Juan Bautista Topete y Carballo (San Andrés Tuxtla, 24 de mayo de 1821 - Madrid, 27 de octubre de 1885) fue un marino, militar y político español, vicealmirante de la Real Armada Española, héroe de la Primera Guerra del Pacífico.
Políticamente, se le recuerda por su capital intervención en la Revolución de 1868. Fue ministro en varias ocasiones y Presidente del Consejo de Ministros, con carácter interino, en tres ocasiones: la primera, entre el 25 de agosto y el 21 de septiembre de 1869; la segunda, entre el 27 de diciembre de 1870 y el 4 de enero de 1871; la tercera, entre el 26 de mayo y el 5 de junio de 1872.
Vida
Nació en el núcleo de San Andrés Tuxtla, perteneciente al municipio de Tlacotalpan, en el actual Estado de Veracruz (México), durante los últimos días de la dominación española en la Nueva España. Pasó su niñez en La Habana, donde estaba su padre destinado. Éste, don Juan Bautista Topete y Viaña, y su esposa doña Clara Carballo Romay, de acrisolada familia tlacotalpana, viendo la inclinación hacía las cosas de la mar del joven, le autorizaron y realizaron la petición de solicitud de acceso a la Real Armada, en la que entró a los quince años, corriendo el año de 1836.
Desde el cierre de las Reales Compañías de Guardiamarinas y Colegio Naval, hasta la apertura del nuevo centro de enseñanza marítimas, propiciado por el ministro Armero, quienes obtenían la gracia del alumnado no formaban cuerpo ni compartían aulas, sino que directamente embarcaban en dilatados periplos de prácticas, en los buques disponibles de la Armada. El joven Topete hubo de ir a San Fernando a pasar el examen de acceso; después de pasadas las pruebas, la Real Orden del 26 de agosto de 1836 dice: que ha sido examinado en el día de la fecha el agraciado a plaza de guardiamarina don Juan Topete, de todos los trabajos del curso de estudios elementales de la Marina de don Gabriel Ciscar, y hallándose impuesto en todos, mereció aprobar en grado de regular, lo que no dejaba de entrever una notable cicatería. Pero el resultado no influyó para nada, ya que en el mismo día de su aprobado se le ordenó embarcar en la fragata Esperanza, para comenzar a curtirse en las cosas de la mar. Lejos quedaban los tiempos de las Reales Compañías de Guardiamarinas, que previamente preparaban a los jóvenes.
Durante cerca de tres años, entre 1836 y 1839, cubrió las primeras etapas en las aguas de la isla de Cuba, primero en el bergantín Marte y a continuación con la fragata Restauración, con las que realizó innumerables cruceros tratando de combatir el contrabando de armas y el tráfico de negros. También, y por poco tiempo, desempeñó comisiones a bordo de la corbeta Villa de Bilbao. Tanta permanencia en la mar produjo que su salud se resintiera, por lo que embarcó en la fragata mercante Unión, en la que realizo la travesía del océano Atlántico, llegando a Santander a finales de 1839, recién acabada la Primera Guerra Carlista.
El año 1840 lo pasa embarcado en varios buques, entre ellos el vapor Delfín y las fragatas Isabel II y Cortés. Por orden superior, trasborda al bergantín Patriota, con el que realiza, en las aguas del Mediterráneo, frente a las costas de Cataluña y Levante, intervenciones de todo tipo, desde transporte de tropas, municiones y pólvora, hasta expatriaciones de personas.
El 2 de enero de 1841 embarca en la fragata Isabel II, con destino a La Habana, donde su padre ya no está al mando del arsenal, a su llegada trasborda a su ya conocido bergantín Marte. El cambio de buques es constante, pues hay pocos oficiales; embarca en la corbeta Liberal y más tarde en el vapor Congreso, realizando con todos ellos cruceros por el sinus Mexicanus. El 21 de octubre, como figura en su Hoja de Servicios:
..con grave riesgo de su vida, salvó la de un tripulante del vapor Congreso, que había caído a la mar y que estaba a punto de ahogarse, el se lanzó al agua he impidió que sucediera lo peor.
Por su arrojo y valentía fue condecorado posteriormente con la Cruz del Mérito Naval.
La persecución de los buques negreros se convierte en la misión principal de la Armada Española en aguas americanas; el Gobernador Jerónimo Valdés convoca a los traficantes de esclavos e impide el desembarco de expediciones en la isla, poniendo fin a tan inhumana y longeva acción. Hasta el año de 1844 se encuentra afecto a las fuerzas navales del apostadero de La Habana, por lo que utiliza los buques que allí están, siendo entre otros el vapor Congreso y la fragata Isabel II.
Un nuevo desplazamiento a la península a bordo del Soberano, de 74 cañones, se convierte en una experiencia nueva y reveladora, al estar en uno de los viejos navíos de línea de los que ya casi no quedaban en la Armada. [1] No obstante, su nuevo ascenso a teniente de navío le obliga a regresar a Cuba, donde llega en la nochebuena del año 1845.
Al llegar se le otorga el mando de la goleta Cristina, de la que no puede tomar el mando hasta la primavera del año de 1846, pues es comisionado a la isla de Puerto Rico como oficial del navío Soberano. [2] Con su buque desarrolla las misiones encomendadas, prestando servicios en Baracoa, isla de Corremell, Mujeres y Centoy, la situación en esos momentos es muy crítica e incomoda, pues se había fusilado al poeta Plácido, acusado de conspirar contra la corona de España.
El año 1847 se convierte en uno de los más difíciles, pues por primera vez los secesionistas cubanos inician conversaciones con los Estados Unidos, por lo que ,al mando de la goleta Cristina, Topete tiene que ir de un lado a otro de la isla, para tratar de evitar el contrabando de armas yanqui.
Empeora su salud por lo que pide y se le concede un permiso de cuatro meses, pero se le destina a la Corte, donde realiza misiones de enlace. El 21 de noviembre de 1849 se le nombra oficial de órdenes de la división naval del Mediterráneo, que cubre desde el Arsenal de Cartagena a la frontera con Francia, incluidas las islas Baleares; la división está compuesta por la corbeta Mazarredo, el bergantín Volador y el vapor Vulcano, siendo Topete el comandante de la Mazarredo.
La expedición a los Estados Pontificios
Por aquel tiempo, los disturbios producidos en Italia por los intentos de unificación y la proclamación de la República Romana habían despojado al Papa de sus bienes temporales. Narváez, por entonces Presidente del Consejo de Ministros, ordenó la formación de un ejército y despachó una expedición a Roma, habiendo previamente acordado su apoyo con las principales potencias católicas: Austria, Francia y las Dos Sicilias.
Era la primera vez en muchos años que España afrontaba un desplazamiento de hombres y buques sin apoyo directo de la península, lo que no dejaba de ser un reto importante. La expedición estaba formada por los vapores de ruedas Isabel II, Vulcano, Lepanto, Piles, Castilla y Blasco de Garay, la fragata Cortés y las corbetas Villa de Bilbao y Mazarredo, al mando del brigadier José María de Bustillo. Transportaban a un ejército de cinco mil hombres al mando del general Fernando Fernández de Córdova, marqués de Mendigorría.
Después de una travesía un poco molesta por los malos vientos y un temporal, llegaron a Gaeta y el Papa Pío IX pasó revista a las fuerzas, a las que bendijo. Se pusieron, pues, en marcha, tomando posiciones en Terracina, sin encontrar una resistencia seria a su paso. Al poco, y ya con el campo despejado, entró el general francés Nicolas Oudinot en Roma, al frente de treinta mil hombres, por lo que se reestablecieron los Estados Pontificios.
La fuerza expedicionaria española regresó a la Península desilusionada, pero colmada de honores y galardones, como la Cruz de San Silvestre, que les fue concedida por el Papa Pío IX, más otra no menos importante, concedida por el rey Fernando II de las Dos Sicilias, y la gracia de la Real Orden y la Cruz de la Muy Distinguida Orden de Carlos III, que otorgó la Reina de España, por haber realizado su labor con efectivo celo. En este año de 1849 la Real Armada española se reducía a un navío, cinco fragatas, dos corbetas, un bergantín y seis vapores.
Servicio en Cuba
Topete llevó al desarme a la corbeta Mazarredo, con la que había estado desempeñando la comisión de buque de enseñanza a flote, en la que los profesores impartían sus clases a los guardiamarinas, que después eran destinados a embarcarse en los buques de la División de Instrucción. Después fue destinado a realizar tornaviajes entre la Península y la isla de Cuba, al mando del bergantín Galiano, y en 1851 comenzó a realizarlos con el vapor de ruedas Bazán.
Conservando el mando de éste, se le nombró secretario interino de la Comandancia general de guardacostas. Posteriormente, en el Arsenal de La Carraca se le volvió a otorgar el mando del bergantín Galiano y es destinado también de nuevo a La Habana. El 18 de enero de 1852, los vigías del puerto divisaron al bergantín con todo el trapo desplegado, como homenaje y pleitesía al apostadero.
Con motivo de la insurrección cubana, durante los años de 1853 y parte de 1854, continua en Cuba prestando una especial atención al estado anímico de sus dotaciones, siendo muy especialmente vigiladas, aquellas que llevan a nativos del país. En este año de 1854, se produce el manifiesto de Ostende, que afirma que Si España no vende Cuba, los Estados Unidos la conquistarán.
Las comisiones y servicios, se van multiplicando por lo que el Gobierno envía al vapor de ruedas Bazán, del que también se hace cargo, sin dejar el mando del Galiano, hasta el día 2 de junio, en que se le destina al pontón Villavicencio. Fue nuevamente reclamado por el Gobierno, por lo que desembarcó el día 12 y cruzo el océano Atlántico, en el vapor correo.
A su llegada se le encargó de la comisión, que debía formar un proyecto de reglamento de pertrechos, de obligado cumplimiento en los buques de la Armada. Son destinos más relajantes, pero Topete era hombre de buques y no de oficinas, por lo que en el mes de septiembre de 1856, está de nuevo como comandante interino del vapor de ruedas destinado al correo Velasco, lo que no le impide realizar un viaje redondo a La Habana. Se le entrega el mando interino también del vapor de ruedas, Isabel la Católica, lo que tampoco le impide el realizar otro viaje redondo a La Habana.
A principios de 1857 se le asciende a capitán de fragata y se le nombra segundo comandante del navío Reina Isabel II. Posteriormente se le ordena regresar a la isla de Cuba, pues el apostadero de La Habana recibía un intenso tráfico de buques procedentes de la Península, al haberse quedado como único bastión de los territorios españoles en América.
El 1 de agosto de 1857 se le nombra jefe de la división de fuerzas sutiles, destinadas a la persecución y apresamiento del tráfico ilícito de negros bonzales, puesto en el que prestará sus servicios, hasta el día siete de diciembre, en que se le otorga el mando interino de la fragata Esperanza, que se convertirá en una experiencia, para posteriormente entregársele el mando de una de las más modernas unidades de la Armada, la fragata de vapor y hélice Berenguela. Con este buque realiza varias comisiones, entre ellas una a Veracruz, realizando escalas en Nueva York y Tampico, en una comisión típica de mostrar bandera, antes de regresar a La Habana.
A su llegada se encuentra con una Real Orden que dice: se incluyan copias de las comunicaciones pasadas a este jefe por los súbditos españoles residentes en México, dándole las gracias por los importantes servicios que prestó en dicho puerto, así como otra del Capitán General de La Habana haciendo referencia al mismo tema. Realiza otra comisión al puerto de Veracruz, pero a su regreso a La Habana se encuentra con una muy grata noticia, pues se le comunica la concesión de la Cruz de Comendador de la Muy Distinguida Orden de Carlos III.
La guerra de África
Topete prosiguió en el mando de la Berenguela hasta el 9 de agosto de 1859, en que por orden superior, se le destina como mayor general de las fuerzas navales de África. Estas fuerzas estaban compuestas por los vapores de ruedas Vasco Núñez de Balboa, Castilla, Pizarro, Ulloa, Santa Isabel y Vigilante, más la goleta de hélice Buenaventura. Estas unidades eran las que acometían las misiones de recorrer las costas del Rif y combatir a la piratería que ejercían los carabos marroquíes contra los buques mercantes españoles.
Cuando en el mes de octubre del año de 1859, se declara la guerra oficialmente, comienza el bloqueo de las costas por la Escuadra de Operaciones, compuesta por el navío Reina Isabel II, las fragatas Princesa de Asturias y Blanca, las dos de hélice, la corbeta Villa de Bilbao, también de hélice, las urcas Antillas y Marigalante, los vapores de ruedas, Isabel II, Colón, Vulcano, León, Alerta, Piles, Lepanto, Santa Isabel, Buenaventura, Ceres, Rosalía, Álava, Ferrol, y San Antonio, además de cuatro faluchos y dieciséis pequeños cañoneros, al mando del jefe de escuadra Segundo Díaz Herrera, y como mayor general de ella, el capitán de fragata Juan Bautista Topete y Carballo.
Ya establecido en bloqueo, llegó un fortísimo temporal de Levante que impedía las operaciones más vitales. En unos de esos días de galerna se quedó un destacamento sin provisiones, llegando a ser llamado el campamento del hambre, pero la decidida actuación del mismísimo comandante en jefe de la escuadra, José María Bustillo (que había relevado a don Segundo Díaz Herrera) la palió: hizo deslizar el primer bote de la Berenguela, y con él se dirigió al campamento, al que abasteció con gran peligro de su vida. Por su parte, la fragata Blanca realizó un bombardeo de Río Martín, que supuso un alivio para las tropas, pues estaban siendo bombardeadas por las baterías moras, que quedaron destruidas. Otro hecho destacado fue el desembarco de fuerzas de marinería en Cabo Negro, que produjo una desbandada en el campo enemigo, dejando casi libre el acceso a Ceuta. Se destacaron buques al océano Atlántico y apoyaron con sus fuegos el avance del ejército sobre Larache, Arcila, Rabat y Salé, todo ello pese a la persistencia del temporal.[3]
En todas estas acciones Topete tuvo que multiplicar sus esfuerzos para que nada faltara, preocupándose de los embarques y desembarques del material y de los bastimentos de guerra, más los víveres y efectos, el transporte de los enfermos y heridos a los hospitales, y todo ello sin perder las comunicaciones entre Ceuta y Algeciras, que tan difíciles les ponía las cosas el pertinaz temporal. En todas las operaciones y por los efectos del temporal sólo se perdieron, dos vapores de ruedas y tres faluchos, por lo que resultaron unas operaciones, complicadas pero sin grandes pérdidas.
Por la ingente labor desarrollada, a Topete se le concedieron las condecoraciones, de la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando y la de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. El 7 de abril de 1860 se le concede por Real Orden, el empleo de coronel de Infantería, en recompensa a sus servicios en la guerra de Marruecos y el cuerpo de Ingenieros de Minas, le distinguió con su medalla de Oro. En el diario de sesiones de las Cortes, del día 29 de mayo de 1860 figura lo que entonces se dijo sobre la Marina y la Guerra de África:
Digna de gloriosa conmemoración es nuestra naciente marina, que con tanto valor supo arrostrar los huracanes y las tempestades sirviendo tan pronto de poderoso auxiliar a nuestro heroico ejército, como dominaba con sus cañones a los fuertes africanos. En su naciente pedestal se vislumbra su futura grandeza.
El duelo con Campoamor
Tras su sobresaliente actuación en la Guerra de África, a Topete se le otorgaron diferentes destinos, todos ellos de trámite y de descanso del guerrero. En 1861 fue nombrado Segundo Comandante del arsenal de la Carraca (Cádiz), y el 1 de abril de 1862 se le otorga el mando del navío Rey Francisco de Asís, último navío de línea construído por España, que estaba convertido en escuela naval flotante de marinería, lo que le permitía compatibilizar su responsabilidad a bordo, con sus tareas de diputado a Cortes. Durante el tiempo que ocupó este puesto se interesó por la política y se afilió a la Unión Liberal.
En 1863, el nombramiento de Augusto Ulloa y Castañón como Ministro de Marina del gobierno de O'Donnell provocó el rechazo de la oficialidad. El célebre poeta Ramón de Campoamor, furibundo defensor de la monarquía isabelina, escribió entonces un artículo contra los jefes de la Armada, en el que decía: ¿Por qué no queréis al Sr. Ulloa? ¿Porque no ha cogido una ostra en su vida? Los marinos, apenas lo leyeron en La Época, nombraron a Juan Bautista Topete, gran tirador al sable y a la pistola, para que desafiase a Campoamor en duelo. Y como éste, aunque bondadoso y jovial, nunca rehusaba los lances de armas, aceptó el reto del impetuoso Topete.
Fueron padrinos de Campoamor el general Reina y el Barón de Villatardi; de Topete, los generales de marina Quesada y Prast. Concertóse el duelo a sable, y se verificó en la quinta de Salamanca. Los sables los proporcionó Moreno Benítez, y estaban afilados cual navajas de afeitar. Una vez frente a frente los dos adversarios, dióse la señal y comenzó la lucha.
Muy pronto pudo advertir Campoamor la superioridad de su destreza: el marino atacaba vigorosamente, pero sin resultado, ya que el poeta paraba sus golpes con facilidad. Aquél, cegado por la ira, menudeaba los tajos y reveses, que siempre encontraban su quite. Campoamor, a su vez, atacó sin lograr tocarle, pero la duración del asalto fue desventajosa para Topete, y Campoamor acabó hiriéndole en la frente. Topete, con el rostro ensangrentado, dio un rugido y se lanzó sobre el poeta. Éste acudió a la parada, y le hirió una segunda vez en la mano derecha, desarmándolo. Entonces el bravo marino exclamó con rabia:
¡Condenación! ¿Qué dirán mis compañeros?
El general Reina, interponiéndose, le respondió:
Dirán que ha sido usted un valiente; pero con las armas hiere la casualidad.
Campoamor en seguida se acercó a Topete y le dio un abrazo, y desde entonces fueron buenos camaradas.[4]
La guerra del Pacífico
Una vez finalizada la legislatura, en el mes de junio de 1864, recibió una Real Orden por la que se otorgaba el mando de la fragata de hélice Blanca. Por aquel entonces, los acontecimientos políticos habían obligado al almirante Luis Hernández Pinzón [5] a izar la bandera española en las islas Chincha, el 14 de abril de aquel año.
El Gobierno, en conocimiento de que la situación se agravaba por momentos, decidió enviar más buques al Pacífico, por lo que reciben la orden de hacerlo las fragatas Villa de Madrid, Berenguela y Blanca, ésta al mando de Topete, yendo de comandante general el almirante José Luis Pareja, que a su llegada sustituiría al almirante Pinzón en el mando de aquella escuadra. Poco tiempo después se incorporó a la escuadra la goleta Vencedora, también enviada, por necesitar la escuadra de buques de poco calado, muy apropiados para aquellas costas.
Pareja había nacido en el Perú, por lo que era un gran conocedor de sus paisanos. Como plenipotenciario negoció un tratado, que se denominó Pareja-Vivancos, por el que España devolvía las islas Chinchas y Perú saludaría al pabellón español, reconocía al comisario enviado por la Reina y pagaría 3 millones de pesos en indeminzación.
Aprobado tan amigable tratado, desembarcaron algunos marineros de la fragata Resolución, pero el descontento del pueblo exaltado se manifestó en turba que se lanzó contra los españoles el 5 de febrero de 1865. Resultó muerto el cabo de mar don Esteban Fradera, que al verse rodeado se defendió y con su cuchillo logró matar a tres violentos y herir a otros siete, pero la multitud se le echó encima causándole la muerte.
Después de un nuevo intento de llegar a un tratado y e indemnizar a los familiares del cabo Fradera, el Gobierno peruano puso fin a las negociaciones, por lo que Pareja determinó, cumpliendo con las órdenes recibidas desde Madrid, el inicio del bloqueo de las costas del Perú. El Gobierno ,en previsión de la unión de Chile y Perú en contra de España, envió a la nueva fragata acorazada Numancia, estando al mando el capitán de navío don Casto Méndez Núñez.
Por disposición del almirante Pareja, la Numancia se quedó al frente de El Callao, la la plaza más fuerte del Perú. El bloqueo se hizo en unas condiciones dificilísimas, pues con cuatro fragatas y dos goletas, sin puertos de aprovisionamiento, ni recurso de ninguna clase, se debían que cubrir más de mil seiscientas millas de costa. El dispositivo de bloqueo era el siguiente: la Villa de Madrid con la insignia del almirante Pareja, y las goletas Vencedora y Covadonga, frente a Valparaíso; la Berenguela, con un vapor apresado el Matías Cousiño, frente a Coquimbo; la Blanca en Caldera y la Resolución en Concepción, por lo que de extremo a extremo del bloqueo había una distancia de doscientas leguas, sin ningún tipo de comunicación.
Cuando Chile le declaró la guerra a España, el almirante Pareja tuvo que reajustar sus ya escasas fuerzas y alargar su línea de bloqueo. Resolvió que la goleta Covadonga custodiara a Coquimbo, pasara la Berenguela a Caldera a reunirse a reunirse con la fragata Blanca y que la goleta Vencedora, marchara a Concepción y regresara con la fragata Resolución, dejando levantado el bloqueo en Concepción. De esta forma, si la hostilidad del Perú se confirmaba, acudirían a todo vapor a Valparaíso, recogiendo en sus aguas a la Covadonga y, todas juntas, bloquear el puerto.
Pero resulto que la Covadonga, en un ataque por sorpresa de la corbeta chilena Esmeralda, [6] fue capturada. [7] Por este pequeño desastre el almirante Pareja se suicidó, llevando su honor personal quizás demasiado lejos. [8]
Méndez Núñez que había sido ascendido a brigadier por su brillante viaje desde Cádiz al El Callao, al mando de la Numancia, se hizo cargo del mando de la escuadra del Pacífico. Sus primeras órdenes fueron concentrar sus fuerzas en los dos puertos principales de Chile, tratando de evitar así más sorpresas y riesgos, pero además cumplir con la misión de informar al Gobierno del fallecimiento del comandante en jefe de la escuadra.
Méndez Núñez ordenó la búsqueda de la Covadonga para intentar re-capturarla, pero resulto infructuosa, por lo que envío a la Villa de Madrid, al mando de Claudio Avargonzález y a la Blanca, al mando de Topete, a buscarlas en el único sitio donde no se había explorado: el laberinto de las islas de Abato.
Efectivamente allí escondidos, y con una fragata hundida en los escollos al intentar entrar en ellos, encontraron a los chilenos. Decía Claudio Avargonzález en su parte:
A las cinco y media, considerando que era ilusorio el pensar atacar al enemigo a quemarropa pues se inclinaría, si no a una varada, a imposibilidad de movimiento sin éxito posible ni probable, y considerando la imperiosa necesidad de salir de la estrechura con la luz del día, mandé cesar el fuego. Después de conferenciar nuevamente con el señor comandante de la Blanca (Topete) determinamos no insistir en el ataque vista la imposibilidad del buen resultado de cualquiera que fuera la forma en que se combinase y el número de nuestros buques. Salimos pues, con iguales precauciones de los arrecifes de Lami y Carva navegando siempre con la esperanza de que el enemigo presentaría la acción fuera de los escollos. (...) El enemigo estaba quieto, desahogando vapor sus buques, nada dispuestos a salir de sus trincheras.
Determinó Méndez Núñez hacer él mismo el intento de acabar con la flota enemiga, por lo que convocó una junta de jefes y oficiales, que no eran partícipes de arriesgar a la Numancia en aquel intrincado dédalo de islas y canalizos, de los que además no existían cartas náuticas fiables. Aun así el día 17 de febrero del año 1866, habiendo sido reparadas las pequeñas averías de la Blanca, siempre al mando de Topete, abandonaron el fondeadero de Valparaíso, yendo en cabeza como exploradora, seguida de la Numancia, que al mando de su comandante Antequera y con el jefe de la escuadra don Casto Méndez Núñez. La travesía resulto infructuosa, pues los chilenos se escabulleron con mucho arte, por lo que esta segunda operación no tuvo ningún éxito.
El bombardeo de Valparaiso
Pero al regreso a Valparaíso, Topete apreso al vapor Paquete del Maule, que llevaba a bordo a ciento setenta marinos al servicio del Perú, muy esperados para terminar de dotar a sus nuevos buques, el Huáscar y la Independencia, lo que dejó a los peruanos sin hombres adiestrados para dos buques muy esperados. El apresamiento se produjo a pesar de llevar el vapor la bandera británica, pero como esta acción ya era conocida la Blanca le disparo una salva, pues no llevaba proyectil cargado el cañón y el vapor se detuvo, sin presentar ningún tipo de oposición.
Tras comunicársele la la decisión del Gobierno de bombardear Valparaíso, Méndez Núñez anunció públicamente su intención y dio cuatro días de plazo para que la población civil abandonara sus hogares, y que se señalasen con banderas blancas los establecimientos benéficos y los hospitales. Cumplido el plazo el día 31 de marzo de 1866, se disponen a realizarlo las fragatas Villa de Madrid, Resolución y Blanca, más la goleta Vencedora, permaneciendo la acorazada Numancia a sus espaldas, para protegerlas de un inexistente ataque de las escuadras enemigas.
Los buques neutrales de los Estados Unidos y del Reino Unido se retiraron a las ocho de la mañana. La Numancia disparó dos cañonazos advirtiendo que el bombardeo comenzaría a su hora ajustada, a las 09:15 comenzó el fuego, comenzando por los edificios oficiales, como aduanas y almacenes del Gobierno, a las 12:00 cesó el fuego. Se lanzaron 2.600 proyectiles, causando unos daños valorados en catorce millones de pesos, que era el equivalente a 3'6 veces el coste de las peticiones españolas de indemnización que llevaron a la guerra.
Terminado el bombardeo, y molesto con los reproches de haber bombardeado una población indefensa, Méndez Núñez de poner rumbo a la isla de San Lorenzo, frente al puerto peruano de El Callao, para bombardear éste, la plaza más fuerte de Sudamérica. El viaje se realizó en dos divisiones, de la que una lo haría a la vela por llevar los transportes y la primera, con la Numancia a la cabeza, la realizaría con las máquinas de vapor.