¡HORROR A LA GUERRA!!
Se necesita haber nacido entre salvajes y no tener el más pequeño átomo
de condición humana para no sentir el más profundo horror a ese monstruo
que se llama guerra. ¡Quien no se entenebrece ante sus espeluznantes
consecuencias!
Los hombres han nacido para realizar un fin más elevado que el de
destrozarse mutua y bárbaramente. La misión de la humanidad es más
grande, más sublime.
La vida es algo más seria y más venerable para que se la mire con tan
poco respeto y se atente contra ella a cañonazos.
Las guerras pudieron tener justificación en las primeras edades humanas
puesto que involucraban el derecho por la existencia. Entonces que la
Naturaleza daba de sí escasísimos medios de vida a los hombres y que
estos no conocían la agricultura ni adelanto alguno para producirlos
artificialmente, entonces era natural y lógico que acudieran a las armas
para disputarse violentamente esos medios de vida, asegurándose la
existencia los más fuertes. En aquella época eran las guerras
necesidades puramente naturales, obraba únicamente el instinto de
conservación, la necesidad de vivir.
Pero en la presente edad de civilización y de progreso que nos
encontramos, en que la agricultura y las industrias han adquirido tan
enorme desarrollo; que las ciencias han dominado tanto a la naturaleza
dando impulso a todos los ramos del saber; que la Humanidad, con su
trabajo de millares u millares de años ha creado y esparcido por todos
los ámbitos de la tierras las más variadas y abundantes riquezas, que
las fuerzas productivas existentes laboran medios de vida que superar de
mucho a las necesidades humanas, dándose el caso estupendo de que haya
personas que de ellas solas poseen para vivir holgadamente diez mil
familias; en la época presente que de todo abunda para vivir todo el
género humano con solaz y holgura, ¿qué justificación, qué necesidad,
qué razón de ser tienen las guerras? ¿Es que ahora se azota a la
humanidad con las guerras sólo por satisfacer el orgullo y el afán de
dominio de cuatro reyes y emperadores? ¿Es que la codicia de cuatro
capitalistas sin entrañas nos lleva a estas hecatombes?
De todos modos en el siglo que nos encontramos la guerra es un absurdo
contra la vida, un crimen de lesa humanidad, un ultraje a la
civilización, una expresión de incultura, una manifestación de violenta
barbarie, un reflejo fiel del salvajismo, que embrutece, desmoraliza,
empobrece, mata, destruye, produce la demencia, engendra el hambre,
siembra el llanto la miseria y la peste. Este es el séquito de
calamidades que acompaña a la guerra sin que ni una virtud buena,
pequeña ni grande tenga para la humanidad.
¡Horror a ese monstruo infernal que vampirea ahora en los campos de
Europa!
¡Levantémonos contra él todos los proletarios del mundo, todos los que
directa o indirectamente somos sus víctimas, todos los que rendimos
culto a la vida y al progreso, todos los que edificamos y embellecemos
la existencia; todos, en fin, los que amamos a la humanidad y anhelamos
que ondee entre los hombres el pabellón de la paz universal!!
Para mi esa paz es el Socialismo y a él me abrazo con todo corazón y
conocimiento. No veo otro santo que pueda producir el milagro.
Núm. 654, 22 de agosto de 1914 |