El
General Antonio Maceo y Grajales (Santiago
de Cuba, 14
de junio de
1848 - Punta Brava,
7 de diciembre de 1896), fue el
segundo Jefe Militar del
Ejército Libertador. Conocido como El Titán de
Bronce Maceo
fue uno de los líderes independentistas más destacados de la segunda mitad
del siglo XIX en América Latina.
Padres
El mulato
(mestizo) venezolano
Marcos Maceo viajó a Santiago de Cuba, desde Venezuela en 1823 después
de que varios de sus compañeros se exiliaran desde América del Sur. Se
casó con
Mariana Grajales, una morena liberta (así se les llamaba a los
afrocubanos que habían obtenido la libertad de una forma u otra) y con la
cual tuvo varios hijos, además de contribuir a la crianza de otros hijos
de su esposo anterior. José Antonio Maceo y Grajales, conocido como
Antonio Maceo y con el sobrenombre de "Titán de Bronce", nació el 14 de
junio de 1845, en una zona rural de Santiago de Cuba. Aunque su padre le
enseñó la destreza en el manejo de las armas y habilidades en la
administración de propiedades, además de educarle en un código de honor
inflexible, fue su madre, Mariana Grajales, quien le inculcó una férrea
disciplina, al punto de ocasionarle una pasajera tartamudez en su infancia
y que superaría en la adolescencia. Esta disciplina sería fundamental en
la forja de su carácter y se vería reflejada en sus actos como líder
militar. Mariana Grajales, ante el altar familiar, conminó a su esposo y
sus seis hijos a luchar por la independencia de Cuba o morir en el
intento, lanzándose ella misma a la "manigua redentora" para apoyar desde
la retaguardia las acciones de los mambises, como se conocía a los
independentistas cubanos. Casi todos sus hijos, además de su esposo,
caerían en la lucha por la independencia de Cuba.
Antonio Maceo
(1848 - 1896)
El titán de bronce
Antonio Maceo
heredó de su padre las cualidades de líder militar, aunque no fue éste el
único campo en el que se destacó, pues también fue buen negociante y
administrador de las fincas que tuvo.
Su carrera
militar con el Ejército Libertador Cubano comenzó cuando su padre, junto a
él y varios de sus hermanos, se unieron al alzamiento de
Carlos Manuel de Céspedes como soldados. Por su valentía en el
combate, sus habilidades estratégicas y su ejemplar disciplina ascendió
con rapidez en la escala militar, a pesar de las tendencias racistas y
clasistas de varios de los propios patriotas, cuyo origen era francamente
burgués o aristocrático. El origen humilde de Maceo y el color de su piel
demoraron el ascenso a Mayor General del excepcional mambí, aunque ya los
grados de Coronel y Brigadier General los había alcanzado con rapidez. Los
hombres a su mando comenzaron a llamarle "El Titán de Bronce" por su
excepcional vigor físico y resistencia a las heridas de bala y arma
blanca. Se recuperó de las más de 25 heridas de guerra y parecía que
ninguna de ellas afectaba su valor cuando entraba en combate.
Reconoció
especialmente como jefe y maestro al gran estratega dominicano
Máximo
Gómez, quien con el correr de los años se convertiría en el General en
Jefe del Ejército Libertador de Cuba. El uso del machete como arma de
guerra por parte de Gómez, como sustituto más cómodo del sable español y
por la escasez de armas de fuego y municiones de los mambises, fue
adoptado por Maceo y sus tropas, en las que cargaba en la caballería como
uno más.
Antonio Maceo
rechazó con energía las sediciones militares de Lagunas de Varona y Santa
Rita, que minaron la unidad de las tropas independentistas y favorecieron
el clima regionalista de la región de las Villas, a cuyos campos se negó a
acudir el Mayor General Vicente García (conocido como el León de Las
Tunas), lo que a la larga impidió la invasión de la Revolución al
occidente del país. Las intenciones divisionistas y los propósitos
imprecisos y oscuros del General Vicente García fueron rechazadas de plano
por Maceo cuando el León de las Tunas, ansioso de protagonismo pero sin
objetivos claros en su conducta, buscó su apoyo para el establecimiento de
un nuevo gobierno revolucionario.
Las divisiones,
el regionalismo y la indisciplina contribuyeron a evitar la invasión a
occidente y propiciaron un languidecimiento de la Revolución, de lo cual
se aprovechó el general español
Arsenio Martínez Campos, militar de honor
que ofreció garantías de paz, amnistía para los revolucionarios y reformas
legales a cambio del cese de las hostilidades, que para 1878 cumplían 10
años. Al mismo tiempo, el gobierno español de Cuba seguía concentrando
fuerzas para cercar a las huestes mambisas, cada vez más escasas.
Antonio Maceo
fue uno de los líderes Cubanos que rechazó la firma del
Pacto del Zanjón, que puso fin a la
Guerra de los Diez Años. El y algunos otros mambises
(soldados independentistas) se reunieron con el mariscal
Arsenio Martínez Campos el 15 de Marzo de 1878 para discutir los
términos de la paz, pero Maceo protestó estos términos porque no cumplían
con ninguno de los objetivos de los independentistas: ni la abolición de
la
esclavitud, ni la independencia de Cuba. El único beneficio era la
amnistía para los que habían luchado y la manumisión para los negros que
habían peleado en el Ejército Libertador. Maceo no reconoció este tratado
y no se acogió a la amnistía. Este encuentro, considerado una de las
páginas más dignas de la historia de Cuba fue reconocido como
La
Protesta de Baraguá. Como detalle anecdótico puede añadirse que a sus
oídos llegaron tímidas propuestas de hacer una encerrona al general
español, de reconocidas aptitudes militares y diplomáticas, pero las
rechazó con tal energía que los "comunicadores" de la idea prácticamente
huyeron de su campamento.
Luego de
respetar el tiempo de tregua para la entrevista (unos pocos días), Maceo
reinició las hostilidades. Para salvar su vida, el gobierno de la República de Cuba en Armas le encomendó entonces la tarea de recaudar
fondos, armas y soldados para una supuesta expedición armada, pero su
gestión fue prácticamente nula, por el desaliento creado incluso entre los
emigrados a causa de la
Paz del Zanjón.
Más tarde Maceo
y Calixto García en New York planearon una invasión a Cuba que dio
inicio a la también fracasada
Guerra Chiquita en 1879, en la cual no peleó directamente, por haber
sido enviado Calixto García delante como jefe principal, con vistas a
evitar la exacerbación de los prejuicios raciales que actuaban contra
Maceo, fundamentalmente a causa de la propaganda española, que lo acusaba
de buscar una guerra de razas, calumnias que rechazó con indignación en
repetidas ocasiones.
Luego de cortas
estadías en Haití (donde se le persiguió y se le trató de asesinar por
gestiones de los consulados españoles allí radicados) y Jamaica, finalmente
se radicó en Costa
Rica, en la provincia de Guanacaste, donde el Presidente de esa nación
le asignó labores de organización militar y una pequeña finca para
residir. Allí fue contactado por
José Martí, el Apóstol cubano, para iniciar la
Guerra del 95, llamada por él la "guerra necesaria". Maceo,
escarmentado de lo inadecuado de poner impedimentos leguleyos civiles a
las acciones militares en condiciones de guerra, tuvo un breve pero
intenso intercambio epistolar con Martí en el que advertía de esos males
que habían dañado la Revolución de Yara
(1868-78), pero Martí le informó
de su fórmula de "...el Ejército, libre, pero el país, como país y con
toda su dignidad representado." y le convenció de las amplias
probabilidades de éxito si la contienda se preparaba cuidadosamente. Como
condición demandó que la jefatura militar máxima estuviese en manos de
Máximo Gómez, lo cual fue aprobado sin reservas por el Delegado del ya
constituido Partido Revolucionario Cubano. En Costa Rica enfrentó revólver
en mano otra intentona de asesinarle a la salida de un teatro, que terminó
fatalmente para uno de sus agresores.
En 1895, junto
a Flor Crombet y otros oficiales de menor rango, Maceo desembarcó en las
inmediaciones de Baracoa
(extremo oriental de Cuba) y luego de rechazar un intento español de
capturarle o matarle, se internó en las montañas de esa región. Luego de
muchas vicisitudes logró reunir un pequeño contingente de hombres, que
rápidamente creció con los grupos ya alzados en armas en la región de
Santiago de Cuba. En la finca de "La Mejorana", Maceo se entrevistó con
Gómez y
Martí, en lo que evidentemente fue una reunión desafortunada, por
los fuertes desacuerdos entre Martí y él respecto a la constitución de
gobierno civil, por la que Maceo no se pronunciaba a favor. Poco después
el Héroe Nacional de Cuba (Martí) caería en combate en Dos Ríos
(confluencia de los ríos Contramaestre y Cauto).
Partiendo de
Mangos de Baraguá (lugar de la histórica protesta ante Martínez Campos),
Maceo y Gómez, al mando de dos largas columnas mambisas, llevaron
brillantemente la hazaña de la invasión militar del occidente de Cuba,
llegando Maceo a Mantua a finales de 1896. Esta proeza estratégica la
hicieron Maceo y Gómez luchando contra fuerzas numéricamente muy
superiores (en ocasiones les quintuplicaban). Utilizando alternadamente
tácticas de guerrillas y combates abiertos, agotaron al ejército español,
que no pudo contener la Invasión a pesar de las dos sólidas
Trochas
Militares construidas para ello y la superioridad abrumadora en hombres y
técnica militar. Las ansias de independencia y la crueldad de la
oficialidad española hicieron que los habitantes rurales del occidente
respondieran con un entusiasta apoyo económico y en hombres para las
tropas independentistas. Esto provocó la puesta en vigor del plan del
Capitán General Español,
Valeriano Weyler, para la reconcentración. En estos campos de concentración, muy anticipados a
los instituidos por los nazis en Europa, perdió la vida casi un tercio de
la población rural del país.
Al contrario de
lo esperado por
Weyler, la Reconcentración engrosó rápidamente las filas
de los mambises, prefiriendo muchos campesinos la muerte en combate a la
de hambre. En 1896, luego de reunirse con Gómez en la Habana, cruzando la
Trocha de Mariel a Majana por la bahía del Mariel, retornó a tierras de
Pinar del Río, donde sostuvo cruentos combates contra tropas
numéricamente muy superiores, mandadas por generales españoles famosos por
sus éxitos militares en África y las Filipinas y con artillería y las
armas más modernas de infantería. Después de diezmar las tropas españolas
contra él enviadas, volvió a cruzar la Trocha militar con vistas a marchar
hacia Las Villas o Camagüey, donde planeaba reunirse con Gómez para
planificar el curso ulterior de la guerra y con el gobierno para disminuir
las diferencias entre el gobierno de Cuba en Armas (presidido por
Salvador Cisneros Betancourt) y los altos mandos militares del
Ejército Libertador, relacionadas con dos aspectos: los nombramientos de
mandos militares intermedios y el reconocimiento de la beligerancia por
las potencias extranjeras y la aceptación o no de ayuda militar directa.
La posición de Maceo, en esos momentos, era aceptar la ayuda económica y
alijos de armas por parte de potencias europeas y aún de los Estados
Unidos, pero se oponía enérgicamente a la ayuda militar directa por parte
de los norteamericanos.
Muerte
Sus planes de
reunión con Gómez y el gobierno en armas no llegaron a cumplirse. En las
cercanías de Punta Brava, finca de San Pedro, Maceo avanzaba solamente
acompañado de su escolta personal (dos hombres), el médico de su Estado
Mayor, el Brigadier General José Miró Argenter y una pequeña tropa de no
más de 20 hombres. Cuando intentaban cortar una cerca para continuar la
marcha fueron detectados por una fuerte columna española, que abrió un
intenso fuego. Al lograr cortar una parte de la cerca y decir "¡Esto va
bien!", Maceo fue alcanzado por dos disparos: uno en el torso, no grave y
otro que luego de quebrarle la mandíbula le penetró en el cráneo. Sus
compañeros no pudieron transportarle por intensificarse el fuego y junto a
él quedó solamente el Teniente
Francisco Gómez (conocido como Panchito), hijo de Máximo Gómez, quien
voluntariamente enfrentó a la columna española para proteger el cadáver
del general. Luego de ser herido de bala varias veces, los españoles lo
remataron salvajemente a machetazos, dejando los dos cuerpos abandonados,
sin saber la identidad de los caídos.
Los cadáveres
de Maceo y Panchito fueron recogidos al día siguiente por el Coronel
habanero Aranguren, quien al saber lo ocurrido se dirigió de inmediato al
lugar. Luego fueron enterrados en secreto en la finca de dos hermanos,
quienes juraron guardar el secreto hasta que Cuba fuese libre e
independiente y pudieran llevarse a cabo los honores militares
correspondientes.
Actualmente,
los restos mortales de Antonio Maceo y Grajales y Francisco Gómez Toro
descansan el el monumento del Cacahual, cercano a los límites de la
antigua finca de San Pedro, y es lugar de peregrinación de los cubanos. Es
ya una tradición que las graduaciones de las academias militares cubanas
se realizan junto al Cacahual.
Antonio Maceo y
Grajales no solamente fue una figura clave en el movimiento
independentista cubano de la segunda mitad del siglo XIX, además de un
genial estratega militar. Su pensamiento libertario, basado en el honor y
la virtud, marcó el pensamiento de la generación que le siguió, junto al
pensamiento vasto y abarcador de
José Martí y puede decirse que continúa viviendo entre lo mejor de la
juventud cubana. Siendo masón, en su epistolario se puede leer más de una
vez su credo basado en "Dios, la Razón y la Virtud".
De filiación
política democrática, expresó muchas veces su simpatía por la forma de
gobierno republicana, pero hizo hincapié en buscar la fórmula para la
"libertad, igualdad y fraternidad", aludiendo a los tres principios
básicos de la Revolución Francesa y definiendo la búsqueda de la justicia
social. Cuando se le intentó reclutar para la causa anexionista, respondió
a un interlocutor: "Creo, joven, que esa sería la única forma en que mi
espada estaría al lado de la de los españoles..." y previendo las ansias
de expansión de los Estados Unidos (daba por sentado que Cuba alcanzaría
la independencia), expresó su frase más conocida, en una carta a un
patriota y amigo:
"El que intente
apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no
perece en la lucha"
Enlaces externos