores de
hacienda, algaradas y atropellos que fueron
sancionadas, cuando no aplaudidas, por el
gobernador y partido liberales cuando, en fin,
compara aquella pasividad del partido liberal y
del gobernador ante aquel desorden de los
burgueses con los desplantes y rigorismos de D.
Dionisio con motivo de la vista de mi último
proceso. ¡Oh cuando analizado todo esto! ¡Oh
cuando pienso que nuestro Gobernador liberal,
más tieso que una zanahoria y más colorido que
una berenjena me dijo a mi y a dos compañeros
más que nos embarcaba para Barcelona si asistían
más de diez personas al juicio oral y
público
que contra mí se celebró! Pensaba caerme de
espaldas ante un tan palmaria demostración de
lógica liberal.
Pero afortunadamente al Sr. Alonso Martínez le
faltó valor para desterrarnos, sin duda por
miedo a ser él y su política más víctimas que
nosotros de su disposición draconiana, con lo
que se ha puesto en evidencia ante la opinión y
cuya ridiculez sería suficiente para que un
político serio y pundonoroso se diera por
fracasado y dimitiera del cargo. Pues un
Gobernador que lanza un reto a tres obreros por
dos veces consecutivas, una de ellas a presencia
de un caballero abogado que da al hecho
publicidad por medio de la prensa, y estos
obreros aceptan el duelo y acuden al
campo de
honor y le vencen, este Gobernador es un
fracasado, un vencido, sin autoridad moral para
dictar disposición alguna, que a nadie merecerá
crédito, ni seriedad, ni confianza, ni
prestigio.
Un Gobernador así es un lastre y un peligro para
la provincia, un tiranuelo enmascarado de
libertad, un caprichoso, un insensato una
figurilla en vez de un instrumento bien modelado
de gobierno.
Núm. 793, 21 de abril de 1917 |