MANIFIESTO

LOS SOCIALISTAS FRANCESES

 

Ciudadanos: Después de una detenida deliberación, el Partido Socialista ha decidido autorizar a dos de sus miembros, los camaradas Julio Guesde y Marcelo Sembat, para entrar en el nuevo Gobiernos como delegados del Partido en la defensa nacional.

 

Todos los representantes del Grupo Socialista en el Parlamento, de la Comisión administrativa permanente y del Consejo de administración de L’Humanité han estado de acuerdo para asumir con ellos las graves responsabilidades que nuestros compañeros van a compartir.

 

Si sólo se hubiese tratado de una modificación ministerial, de añadir a un Gobierno viejo fuerzas nuevas, intactas, de las que tan sobrado está nuestro Partido; si sólo se hubiese tratado de la ordinaria participación en un Gobierno burgués, ni nuestro consentimiento ni el de nuestros amigos se hubiera logrado.

 

Pero es el porvenir de la nación; es la vida de Francia lo que hoy se juega, y nuestro Partido no ha titubeado.

 

La verdad, presentida, anunciada por nosotros, ha estallado.

 

Sin haber sido vencidos, nuestros ejércitos se han replegado momentáneamente ante fuerzas superiores. Una de las regiones más ricas y laboriosas de nuestro país está amenazada.

 

Es preciso que la unidad nacional, cuya revelación confortaba los corazones al comienzo de la guerra, manifieste toda su potencia.

 

Es preciso que en uno de esos estallidos de heroísmo que en horas semejantes se han repetido siempre en nuestra historia, la nación entera se levante para la defensa de su suelo y de su libertad.

 

El jefe del Gobierno ha pensado que para empeñar a la nación, para organizarla y sostenerla en una lucha que será y debe ser encarnizada, había necesidad del concurso de todos, y, más particularmente, acaso, de aquellos que combaten, por la emancipación del proletariado y de la Humanidad, la opresión asfixiante del despotismo. Sabia él que en todos los momentos graves, en 1793 como en 1870, era en estos hombres, en estos socialistas, en estos revolucionarios en quienes la nación ponía su confianza.

 

Espontáneamente, sin esperar otra manifestación de la voluntad popular, el jefe del Gobierno ha hecho un llamamiento a nuestro Partido, y nuestro Partido ha respondido: ¡¡Aquí estamos!”

 

He aquí el espíritu que lleva a nuestros amigos a formar parte del Gobierno. Ellos entrarán en él con la visión clara de la inmensa obra que están llamados a realizar.

 

Y obtendrán, desde luego, que la verdad de lo que ocurra sea dicho al país.

 

Ellos mantendrán y alentarán su ánimo y su voluntad de vencer, dándole entera confianza en la sinceridad gubernamental.

 

Perseguirán el reclutamiento general y obrarán de suerte que ninguna fuerza ni buena voluntad se desperdicie.

 

Examinarán los recursos de equipos, aprovisionamientos y armamentos que existan en nuestras plazas, y se esforzarán en multiplicarlos.

 

Influirán cada día más por la colaboración de todas las fuerzas disponibles para hacer más intensa la fabricación de armas y municiones.

 

Todo depende de una voluntad exenta de prejuicios, guiada únicamente por la salud del país, y de un inmenso esfuerzo de organización por el cual se llegue al máximo de utilidad de las energías nacionales.

 

En fin, ciudadanos: la presencia de nuestros amigos en el seno del Gobierno será para todos la garantía de que la democracia republicana está empeñada en la lucha a todo trance.

 

¿Cuántas veces nuestro gran Jaurés, previendo un revés francés ante un ataque de masas, no insistió en la necesidad de esta lucha?

 

El hubiera querido que hubiese sido preparada con todo detalle. Pero cueste lo que esta resistencia obstinada, nosotros tenemos el deber de organizarla, tanto más cuanto que de ella depende el éxito de los aliados.

 

Hoy, como ayer, después de las primeras pruebas, como en el entusiasmo de la movilización, nosotros tenemos la certidumbre de luchar, no sólo por la existencia de la patria, no sólo por el engrandecimiento de Francia, sino por la libertad, la República y por la civilización.

 

Luchamos para que el mundo, libre de la opresión del imperialismo y de los estragos de la guerra, goce al fin de la paz en el respeto de los derechos de todos.

 

Esta convicción la comunicarán los ministros socialistas al Gobierno en pleno, y les animará en su trabajo. Ellos la infundirán en el ejército heroico, en que combaten hoy la flor de la nación.

 

Y por su esfuerzo perseverante, por su efusión entusiasta, ellos asegurarán, a la vez, la salud de la patria y el progreso de la Humanidad.

 

La Comisión administrativa permanente.- El Consejo de administración de “L’Humanité”.

 

EL OBRERO BALEAR

Núm. 655, 5 de septiembre de 1914

fideus/