1925 – COMUNICADO – Julià Ferretjans

 

Sr. Director d EL OBRERO BALEAR

 

Muy Sr. mío y amigo: He de agradecerle de cabida en las columnas de su periódico a las siguientes líneas:

 

Gracias anticipadas de su mejor amigo

 

Julián Ferrerjans

 

No era nuestra voluntad volver a intervenir en contra de la interpretación que da el Patronato a la escritura de la Casa del Pueblo, pero la carta publicada por el mismo nos obliga a razonar otra vez nuestra opinión.

 

Debemos hacer constar que fuimos convocados por el Patronato para que expusiéramos nuestra opinión y francamente se la dimos; si estaba en su ánimo hacer concesiones de lo que ha dado en llamar sus derechos ¿por qué nos invita a exponer nuestros propósitos en vez de exponer los suyos? De haberlo hecho así no hubiéramos dado a la luz el feto de que habla en su carta, el cual encarnado por el mismo Patronato.

 

Dice el Patronato que la escritura le otorga el gobierno de la Casa del Pueblo; nosotros la hemos leído y francamente no encontramos tal aserto en ninguna de sus cláusulas ¿será esto otra invención del Patronato? ¿acaso existen dos escrituras? Nosotros leemos en la cláusula sexta regir el orden interior, y no gobierno, y de una cosa a otra va una gran diferencia, porque con lo primero nosotros estamos conformes y no con lo segundo.

 

La cláusula sexta establece que el Patronato debe cuidar el edificio, conservarlo y administrarlo, procura que se destine al fin adecuado,  con todo lo cual se entiende que alguien debe destinarlo a tal fin y este alguien no puede ser el Patronato, por cuanto sus atribuciones son velar para que la casa conserve en todo momento, el espíritu porque fue dada, siendo por tanto la misión de aquél puramente fiscalizadora, sin referirse para nada al funcionamiento. A este efecto le proponemos nosotros un Comité Central, compuesto de representantes de todas las entidades cobijadas dentro del edificio, y claro que a este Comité que referimos únicamente al funcionamiento, no lo menciona la escritura por referirse ésta a la propiedad.

 

No pretendemos que le usurpen al Patronato ninguna de sus atribuciones, pero tampoco queremos que él se inmiscuya en asuntos que no le pertenecen; sus deberes le llaman a vigilar lo que D. Juan March dio a los obreros y no a otras cosas pertenecientes a las entidades, porque en este caso la libertad de que se alardea habría desaparecido por completo. Es nuestro propósito evitar hechos tan bochornosos como el de la Federación Local de Sociedades Obreras castigadas sin se oída por el Patronato actuando de juez y parte, a no poder hacer uso del salón-teatro por especio de un año, lo cual produjo el desorden dentro de la casa en vez de regir el orden interior, como dice la escritura.

 

Es nuestra opinión que las sociedades domiciliadas en la Casa del Pueblo querrán llevar representación en el Comité que proponemos, pero en definitiva ellas eran libres para aceptar o rechazar por un acto de su voluntad el feto que dimos a luz.

 

El Sr. March dio la finca porque estaba en su mano darla, pero el funcionamiento de la organización obrera no nos lo dio dicho señor y mal podía, por tanto, legislar sobre el particular, y a este funcionamiento iba encaminado nuestro proyecto.

 

Y de que este no va tan descaminado como pretende el Patronato, lo dice la cuarta base de la escritura tratando de la admisión de las sociedades, la cual se pedirá a la Casa del Pueblo, y si bien no dice a quien, la base quinta aclara el asunto corroborando nuestro modo de pensar, pues manifiesta que en cado de duda o divergencia el Patronato resolverá el caso. ¿En qué organismo nació la duda o divergencia que ha de resolver el Patronato? Claro que en el Comité Central que nosotros defendemos, y en este caso actúa de juez supremo el Patronato y ya no es reloj indicador.

 

Resta añadir que no hemos sabido explicarnos como se las va arreglar el Patronato para llevar a feliz término su propuesta de que sean las entidades las que nombres los sucesores del Patronato, porque si ha de ser éste tan fiel guardador de la ley y de la escritura, sin la modificación de éste, que expresamente dispone la forma de elección, no es él capaz de conseguir lo que se propone, ya que tal entuerto solo seria perdonable en gentuza como nosotros, cuya impotencia, vileza, ruindad, hipocresía, etc., etc, son una especie de salvo-conducto para cometer tonterías y memeces. Es lo que se trataba de demostrar; no siendo modificable la escritura, según repetidas declaraciones del Patronato, las cosas quedarán tal como estaban, pero se habrá encontrado una ocasión más para lucir habilidades que nos son de antiguo conocidas.

 

Y ahora rozando ligeramente alusiones, debemos manifestar que no somos, por desgracia, socialistas “oficiales”. Una expulsión, que no hemos querido ni siquiera discutir, nos redujo a socialistas “particulares”. No nos puede doler, por tanto, que sean socialistas los que dominen en la Casa del Pueblo: lo que sentimos, porque es la continuación de una obra de perturbación en la clase obrera, que el dogma que mantiene el Patronato debe ser aceptado por los demás, en forma que revela un espíritu dictatorial contenido en la frase “y quien crea que el Patronato no es el gobierno, pero para él”. Nosotros, llegados a este extremos, diríamos, si no temiéramos ofender a alguien, que, lo dijo Blas y punto redondo.

 

“Valen más pocos y buenos”, es la teoría de los socialistas del Patronato. De que de cada día van siendo más pocos, está plenamente confirmado por la fuerza de los hechos; quizá, aunque ello no está probado, también sean los más buenos, pero de esto a creerse los elegidos para mantener la buena doctrina y fulminar anatemas contra quienes tienen un distinto modo de pensar, existe una enorme diferencia, y muy lejos de revelar la constante aspiración a legítimamente ser más, solo pone de manifiesto algo que tiene el aspecto de un lamentable endiosamiento, de un sentimiento egolátrico, defectos que, si no anulan, neutralizan altas virtudes personales que hemos sido los primer en descubrir y alabar en el adversario.

 

Damos por terminada la discusión; preferimos a la ropa sucia no lavarla o lavarla en casa, y no queremos contribuir por quítame allá esas pajas a que se pongan de relieve los regocijantes méritos del glorioso rango del paretismo, contrastados con los nobles blasones y ejecutorias del no menos glorioso y divino bibalismo.

 

Y nada más.

 

Julián Ferrerjans

 

Palma 21 abril 1925

  

EL OBRERO BALEAR nº 1202

24 de abril de 1925